El podio de orquesta ha sido, históricamente, un espacio masculino. Tal vez la figura del director de orquesta sea para muchos un símbolo de poder. Y el poder, sabemos, no ha estado mayoritariamente en manos femeninas.

Como los conocemos (o casi), los directores de orquesta surgieron en el siglo XIX, transformando la figura existente de los maestros de capilla de las catedrales, título que ostentaron creadores como, por ejemplo, Johann Sebastian Bach.

Si bien el mundo cultural ha sido naturalmente más paritario que otros, el podio ha quedado excluido de esa manera orgánica de vivir el género que han tenido las artes. No han sido pocos los obstáculos que impiden llevarlo en otra dirección; opciones de estudio limitadas para las mujeres, falta de oportunidades históricas para encabezar orquestas, agentes que pocas veces pusieron sus ojos sobre ese talento y un público poco habituado a ver un frac combinado con un rímel. También fueron poco osados quienes gestionaron teatros y orquestas en el pasado, por mencionar algunas razones.

Sin embargo, en aquellos espacios artísticos donde la cancha aún no ha sido emparejada, hay otro elemento, tan o más determinante que los anteriores; el peso de la calidad artística. Los concursos para postular a un cargo vacante en una orquesta, por ejemplo, suceden en el anonimato. Tras una cortina o panel, las y los candidatos interpretan las piezas que un jurado ha determinado previamente. Ese jurado no conoce si es mujer u hombre quien está tocando el instrumento al otro lado de esa verdadera cortina de hierro. Por etapas, el o la ganadora va transitando según el sonido y virtuosismo que emana de su interpretación.

En materia de dirección orquestal, sin embargo, el tema es diferente. No se escoge en el anonimato y probablemente sea en las primeras capas de la formación donde haya que poner el énfasis para hombres y mujeres. Inspirar para activar el interés; evitar “la comisión de obstáculos” radicada muchas veces en la familia tras comentarios como “de qué vas a vivir” y desarrollar una escuela que acoja a los talentos con los mejores profesores posibles. Eso es sólo el comienzo. Y un alto sentido de la exigencia.

El primer Hub Directoras de Orquesta, una inédita iniciativa chilena que nació en 2022, busca potenciar las carreras de directoras de orquesta de nuestro país y Latinoamérica. Es un proyecto promovido por Fanjul&Ward, el Teatro Municipal de Santiago y Amigos del Municipal, liderada por Alejandra Urrutia, la primera mujer en ostentar el rol de directora de la Orquesta de Cámara del Municipal de Santiago.

Hoy, la decisión de poner a una mujer en el podio lleva, sin duda, la intención de abrir ese espacio, pero hablar de paridad a secas, sin considerar el nivel artístico, finalmente, es hacerle un favor magro a la causa, justa y pendiente desde hace tanto tiempo.

Mientras los hombres caminan, las mujeres debemos volar. Y esa máxima seguirá prevaleciendo por un tiempo más.