Paula 1128. Sábado 17 de agosto de 2013.
REINVENTADA
En septiembre Marcela Noé, socióloga y socia de la consultora Imaginacción, cumplirá 70 años. Y lo celebrará yéndose sola de viaje por un mes. Va a Italia, a conocer el pueblo donde nació su abuelo y, aparte del pasaje, solo tiene reservada la primera noche de hotel. "Quiero tener libertad total. Este es un viaje sin estrés", resume. Esta no es la primera vez que se sale de la norma. Tenía 63 años cuando decidió que, además de trabajar como socióloga, quería ser instructora de pilates. Su profesora la desalentó: le dijo que por su edad quizás no lo conseguiría. Pero ella estudió y practicó los ejercicios junto a compañeras que tenían 40 años menos y consiguió su certificado. Ahora hace clases en el estudio pilates de Francisca Molina, actividad que combina con trabajo en consultoría. "Mi edad me permite vivir sin ansiedades, sin la presión de rendir pruebas y, en cambio, sintiendo que tengo mucho que aportar y entregar a otros. Mis papás vivieron más de 90 años, por lo que siento que me queda mucha vida por delante. Hay desafíos que aún puedo tomar", dice.
CAMPEONA
Sonia Hernández (73 años) entrena marcha atlética tres veces a la semana, durante casi dos horas, en distintos parques de la ciudad. Ha ganado más de 300 medallas de oro, plata y bronce en competencias de barrio, nacionales y sudamericanas en la categoría senior. Lo suyo no es de toda la vida. Empezó entrenando cuando enviudó, hace 20 años, y no ha parado más. Actualmente se prepara para participar en el mundial de atletismo de adultos mayores en Porto Alegre, Brasil, en octubre. Cuenta: "Nadie me financia, pero no me importa. Tejo, hago cosas dulces, trabajo como china, hasta que junto la plata para pagar la inscripción y los pasajes para participar. Mi meta para 2015, cuando cumpla los 75, es aventurarme en otra disciplina: correr dos kilómetros con obstáculos".
TRABAJAR HASTA EL FINAL
"¿Sabes dónde está la vejez? La vejez no está en el año de tu nacimiento, está en tu actitud. En el momento en que empiezas a pensar solo en ti misma, jodiste: estás vieja", dice la enfermera Nuria Aznar (72 años), quien trabaja de lunes a viernes en la Clínica Alemana. A los 60, cuando se le presentó la oportunidad de jubilar, se negó. "Me sentía en la mejor etapa de mi carrera, estaba tomando un posgrado en la universidad y tenía la misma energía que a los 40. Me jubilé a los 65, pero seguí trabajando. Dejas de trabajar y ¿qué haces? ¿Ves televisión?, ¿te vas a viajar? Eso a mí no me llena", dice. Casada, con cinco hijos, lleva más de 50 años de ejercicio profesional y no piensa parar hasta que la salud la obligue. "Ahora, más que nunca, quiero dedicarme a trabajar. Ya crié a mis hijos, así es que tengo el tiempo y ya no siento culpa. Mientras más años trabajemos las mujeres, es mejor para nosotras y mejor para la sociedad", afirma.
CAMBIO DE HÁBITO
A los 60 años Teresa del Carmen González Poblete (66) renunció a su trabajo como maestra de cocina en una empresa de alimentos, vendió su casa, repartió el dinero de la venta entre sus tres hijas y donó su ropa a un hogar de ancianos. Se despojó de todo, incluso de su nombre. Y dos años más tarde, en el Santuario San Rafael de La Pintana (en el que aparece retratada), frente a 500 personas, sus hijas y sus cinco nietos, tomó los hábitos. Desde ese día es la hermana Andacollo, monja misionera del Instituto del Verbo Encarnado. Ese había sido su sueño desde niña. A los 17 hizo un año de noviciado, pero tuvo que salirse porque se cerró la Congregación. A los 25 se casó y tuvo a sus hijas, a cuya crianza se dedicó. Cuando la menor de ellas le anunció que se casaba, Teresa –que por entonces ya estaba separada– sintió que había llegado el momento. "Era libre y esta era mi última oportunidad. Empecé una nueva vida. Nunca es tarde para servir y mientras pueda caminar, voy a ser una misionera".
MECHONA
"Defendiendo a los que no pueden pagar un abogado". Así se imagina Sonia Piña (66) que será su vida a los 72, cuando se reciba de Derecho en la Universidad Santo Tomás. Está en el segundo semestre. Sus compañeros, veinteañeros en su mayoría, no imaginan que esta señora que participa activamente en clases tuvo que dejar el colegio a los 9 años para trabajar en una fábrica de zapatos. Después de ganarse la vida como comerciante durante años, a los 44 decidió terminar el colegio. Su diploma de cuarto medio lo recibió a los 49 años. Después estudió contador auditor en la Escuela Superior de Comercio. "A los 65 me inscribí en Derecho y voy a pagar la carrera como sea. Mi ejemplo empujó a mi hija y a uno de mis nietos, que se decidieron a entrar a la universidad. No te rías de lo que te voy a decir: pero yo soy joven. Me siento joven".
VIEJAS VERDES
De izquierda a derecha: Doralisa Ramírez (74), Hermelina Orellana (86), Flor Pérez (79), Irma Villagrán (33), María Rojas (73), María Vidal (68), Marta Quillapán (65), Juana Barrera (68), María León (67), Leontina Fuentes (74), Zunilda Milipán (72), Ida Rantún (76) y Rosa Lamilla (66).
"Pudahuel es una de las comunas más contaminadas de Santiago, y siempre hacemos noticia por eso. Pues bien, nosotras, 20 mujeres mayores de 60 años del sector, vamos a cambiar esta situación". Así resume Rosa Lamilla (66) la labor del club Paz y Amor de Pudahuel, del cual es presidenta. En un invernadero comunal que construyeron gracias a un fondo concursable hacen compost y plantan lechugas, acelgas, choclos, porotos, frutas y flores que reparten entre ellas y comparten con algunos vecinos. El año pasado emprendieron, además, un plan de reciclaje, en el que los vecinos llevan cartones, tarros y papel. "Nosotras no tuvimos una cultura ecológica, pero es importante formarla. Por eso estamos siempre haciendo actividades en el huerto con la comunidad. Siempre estamos inventando cosas nuevas porque nosotras, aunque somos viejas, también nos estamos reciclando".
ACTIVISTA
Cuando se jubiló, hace cinco años, la profesora de Tecnología Mariela Calderón (67) conoció la realidad de vivir como pensionado. "Al conversar con otros colegas me impacté. Muchos recibían una pensión que no llegaba ni al sueldo mínimo". Entonces, Mariela, que no es militante de ningún partido político, comenzó a asistir a reuniones de jubilados en el Colegio de Profesores de Chile. La actividad gremial la cautivó y desde hace tres años se dedica a ello por completo. Es creadora y presidenta de la Asociación Gremial Nacional de Pensionados del Sistema Privado de Pensiones de Chile y tesorera de la Central Unitaria de Jubilados, Pensionados y Montepiados de Chile. Desde esa tribuna ha salido a marchar a las calles y ha participado en la comisión del Senado para el estudio de reformas al sistema de AFP. "Siento esta lucha como una responsabilidad, no puedo dejarles el mundo así a los jóvenes. No quiero quedarme en la casa viendo televisión sin hacer nada. Las personas mayores hemos hecho este país y si ahora Chile está bien, es por ese trabajo. Voy a seguir dando la pelea para que este sistema cambie".
INDEPENDIENTE
La libertad ha sido siempre fundamental para Odilia Socías (75). Tanto, que cuando a los 70 años, producto de un asma que se complicó, se dio cuenta de que no podía seguir viviendo sola, decidió buscar por sí misma una residencia para mayores y se inscribió en el Seniority Living de Ñuñoa. Cuenta: "Viví un tiempo con mi hermana y luego con un sobrino nieto, pero a mí me gusta mi independencia. Fui a la universidad, trabajé, viajé. Pude romper las cadenas de mi generación porque antes te criaban solo para ser dueña de casa, ¿por qué voy a perder la libertad que siempre tuve solo porque estoy en la última etapa de mi vida? Tuve la fortuna de jubilarme con el sistema antiguo y me alcanza para mantenerme. No tengo por qué ser una carga para nadie. Aquí tengo amigas, lo paso bien y sigo sintiéndome una mujer libre".
ENAMORADA
En noviembre de 2012, usando el mismo vestido con el que aparece en esta foto, Margarita Anfonie (79) se casó con Eduardo Jara. Llevaban siete años de pololeo. "No imaginé que a los 70 volvería a enamorarme. Había quedado viuda hace diez años, después de 45 de matrimonio, y pensé que no habría otra historia de amor en mi vida. Pero él me conquistó", confiesa Margarita. Eran amigos y compartían en el grupo de coro de Vitamayor. Un día él la invitó a tomar un mango sour. Luego a bailar. Durante seis meses no le contaron a nadie de su relación. Ni a los hijos de él, ni a los de ella. "Estábamos calleuques", dice Margarita. Hasta que un día una amiga los pilló dándose un beso y todos los felicitaron. "Hemos viajado, hemos paseado. En crucero, en avión. Lo más lindo es cuando estamos horas leyendo sin hablar ni una palabra, pero sabiendo que estamos uno al lado del otro. Eso no tiene precio. Es algo tan maravilloso que no sé cómo explicarlo".