Paula 1184. Sábado 10 de octubre de 2015.

Hasta 2001, Catherine Millet (67) era una intelectual francesa medianamente conocida en su país, súper respetada en la esfera artística –curadora, crítica de arte y cofundadora de una de las revistas especializadas más prestigiosas de Europa, Art Press, que circula desde 1972– y de relativo bajo perfil. Pero aquel año, en lo que fue una de las sorpresas más grandes para el mundillo artístico francés, Millet concretó una idea con la que venía coqueteando desde hacía tiempo: escribir un libro autobiográfico que narrara su vida sexual sin escatimar detalles, una vida que pocos imaginaban que ella podía llevar –tríos, orgías multitudinarias, sexo en oficinas, en parques y en ascensores–, que publicó bajo el título La vida sexual de Catherine M. La primer tirada, de solo 4000 ejemplares, se agotó en pocas semanas y pronto se reeditó en varios países del mundo, generando tanta polémica como fanatismo (lleva vendidas 3 millones de copias). Dijeron que el libro marcaba un antes y un después en la literatura erótica femenina; dijeron, también, que de erotismo no tenía nada, que más bien se trataba de un monumento al narcisismo; que era un valuarte para el feminismo y, también, que era una visión machista de la sexualidad femenina.

"Escribí el libro porque alguna vez quise leer uno parecido y no lo encontré. Quise responder esas preguntas que yo tuve sobre mi propia sexualidad y permitir que los lectores confrontaran sus experiencias sexuales con las mías", dijo por entonces Millet a la prensa. En 2008 publicó una suerte de segunda parte, Celos, la otra vida de Catherine M., donde mostraba la otra cara de su sexualidad abierta: los celos incendiarios que sintió al descubrir que su marido, el escritor Jacques Henric, le era infiel. Catorce años después, reflexiona sobre el impacto de su obra y sobre la sexualidaddespués de los 60.

¿Cómo cambió su visión de la sexualidad con el paso de los años?

Uno no tiene los mismos deseos a los 30 que a los 60. Tenemos menos placer de la experiencia, porque hemos aprendido a conocer los deseos. Es otra "economía libidinal": uno se dispersa menos, pero porque es más exigente.

¿Qué mitos aún persisten en torno al sexo después de los 60 años?

Creo que la sexualidad de las personas mayores es uno de los tabúes que más persisten en nuestras sociedades avanzadas. En general, se atribuye la juventud como el criterio mayor. Pero yo pertenezco a una generación muy numerosa, de muy buena salud gracias a los avances en la medicina, y este tabú terminará por derribarse.

¿Cómo ha afectado el tiempo en su relación con su cuerpo?

Me siento mucho más libre.

¿Hay una discordancia entre realidad y discurso en torno al sexo?

¡Oh, sí! Hay una brecha entre lo que se hace y lo que se dice. Y a veces no es solo al otro que se quiere engañar, sino también a uno mismo. La sexualidad es el plano donde es más difícil ser honesto.

¿Cómo cambió su vida publicar La vida sexual de Catherine M.?

Tengo la suerte de trabajar en un entorno profesional muy abierto y creo que el libro tuvo muy buena aceptación. A muchos les divirtió ver cómo me convertí en famosa con el libro. Mi vida diaria no cambió mucho. Mi vida sexual, sí, en parte. Siempre he dicho que si hubiera continuado con las mismas prácticas sexuales en grupo habría tenido la impresión de estar jugando el papel de Catherine M. en un filme.

Luego de La vida sexual de Catherine M. y Celos mucha gente le escribió con confesiones. ¿Qué aprendió de aquellas historias?

Al escuchar a los otros, lectores que confiaron mucho en mí, descubrí que todos somos muy frágiles y a veces estamos muy desprotegidos frente a la sexualidad. Incluso, aunque mostremos una actitud un tanto displicente.

¿Hubieran impactado igual sus libros si hubiesen sido novelas?

Fue muy importante que fuera un testimonio, que yo lo asumiera y que fuera una prueba de que uno puede tener esa sexualidad muy libre y al mismo tiempo una vida de pareja y una vida profesional "normal". Justamente, lo que estaba contando no era solo una fantasía, sino la realidad.