Los papás son las primeras personas con las cuales nos vinculamos en este mundo y cuando somos niñas resulta normal que idealicemos su figura con cualidades que en realidad los exceden. También es común no ser capaces de detectar aquellas características menos positivas de ellos. Esta idealización se relaciona en gran medida con el apego descrito por el psicoanalista John Bowlby, donde los niños necesitan de esta figura idealizada para poder sentirse seguros y comenzar a explorar el mundo de manera independiente.
Según explica la psicóloga clínica infanto-juvenil, Sofía Seguel, se le atribuye a un otro -en este caso, a los padres- cualidades que en realidad le sobrepasan, pero esto tiene como finalidad poder buscar la proximidad, seguridad y aprendizaje de esta figura idealizada. “Sin embargo, como sabemos, este apego e idealización no se da de la misma forma para todos, sino que va variando según el tipo de crianza y la relación que tengan los padres o las figuras de apego con los niños”.
En la medida que se deja atrás la infancia, en un desarrollo adaptativo normal, se comienza a vivir un proceso de des idealización a estas figuras de amor, ya que se van dando cuenta verdaderamente de la figura real de sus padres, en vez de aquella “ideal” que habían formado, lo que provoca un cambio en la dinámica familiar. “Los padres comienzan a ponerle límites a sus hijos y son estas propias delimitaciones lo que los va frustrando, porque ya no pueden hacer lo que quieran. Por lo tanto, cambia esa figura de héroe”, describe la psicóloga Marta Luzoro.
Sin embargo, se ha observado que quienes no viven estos procesos de des idealización a la larga tienden a ser más inseguros, dependientes y a formar vínculos mas infantilizados con las personas que van integrando en su vida. “Incluso se pueden convertir ellos mismos en padres de estilo “evitativo-rechazantes”, que se caracterizan por tener un comportamiento más bien frío y lejano hacia sus hijos, criando así a niños que podrían tener también patrones conductuales ligados a la inseguridad y la dependencia”, describe Sofía.
A su vez, Marta explica que cuando los padres no ponen reglas a sus hijos, por ende, no los frustran, el mundo se encargará de desilusionarlos de por sí. “A lo mejor, cuando una amiga te hace un desprecio,te lo tomarás demasiado personal porque en el fondo nunca nadie te frustró. Así mismo, esto afectará la toma de decisiones, porque no hay independencia o autonomía al estar ligados siempre como una extensión de los padres”.
Si bien la idealización hacia los papás es fundamental durante la infancia, ambas especialistas concuerdan que es importante que se viva ese proceso de des idealización para un crecimiento personal óptimo. “Si lo que se quiere es que los hijos no se queden “estancados”, lo principal es poder fomentar patrones de conductas ligadas a un apego de estilo seguro, que tiene como característica el ser abiertos, receptivos y afectuosos con los hijos. En ese sentido, algunas recomendaciones serían: no forzar la separación ni la independencia, sino ofrecerles instancias para actividades solos, sin proyectar nuestros propios miedos en ellos. También estar atentos a sus necesidades, poder observarlos y conocerlos de manera genuina para fomentar y promover sus fortalezas y apoyarlos con sus debilidades, ayudándolos a madurar y a ser responsables de su propia vida”, recomienda Sofía.