A diez años de la extensión del posnatal parental, que permite el traspaso de hasta 6 semanas por parte de la madre al padre para ejercer el cuidado de un nuevo hijo o hija, las cifras son poco alentadoras si de fomentar corresponsabilidad se trata. Apenas el 0,23% de estos permisos son usados por el padre y la pregunta que cabe hacernos es a qué se debe este aparente fracaso de la ley 20.545 en promover la coparentalidad.
En promedio, los países de la OCDE ofrecen 9.7 semanas de posnatal de uso exclusivo para el padre, mientras que en Chile los papás solo cuentan con una semana de permiso tras el nacimiento de un nuevo hijo o hija, la cual no es obligatoria y debe ser costeada por el empleador.
Específicamente en los Países Nórdicos y Portugal, la adhesión a este beneficio es de 40%, muy por encima de nuestra realidad. La principal diferencia con nuestro país, es que estamos hablando de un posnatal al que el padre puede acceder mientras la madre está también haciendo uso de su derecho. Es decir, ubica a ambos padres en el mismo tiempo y lugar, junto a su recién nacido o nacida.
En el caso chileno, quien goza del ponatal es exclusivamente la madre hasta el momento de la extensión, en el que puede decidir acogerse a ella completa o parcialmente. También puede traspasar las seis semanas de extensión al padre, regresando ella al trabajo. Es, por lo tanto, excluyente, y eso podría explicar su primer gran desincentivo.
La promoción de la coparentalidad que pretende la ley se vuelve difícil si hay que elegir quién ejerce el cuidado, en especial en los primeros meses de vida cuando el amamantamiento y el desarrollo del apego materno son claves para el bienestar de la díada y del desarrollo del niño. Una decisión doblemente compleja, considerando que el apego paterno también trae tremendos beneficios. A esto se suma que socialmente tampoco es un fenómeno que haya permeado aún a lo profundo de nuestra realidad. De hecho, pasado el período posnatal, menos del 0,4% de las licencias por enfermedad grave del hijo son tomadas por el papá (Superintendencia de Seguridad Social, 2016).
La realidad económica familiar también es un factor clave en esta decisión cuando el cobro del posnatal involucra determinados topes salariales que por lo general llevarán a priorizar conservar el sueldo del hombre. Más difícil aún es cuando ni siquiera existe la opción de elegir, como es el caso de las madres que deben asumir solas el cuidado de sus hijos.
La recomendación de la OCDE (2022), es incentivar la participación del padre destinando semanas exclusivas (no intercambiables) para él, ofreciendo semanas extra a quienes hacen uso efectivo de las ya disponibles, flexibilizando su participación hogar/trabajo y promoviendo menos castigos económicos.
Esto, porque los padres que se toman el permiso se involucran más en las actividades cotidianas de cuidado lo que representa grandes beneficios tanto para ellos como para el desarrollo del niño o niña y para la madre, en tanto, disminuye el estrés y la incidencia de depresión post parto (Rodríguez y Flores, 2018; Lee et al., 2016) y favorece su acceso a oportunidades de desarrollo personal y laboral.
Avanzar hacia este ideal dependerá de un esfuerzo sinérgico entre el Estado y el sector privado, con políticas que incentiven la corresponsabilidad contemplando las distintas realidades familiares y donde los empleadores no se conformen con la norma y vayan siempre un paso más allá.