“Muchas veces hemos creído que la maternidad nos convierte a las mujeres en una especie de seres superiores o de santas. ‘Porque soy tu madre’, les decimos a nuestros hijos. ¿Les suena esa frase? y ¿les llega como una frase de amor o de poder?
Tantas veces hemos leído o escuchado hablar de esa “fuerza de la maternidad”, pero presiento que hay un punto ciego en esa idea. He visto y me ha tocado ver tantas veces el efecto de su poder, pero ese poder no nos hace dueñas de la verdad ni responsables de todo. Es un poder que va más allá de nosotras. Igual que una droga de alta gama, en micro y eternos segundos, la maternidad nos demuestra de manera irresoluta que sencillamente no se puede dominar. Y quizás esa es la fuente de nuestro sufrimiento, no entender ese poder. Es que la maternidad nos posee, creo que ahí está la clave para ver ese punto ciego: ella es quien nos posee y no nosotras (las madres) a ella.
No quisiera endiosar ni tampoco endemoniar a la maternidad, sin embargo, me ha rondado un pensamiento que me susurra algo como ‘prohibido’, que me dice que sí, que en alguna parte sí hay algo de diosa y sí hay algo de demonia en ella.
No tengo ninguna autoridad ni certificado que me califique para definir a la maternidad, solo compartir mis observaciones y mi experiencia personal de hija, de mamá y de terapeuta, que ha visto y escuchado a madres e hijas e hijos más bien sufrir el desgarro por querer, esperar, desear y no poder sentir con tranquilidad y certeza la bendición de la paz y amor que la maternidad nos ofrece.
¿Por qué tanto desencuentro?, me pregunto ¿Por qué tanto resentimiento? ¿Cómo sucede que, tratándose de un camino supuestamente luminoso de amor incondicional suframos como sufrimos? Si siento rabia, siento culpa, si siento culpa, siento amor, si siento amor, siento pena, si siento pena me siento traicionada. ¿Qué es eso? ¿Es que no hemos entendido lo que es la maternidad? o ¿lo olvidamos? ¿Qué hemos comprendido o mal comprendido para haber creado esta realidad? ¿por qué sufrimos? ¿Por qué no hay paz? ¿Quién no tiene tema con la madre? O ¿Quién no tiene tema con los hijos e hijas?
Aquella madre que dedica su vida sólo a la familia, abnegada al servicio de los hijos, conocida como “la santa madre”, recibe en la mayoría de los casos el maltrato, la crítica y por qué no decirlo, el aprovechamiento de esos hijos. Hogares donde abunda la culpa, el cobro, los reclamos.
Y aquella otra madre que no le dedica su vida sólo a la familia, al final del día recibe la misma crítica, el mismo cobro, los mismos reclamos.
Pareciera ser que nos vamos tirando la pelota entre las partes para que el otro se haga cargo, para no tomar lo propio, madres que “usan” a los hijos para llenar espacios vacíos, desamparados, deseos frustrados, o para obtener logros personales que no tendrían por qué ser obtenidos a través de la vida de los hijos. Por el otro lado, hijos haciendo lo suyo con sus madres, hijos ya grandes, incluso adultos, pidiendo y demandando como bebés de pecho. Resultado: relaciones que no son sanas, que están lejos de ser sanas.
¿Y si existiera otra forma de vivir la maternidad?
Quizás podríamos probar dejar de sentirnos autoridad en el tema, liberarnos de ese peso, reconocer que no somos expertas, que al igual que todos en cada rol que nos toca, también estamos aprendiendo; y ser consecuentes con esto para no actuar como dueñas de la maternidad. Podríamos mirarla como una fuerza sagrada que se expresa y se manifiesta a través de nosotras, pero que no nos convierte en Ella. No SOMOS la maternidad. Ofrecerle nuestro servicio y nuestro respeto a ese rol y confiar que, si se ha expresado a través nuestro, sabremos y podremos seguirla.
Quizás disminuya el sufrimiento de tantas madres y tantos hijos e hijas y podamos disfrutarnos con mayor dicha, humildad y gratitud.
Claudia es terapeuta y tiene 59 años.