Christian Thomas, ginecólogo obstetra, sexólogo y director del Centro de Estudios de la Sexualidad CESCH, dice que es una realidad comprobada que el sexo funciona como desestresor, lo que se remonta a nuestros ancestros chimpancés, “que no solo descubrieron que el sexo se tenía por placer, sino que también para bajar las tensiones sociales entre ellos, quedar bien los unos con los otros y arreglar problemas sociales”.
Para entender por qué tensiones de pareja que se resuelven con sexo, hay que revisar cómo se genera la necesidad de liberar el estrés de forma biológica. “El estrés se define como el desequilibrio interno del organismo. El hombre vive en general el sexo como un desestresor por tener vesículas que se cargan de sustancias y que después de 2 o 3 días le informan al cerebro que deben vaciarse para disminuir la tensión interna del organismo, que es un estrés”, dice Christian Thomas.
“Todo esto es muy distinto al género de las mujeres, porque biológicamente, no tienen esa carga de acumular nada, por lo tanto, la descarga de estresores es motivada por las relaciones humanas, no por el cuerpo. Ahí, se prioriza el afecto, la palabra, y todo lo que tiene que ver con allanar el terreno de una forma emocional antes del acto sexual, donde se libera el estrés por la oxitocina que provoca sensaciones de felicidad y apego”, agrega Christian Thomas. Y es que a diferencia de los animales, los humanos somos seres sociales y afectivos.
Martina Pérez (25), periodista de profesión y directora creativa, cuenta que en su primera relación la liberación del estrés con el sexo era algo común y potente. “Solía buscar sexo como desestresor a modo de encontrar afecto en el otro, por lo que tendía a acercarme casi solo de esa forma a mi pareja. Yo tenía muchas carencias emocionales con él, producto de que casi nunca hablábamos de estas ni tampoco del sexo. De hecho, si sentía rechazo físico de su parte, me esforzaba en coquetear lo suficiente para que se excitara y acabábamos haciéndolo bien igual. Sin embargo, después de mucho, él me expresó que sentía que todo lo que yo pedía era una exigencia, y empezamos a descubrir que ninguno sabía de lo que sentía el otro”, cuenta.
Es exactamente en el tema emocional y de los apegos, donde Christian Thomas considera que se define quién necesita usar el sexo para este propósito desestresor. “Tanto hombres como mujeres que tienen apegos inseguros, tienden a buscar parejas para descargarse sexualmente, porque lo que buscan no es tanto el placer, sino la aprobación afectiva y emocional”, explica. Y Martina Pérez lo comprobó después de terminar la relación. “Entendí que si él me complacía a mí por estar estresada y en otras ocasiones también yo me sentí obligada a tener sexo cuando él estaba en un mal momento, fue porque creía de forma errada que esa era la forma de sentirnos mejor, con una presión incómoda y que nunca nos llevó a tener más afecto”.
Por eso, al momento de entender esa necesidad de liberar tensiones, hay que enfocarse en las diferencias emocionales individuales y cómo cada uno maneja las ansiedades, algo que prima por sobre la explicación biológica y también de la de género. Alejandra Godoy, doctora en psicología y directora del Centro Psicológico de la Persona, la Pareja y la Sexualidad –CEPPAS–, asegura que “el sexo suele ser un desestresor natural tanto para hombres como para mujeres, parejas heterosexuales, homosexuales, lésbicas, y de todas las diversidades sexuales. Entonces, la diferencia de cómo se aborda el acto bajo ese contexto de estrés tienen factores mucho más profundos, que hablan de las problemáticas de poder”.
“Si existe un desbalance de poder que no se conversa, es más probable que se afecte negativamente el deseo sexual”, agrega la especialista. Para Natalia Rodríguez (30) y su pareja mujer de 37 años, el “solidarizar” con quien necesitaba liberar tensiones con sexo, algo que podría dar paso a un desequilibrio en la relación de poder, fue un tema conversado pero donde ninguna ha podido ceder.
“La mayoría de las veces considero el sexo como desestresor y lo pienso como una forma de refugiarme de los problemas de la vida, pero para ella ha significado un presión”, cuenta Natalia. Llevamos una relación de siete meses y estamos afiatando esas cosas con consensos, pero siento que también he quedado al debe, me he sentido abandonada y hasta me he pasado rollos de que ella no me quiere ni desea. Es complicado, porque ninguna de las dos quiere ceder en su naturaleza, pero tampoco quiero obligarla a nada, nunca", cuenta.
En ese momento en que el juego de poder entra en disputa, Nicole Cafatti, psicóloga clínica, especialista en sexualidad, parejas y trauma, y directora de Centro Ryad, asegura que “es posible que una parte sienta que si el otro no quiere tener sexo, es porque le está perdiendo. Pero ese pensamiento, puede ser errado, y da espacio para que el “ceder” se haga común. Esa sensación de que uno tiene que estar disponible siempre para el otro sexualmente por miedo a perder a la pareja, lleva a que uno mismo se valide en esa disponibilidad constante y que la dinámica se aleje del propio deseo. Eso nos hará sentir apartados e, incluso, que nunca podamos llegar al orgasmo”.
Si superamos la complacencia constante, nos espera algo mejor
La especialista Alejandra Godoy, asegura que “la balanza de poder es fundamental, porque quien subjetivamente siente que goza de menor poder en la relación, será más propenso a perder el deseo y, por consiguiente, puede estresarse ante toda posibilidad de tener relaciones sexuales, no solo para liberar tensiones”. Además, agrega que “esa misma balanza ha cambiado notablemente en estos tiempos y al revés de lo que se creía; aactualmente son cada vez más los hombres los que se siente en desventaja”.
Y es que el diálogo es el factor inicial para empezar a solucionar esta disyuntiva de poder, expectativas y complacencia. Porque como dice Christian Thomas: “si uno quiere todos los días y el otro una vez a la semana, desde lejos se ve como que el problema no tiene solución. En realidad, quienes logran negociar adecuadamente, entendiendo la realidad del otro y sabiendo que no pueden acceder siempre al 100% de todo el dar y recibir, son las parejas que mejor lograran sobrellevar la relación. La negociación es fundamental, y para eso se necesita una inteligencia emocional importante que sí se puede adquirir con ayuda de terceros”.
También es importante diferenciar qué es exactamente lo que se está negociando en esa instancia. Nicole Cafatti plantea que “lo que se debe conversar no es mi disponibilidad para tener sexo –por ejemplo, cada vez que el otro se sienta estresado–, sino que qué es lo que yo necesito para involucrarme de lleno en la dinámica sexual. La gran pregunta es saber qué me está faltando para sentirme realmente deseado, y no pensarlo en torno a que el otro tiene que hacerse cargo de mi deseo, porque la única persona que se tiene que hacer cargo de eso es uno mismo”.
Por lo tanto, el escenario más complejo sería callar lo que uno quiere en ese momento y simplemente cumplir con el rol satisfactorio, seas hombre o mujer. Y eso es algo que, si se soluciona, puede dar muy buenos resultados, como describe Martina Pérez, después de entrar a una relación con un hombre queer. “La evolución fue demasiado grande y ahora cada vez que me siento estresada y quiero hacerlo, mientras que él no, me lo dice con un cariño muy grande, sin miedos. Ninguno de los dos siente que el sexo es una obligación y eso incluso hace que sea más fácil que me desestrece. Si no quiere, me pregunta si hay algo más que pueda hacer para darme placer y eso es increíble, porque me permitió descubrir que hay formas menos forzosas de encontrar ese relajo placentero, aunque sea con cariños y abrazos”.
De hecho, para empezar en esa dinámica más equilibrada y sana, Nicole Cafatti recomienda mirar más allá del sexo con el orgasmo como objetivo e incluso del sexo placentero solo si es con penetración. “Por ejemplo, las mujeres necesitamos una dinámica de previa más larga porque nuestra excitación es más lenta, pero la verdad es que esta me parece una gran recomendación para todas las personas. Hacer previas largas es bueno porque hace que el sexo sea una invitación interesante, fuera de presiones y donde yo le muestro al otro lo que quiero, invitándole a participar con muchas más posibilidades de erotismo y sin una complacencia excesiva”, explica.