Paula 1108. Sábado 10 de noviembre 2012.

La escasez de esta cotizada fibra vegetal produjo que uno de los oficios cesteros mapuches más antiguos casi se extinguiera. Pero hoy se reivindica en la cultura patrimonial del país. Desde los tradicionales canastos hasta lámparas y fundas para iPads, así es la artesanía cestera 2.0.

Espinosa y de no más de 25 centímetros de alto, la ñocha es una planta endémica del sur de Chile que da delgadas y afiladas hojas de hasta un metro de largo. Esas hojas de apariencia hostil han sido por décadas la materia prima de la cotizada artesanía cestera mapuche. Recipientes, canastos y figuras de animales de distintos tamaños fabricadas con la fibra vegetal, fueron desde la Colonia el sustento económico de varias familias indígenas, hasta que la sobreexplotación de la planta hizo que el ejercicio de esa artesanía comenzara a decaer.

La idea de poner fin al ocaso de la técnica fue de Forestal Mininco, que en 2005 inició un ambicioso proyecto de emuladores de Ñocha en las localidades de Cañete, Tirúa, Contulmo y Carahue, de la Región de Biobío y la Araucanía. La acción benefició a más de 120 artesanos y consistió en instalar pequeños sombreaderos para la planta en sus propios domicilios, facilitando la obtención de la fibra.

"Es fundamental imprimirle a la artesanía un sello más contemporáneo, tanto desde la artista del diseño como desde su configuración organizacional", explica Claudia Hurtado de Ideartesana.

Siete años después es el turno de su reivindicación cultural. A través de talleres dirigidos por Ideartesana, una empresa enfocada al rescate, enseñanza y gestión de artesanías nacionales, las tejedoras iniciaron la creación de objetos más contemporáneos para mejorar la productividad y comercialización de su arte. "Se les ayudó a tomar conciencia de otros diseños, así cada artesana ha podido reconocer su propia identidad: algunas con producciones en grandes formatos hoy están haciendo lámparas, y otras que trabajan de manera más fina y prolija están fabricando carteras y porta iPads y notebooks", explica Claudia Hurtado, directora ejecutiva de Ideartesana. Así nació Ñocha Malen, que en mapudungún significa mujeres de Ñocha, una agrupación de 16 artesanas que, en una sede comunal de Huentelolén en Cañete, comparten dos veces por semana distintas técnicas de tejidos, mientras aprenden a dar mayor rentabilidad a sus productos. Incluso, se han organizado para obtener personalidad jurídica para profesionalizar su trabajo.

Actualmente la artesanía chilena castera mapuche se vende en la Ruca Ñocha Malen de Huentelolén, de la localidad de Cañete en la región del Biobío, y a través de la página <a href="http://www.comparte.cl">www.comparte.cl</a> especializada en la comercialización de productos artesanales chilenos.

Ya tuvieron su primera experiencia el mes pasado, cuando participaron exitosamente en la feria Arte Originario de la Casona Santa Rosa de Las Condes. El siguiente será vender en tiendas y exportar. "Se las está asesorando para que maximicen sus posibilidades de venta, utilizando estrategias comerciales que incentiven su trabajo y consideren la importancia de la ancestralidad del oficio para su etnia. No nos podemos quedar indiferentes frente a la agonía de estas tradiciones. Nuestro compromiso es dar herramientas para empoderar al mundo artesano y dejar atrás el paternalismo que tan mal les ha hecho", concluye Hurtado.