Soy mamá separada. Me levanto a las 6 am, hago desayunos, colaciones, los almuerzos están listos desde la noche anterior. Desde temprano lidio con la limpieza y la motivación matinal de mis tres hijas. A las 7:20 am partimos al colegio, taco de proporciones, estrés. Intento poner música suave en el auto, pero ellas prefieren reguetón, no me ayuda, aunque he llegado a sentir que esos temas de amor libre me inspiran tardes de playa y piña colada.

Saltan del auto y me compro un café para despertar y hacer que mi día huela a serotonina. Sigo rumbo al templo del trabajo, más tacos y bocinazos. Pongo Carmina Burana para abstraerme y darme ánimo, estos cánticos hablan de gozo y placer, que la vida es muy corta para sufrir y que la fortuna es tan incierta que sólo nos queda disfrutar del presente.

Trabajo en la oficina más que plomero del Titanic, todo el día, muchas veces no almuerzo para terminar temprano. Somos tan responsables y eficientes las mujeres, por eso siempre nos ofrecemos para ser delegadas de curso de los hijos.

Dentro de la vorágine de mi día, estoy pendiente de que mis hijas lleguen bien a casa, que caminen juntas porque la más chica tiene 11. No tengo apoyo en la casa ni transporte escolar porque no me alcanza el presupuesto; mii ex marido vive fuera de Santiago y mis padres también, es decir red de apoyo precaria, y mi jornada laboral es hasta las 6 de la tarde.

Luego, cuando llego a casa, preparo la comida y ordeno, doble trabajo no remunerado. Me asombra la pobreza de tiempo femenino, para pensar en todo menos en nosotras. Planificamos todo primero en nuestra mente: la organización diaria de los niños, su alimentación, tareas, actividades, compatibilizándolo con nuestro trabajo y luego lo ejecutamos como soldados.

¿Qué se hace con eso? ¿Quién nos cuida a nosotras?

Desde pandemia estuve tres años con teletrabajo, tengo una enfermedad autoinmune que me permitió cumplir con todo desde casa por la ley de retorno seguro, siempre con excelentes resultados en mis cumplimientos.

Pero la bendición se acabó con el fin de la pandemia y el regreso a la presencialidad. Nunca entendí por qué sin tener que trabajar atendiendo público, y con la facilidad de las reuniones virtuales, tenía que volver a cumplir horas mujer, sentada en un escritorio sabiendo que mis hijas están solas en casa y que pueden necesitarme.

Desde que volví comencé a sobrecargarme: exceso de preocupaciones, falta de tiempo, logística imposible. Comenzaron las crisis de angustia, falta de aire, llorar de impotencia en el hombro de una amiga, pastillas para dormir y vitaminas para seguir dándolo todo. El tiempo no me alcanzaba para nada, iba en reversa.

Ojo, que esto no es nuevo, antes de pandemia era lo mismo, pero hoy teniendo la posibilidad de darnos una mano, algunos empleadores siguen con el mismo pensamiento prehistórico, que, si estás en casa no trabajas, sin embrago, esa teoría se diluye con los resultados.

No se entiende, que dadas las labores que la sociedad nos ha impuesto en la crianza, algunos tengan tan poca empatía para apoyarlas desde las altas esferas directivas. Deben creer que los niños se alimentan, educan y aman por osmosis.

No se entiende, que dadas las labores que la sociedad nos ha impuesto en la crianza, algunos tengan tan poca empatía para apoyarlas desde las altas esferas directivas. Deben creer que los niños se alimentan, educan y aman por osmosis.

Soy una convencida de que, si las mujeres hubiésemos planteado el modelo laboral, estaríamos más cerca de nuestras familias, en tiempo y forma.

Lamentablemente las mujeres han limitado su oferta de trabajo debido a sus responsabilidades de cuidado, el piso está disparejo.

¿Qué le depara a una mujer con hijos en estos casos? ¿Darse una ducha de autoestima y más valor para enfrentar los desafíos del día a día?

Pero el milagro ocurrió. Con fecha 29 de diciembre de 2023, fue publicada en el Diario Oficial la Ley N° 21.645, “De la protección a la maternidad, paternidad y vida familiar”, y regula un régimen de trabajo a distancia.

La ley consta de un artículo único que establece el derecho al trabajo a distancia o teletrabajo para todos los trabajadores y trabajadoras que tengan a su cuidado menores de catorce años, a una persona con discapacidad o en situación de dependencia severa o moderada.

¿Hay vida más allá de las responsabilidades? A veces cuesta aplicarlo, aún el concepto está más en la teoría que en la práctica. Sin embargo, claro que se puede y depende de todos que así sea. La ley ha dado un paso importante, avanzar sin temor es lo que sigue.

Por eso escribo, para despertarnos de este profundo sueño que más parece una pesadilla envuelta en algodones, inviable a los ojos de las directivas arcaicas de empresas ávidas de sueldos bajos y poca empatía.

Todas nos merecemos una vida equilibrada.

La vida me ha enseñado que vivir en armonía es nuestro derecho no un privilegio.

¡Teletrabajo voy por ti!

*Mara tiene 46 años, es ingeniera, escritora y mamá de tres.