Una mujer ingresa a la embajada de Estados Unidos en Reino Unido en medio de una crisis internacional. Las expectativas sobre ella eran bajas, solamente por estereotipos de género. Ella no se deja llevar por eso y sorprende a todos por la calidad de sus negociaciones.

Eso ocurre con la personaje Kate Wyler (Keri Russell) en The Diplomat (La diplomática), que fue un fenómeno en Netflix (fue el contenido más visto en 87 países), recibió nominaciones al Emmy y al Globo de Oro y ya renovó para una segunda temporada. La serie da cuenta de las tensiones de la diplomacia internacional, del amplio abanico de representaciones de poder y política y del rol clave que las mujeres pueden ejercer ahí.

Pero, más allá de la ficción, ¿cuál es el papel de las mujeres en la diplomacia? La ONU dice que las mujeres “aportan inmensos beneficios a la diplomacia”. “Su estilo de liderazgo, su experiencia y sus prioridades amplían el alcance de las cuestiones que se examinan y la calidad de los resultados”, añade.

El organismo, que analizó 40 procesos de paz desde la Guerra Fría, también concluyó que en los casos que las mujeres tuvieron una fuerte influencia en las negociaciones diplomáticas entre países hubo más posibilidades de alcanzar un acuerdo que cuando ellas no estaban presentes. De acuerdo con los estudios, esto ocurre porque cuando las mujeres participan de manera efectiva -no simbólica- en los procesos de negociaciones diplomáticas y de paz, se logra trabajar en el sesgo de que las mujeres son solo víctimas de conflictos. En ese sentido, se obtiene una perspectiva inclusiva en la etapa de diagnóstico, problematización y creación de soluciones de calidad, generando espacios de negociación más diversos a la vez que se mantiene la cohesión social.

De manera similar, una investigación del Instituto Universitario de Altos Estudios Internacionales de Ginebra sobre Broadening Participation In Peace Process mostró que las posibilidades de que la paz sea respetada y dure en el tiempo aumentan en 20% cuando hay mujeres participando.

Los expertos en el área sostienen que las capacidades intelectuales de hombres y mujeres no están en discusión, pero que es cierto que las contribuciones de las mujeres a la diplomacia pueden ser diferentes a las realizadas por los hombres, especialmente a partir de sus experiencias y perspectivas únicas en temas como Derechos Humanos, agendas de género, situaciones de crisis y conflictos, negociaciones complejas, economía sostenible, liderazgo, gestión consular de chilenos en el exterior, entre otros.

Por motivos como esos, Amina J. Mohammed, vicesecretaria general de la ONU, ha dicho que “el futuro que queremos requiere más mujeres en la diplomacia”.

Paula conversó con mujeres que se especializan en analizar la política internacional y les preguntó sobre el rol de la diplomacia femenina. Estas fueron sus respuestas.

“Los aspectos humanos de los temas internacionales”

Durante toda su vida Marta Maurás –socióloga, internacionalista, experta en Derechos Humanos y políticas de desarrollo, diplomática y co-fundadora del Foro de Política Exterior de Chile– ha trabajado en el ámbito internacional.

En base a eso, considera que las mujeres “imprimen mayor énfasis en la actividad diplomática al comprender las dinámicas sociales entre actores, los derechos humanos de las personas, los desequilibrios de poder entre hombres y mujeres o grupos marginados, sin que esto vaya en desmedro de principios y políticas generales de tipo administrativo, tecnológico, científico o político del sistema, las que también importan y para las que las mujeres tienen cada vez competencias”. Eso significa, en su opinión, que “las mujeres tienden a percibir mejor, con más sensibilidad y conocimiento y, por ende, con mayor capacidad de resolución, los aspectos humanos de los temas internacionales, sean estos cuales sean”.

Bajo su perspectiva, esto ha ido en aumento a medida que el número de mujeres envueltas en relaciones internacionales crece: cada vez hay mayor y mejor formación diplomática con enfoque de género y la voz y presión de las organizaciones de mujeres globalmente y en cada país, se hace presente. “La mujer pasa a ser sujeto así como objeto del quehacer diplomático”, comenta, añadiendo que la Política Exterior Feminista (nuevo término acuñado a partir de su formulación por la Ministra de Exteriores de Suecia Margot Wallström en 2014) “trata específicamente de esto último, es decir, intenta proporcionar una mirada y una acción coherente e integradora al papel que las mujeres juegan en las relaciones diplomáticas”.

En ese sentido, recientemente las mujeres diplomáticas y las activistas internacionales, así como muchos hombres, se enfocan, aunque no exclusivamente, “en las mujeres como protagonistas, víctimas o gestoras, sus ventajas y desventajas, sus capacidades y los efectos que decisiones, acuerdos, o políticas internacionales tienen o tendrían sobre ellas”.

El poder de la diplomacia femenina

“Resiliencia”

Paz Milet, académica del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, destaca que cuando las mujeres se involucran en diplomacia, tienen la capacidad “de desarrollar procesos de más largo plazo, tienen mayor paciencia, capacidad de resiliencia y permanentemente están en una búsqueda de legitimidad”.

Lo anterior, debido a que a las mujeres les ha costado mucho tener espacio dentro del ámbito diplomático, que permanentemente buscan tener resultados de más largo plazo que legitimen su labor, “pero que también permita generar otros espacios similares para otras mujeres y eso, de alguna manera, hace que opten por mujeres que lideren procesos de paz y que tengan un rol sustantivo en estos espacios”.

En ese sentido, la académica destaca los casos de Madeleine Albright en EE.UU., de Gold Mair en Israel y de Indira Gandhi en India.

“Más variables y dimensiones”

En la diplomacia, dice Rocío Argomedo, diplomática de carrera y ex cónsul de Chile en Israel y en Palestina, convergen distintos actores, variables, contextos, culturas y trayectorias que deben no solo coexistir, sino que también dialogar y cooperar. “Es por ello que el rol de la mujer es clave para obtener mayor participación e inclusión de las comunidades a las que representamos”, menciona. Además, considera que eso es importante si se tiene en cuenta que las mujeres representan más del 50% de la población y que han sido históricamente desplazadas de la esfera pública como espacio de toma de decisiones pese a que tienden a ser las más afectadas por los efectos secundarios y a largo plazo de los conflictos.

Aun así, comenta, las mujeres han jugado un rol fundamental en la diplomacia internacional. Rocío Argomedo destaca, por ejemplo, que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 fue liderada por una mujer, la escritora, activista y política estadounidense Eleanor Roosevelt.

“A mi parecer, las mujeres tienden a incluir más variables y dimensiones en el análisis de la realidad inmediata y leen el entorno de forma tal, que son capaces de trabajar mejor con colegas de todo el espectro político para salvar diferencias. Por ello, son capaces de restaurar profundas divisiones sin dejar de ser asertivas cuando se intenta fijar ganancias dentro del proceso de negociación, cuidando de no convertir los resultados de esto en un juego de suma cero”, comenta la diplomática.

Rocío Argomedo defiende que la presencia de las mujeres en ese ámbito puede ser institucionalizada a través de una Política Exterior Feminista. Esto, plantea, “puede contribuir a mejorar el reclutamiento y la retención no solo de la mujer, sino que también de otros grupos subrepresentados en la diplomacia. Para ello el desafío radica en una redistribución de recursos orientados a aquella política, acompañada de una voluntad que ponga el foco e impulso necesarios para este objetivo”.

Chile: “Capacidad intelectual y cultural”

Chile tiene muchas mujeres destacadas en la diplomacia, como Inés Ortúzar, Gabriela Mistral, Amanda Labarca y Michelle Bachelet, que ejerció como Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Sin embargo –destaca Erna Ulloa Castillo, doctora en Historia y vicedecana de la Facultad de Comunicación, Historia y Ciencias Sociales de la Universidad Católica de la Santísima Concepción–, la profesionalización formal de la carrera diplomática de las mujeres recién se dio en 1954 en el país.

“Antes de ello vemos nombramientos puntuales por cercanía de pensamiento político e incluso por ‘motivos coyunturales’ en que ellas fueron llamadas a ocupar un espacio diplomático. Entonces el papel que han tenido las mujeres en la diplomacia de Chile ha estado marcado por ganarse un espacio vital a punta de sacrificios y un trabajo prolijo para marcar presencia”, comenta.

Un claro ejemplo de ello fue el caso de Marta Vergara, a quien se le reconoce como parte esencial del Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH). Pero antes de eso, ella no solo escribió para el diario El Mercurio desde París, sino que por temas “coyunturales” estaba en la ciudad cuando se hizo necesario contar con una persona chilena para representar al país en La Haya para hablar sobre la nacionalidad de la mujer casada (que estaba siendo discutido a fines de los años 1920). “De allí podemos ver que históricamente el papel de las mujeres en diplomacia no estuvo marcado prioritariamente por el apellido, sino más bien por la capacidad intelectual y cultural de asumir desafíos”, comenta.

Desde entonces, sostiene Erna Ulloa Castillo, la historia de las mujeres en la diplomacia “abarca no solo el compromiso ante los desafíos asumidos, sino también el profesionalismo, dedicación, puesto que había que demostrar que ese espacio que había sido históricamente masculino, también podía ser compartido con rigurosidad por mujeres que creían que podían aportar en el escenario internacional de un mundo post guerra”.

Diplomacia femenina contemporánea

Las distintas expertas destacan que en la historia más reciente de Chile hay varias lideresas de la diplomacia chilena y que integran el Servicio Exterior, como la Embajadora María del Carmen Domínguez, primera mujer Directora de la Academia Diplomática; la Embajadora Gloria Navarrete, primera mujer Secretaria General de Política Exterior; la Embajadora Manahi Pakarati, Directora General de Ceremonial y Protocolo; la Embajadora María Alejandra Guerra; la Embajadora Carla Serazzi; y tantas otras mujeres en todos los cargos y niveles de toma de decisión que han generado un impacto sustantivo en sus labores de representación de Chile, así como de reacción y respuesta en situaciones de conflicto a nivel consular.

Si se mira hacia atrás, también han cumplido un rol clave la ex Ministra de Relaciones Exteriores, Soledad Alvear, o más recientemente, la ex Ministra de Relaciones Exteriores, Antonia Urrejola; así como de la ex Subsecretaria y actual Coagente de Chile ante la Corte Internacional de Justicia, Carolina Valdivia; la ex Subsecretaria y Directora de Fronteras y Límites del Estado, recientemente designada Embajadora de Chile en Inglaterra, Ximena Fuentes; la Subsecretaria Claudia Sanhueza, primera mujer Subsecretaria de Relaciones Económicas Internacionales; la Subsecretaria Gloria de la Fuente (quien ha realizado una labor destacada en temas como la Política Exterior Feminista); y la Embajadora Paula Narváez, quien es actualmente Representante Permanente ante Naciones Unidas y Presidenta del Consejo Económico y Social.

La lista, señalan las expertas, podría seguir y seguir… Esa es la idea: seguir ocupando esos espacios. Porque el poder de la diplomacia femenina es único. Y no solo en las historias de ficción de Netflix.