El peso en el embarazo: “A las mujeres se nos pone una enorme presión en una etapa en la que no deberíamos tenerla”
“Tuve una consulta médica con un ginecólogo y todo iba bien, hasta que me preguntó por la lactancia en mi primer embarazo y cuánto había subido de peso. Le dije que 9 kilos, y que si bien había amamantado… no me dejó terminar y me dijo: ‘entonces, si no bajaste nada, es porque comiste como bestia’”. Esto es parte de un mensaje que recibió la nutricionista, especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria, Pamela Campi, por parte de una paciente embarazada, quien continuó diciendo: “Me dijo que no quería que comiera ningún carbohidrato, solo proteína y verduras, ni siquiera fruta, que tomara mucho agua y que no subiera ni un kilo más en el embarazo”.
Se trata de un caso fuera de lo común, pero sí es más usual que las mujeres embarazadas lleguen con miedo a sus controles ginecológicos, porque las pueden retar por haber subido mucho de peso entre un control y otro. “A las mujeres se nos pone una enorme presión en una etapa donde no deberíamos tenerla”, dice la nutricionista, y añade: “Esto no quiere decir que el peso no importe y que haya que subir 30 kilos en nueve meses, pero comentarios así terminan siendo una presión no menor en el embarazo”.
“Más que controlar el peso de una embarazada, los esfuerzos y objetivos en la consulta médica y nutricional están relacionados con que la embarazada mantenga o adquiera hábitos positivos, o un estilo de vida saludable desde un punto de vista alimentario, de actividad física –siempre y cuando el ginecólogo autorice–, y desde un punto de vista de la salud mental, que es súper importante, especialmente para prepararla para la lactancia”, dice Campi. Según explica, esta alimentación tiene que cumplir con la entrega de energía, así como de nutrientes críticos que se necesitan en esta etapa, y no puede ser restrictiva.
Por su parte, el ginecólogo de Clínica Alemana, Néstor Lagos, entrega algo de contexto al señalar que la población chilena presenta sobrepeso y obesidad en un 75%, lo que se asocia además al 86% de sedentarismo. “Esto es una mezcla perfecta en términos de factores de riesgo nutricionales para la mujer que va a enfrentar el embarazo”, dice y añade: “En el embarazo se dan una serie de fenómenos metabólicos que van a trabajar siempre tendientes a que la paciente suba de peso de forma natural. En combinación con un estado nutricional previo deteriorado, va a aumentar el riesgo de enfermedades tanto para madres como para hijos”.
El ginecólogo es enfático en señalar que las personas embarazadas deben controlar su peso –que no es lo mismo que hacer dietas restrictivas– pero que este control debiera empezar previo al embarazo, para así poder entrar a él con procesos metabólicos controlados y ajustados, para mantener un aumento óptimo durante el embarazo y disminuir el riesgo de complicaciones.
Pero ¿cuánto deberían subir las embarazadas? Mientras que Pamela Cami asegura que la cifra varía entre los 10 y 13 kilos para mujeres con un rango de peso dentro de lo normal, y 7 kilos para personas con obesidad, el ginecólogo prefiere no generalizar, especialmente porque los parámetros actuales son difusos. Por un lado, se basan en estudios del Instituto de Americano de Medicina, donde los pacientes son distintos a los chilenos, y a investigaciones de la década de los 70 en Chile, donde el principal problema de las embarazadas no era el sobrepeso sino que la desnutrición.
“Lo que sí se sabe, a través de investigaciones más nuevas, es que en la medida en que las pacientes aumentan más de peso, más riesgo hay de padecer enfermedades asociadas”, dice Lagos. Respecto a los riesgos, detalla: “En relación a publicaciones de 2010 en adelante, que analizan estos factores de riesgo, sabemos que la obesidad expone a la paciente a malformaciones congénitas que pueden estar relacionadas a diferentes sistemas, donde destacan malformaciones del tipo neurológico, con riesgo de espina bífida y malformación del encéfalo o hidrocefalea. Pero también tenemos otros problemas, que son el aborto recurrente, diabetes gestacional, hipertensión asociada al embarazo, trombosis venosa o coagulación de la sangre, e incluso muerte fetal. También se relaciona a parto prematuro y necesidad de inducir el parto, tener que usar oxitocina, mayor necesidad de anestesia, que falle la progresión del trabajo de parto y tener una exposición superior a la cesárea”.
Todo esto, en cuanto la obesidad sería una enfermedad inflamatoria que afecta a los vasos y a la circulación materna, facilitando faltas de circulación de oxígeno hacia el feto, alteración de la función de la placenta y mayor riesgo de hipertensión.
En base a todo esto ¿debería una mujer embarazada hacer dietas? No, pero sí debería cuidar sus hábitos, para proteger tanto a su salud como a la de su hijo o hija por nacer. Es por esto que es una buena idea acompañar el embarazo con tratamientos de nutrición, pero que aporten con empatía y comprensión, y no desde el miedo y el castigo.
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