El reality de la alta sociedad
Made in Chelsea –suerte de doble opuesto de Jersey Shore, de MTV– se cuela en la vida de un grupo de veinteañeros británicos que despliega sin pudor su pedigrí. Fenómeno mediático para hacerse adicto.
Paula 1084. Sábado 3 de diciembre de 2011.
El gusto de los británicos por el tema de clases sociales y su abierta admiración por lo que sucede en la alta sociedad, este año se apoderó del género de los realities con Made in Chelsea, programa del canal E4 (que en Chile no puede verse en TV paga, pero sí está disponible en DVD y emisión online en http://watchseries.eu), un fenómeno mediático en Reino Unido. El docu-show (acá no hay concursos, sino que un seguimiento a la vida de sus protagonistas), que va en su segunda temporada, muestra a una decena de atractivos veinteañeros que trabaja en inversiones, moda, eventos de alto nivel y que se mueve en el exclusivo circuito del barrio londinense que da nombre a la producción.
El romance marca las historias del grupo con una pareja que lidera la trama desde el inicio: Spencer y Caggie. Él tiene novia, pero está enamorado de Caggie. Ella lo sabe y lo tienta. Se juntan, ella lo abandona confundida. ¿Estarán alguna vez juntos? Al parecer se quiere extender el juego a lo Rachel y Ross, de Friends.
Tal como se acostumbra con este tipo de programas, al poco andar la prensa cuestionó su veracidad. Un desgaste innecesario porque, obviamente, todo está manejado. Y da lo mismo, tanto como criticar la profundidad de sus conflictos. Acá, lo sabroso es el despliegue de pedigrí, las conversaciones en clubes de remos, tardes de cricket, las discusiones en el entretiempo del polo, las disputas por el afecto de una chica en un encuentro de esgrima, las llegadas a clubes nocturnos en Rolls-Royce, tardes de compras con estolas de mink al cuello, los close up a los servicios de té, las referencias a los años pasados en Eton (el colegio de William y Harry), los fines de semana de esquí en Chamonix, las escapadas a Cannes y Marruecos, los departamentos de diseño, las jornadas de caza, los trajes hechos a la medida en la calle Saville Row, el tweed para ir al campo, las conversaciones que usan el verbo "persuadir" (muy a lo Austen).
La distensión está cargo del querible Ollie, un organizador de eventos que duda de su sexualidad, ama estar bronceado y se encrespa las pestañas cada mañana. La mejor parte es cuando aspira a ser modelo y se entrevista en Elite. Lo más parecido a Zoolander. La sorpresa la da en la segunda temporada cuando aparece con novia, Chloe Green, nada menos que la hija del magnate de Topshop, Philip Green.
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