Comenzó cantando en el coro del colegio. También en iglesias, y en algún lugar de su casa en Independencia debe estar guardada una cinta VHS que lo muestra de niño cantando en la Catedral de Santiago. Quizás aún exista por ahí el micrófono que se compró a los 9 años para comenzar a grabar su propia música; experimentos que se convertirían en sus primeros acercamientos al terreno musical del que ahora forma parte. Polimá Ngangu Orellana (21) es una de las voces que se alzan, junto a artistas -a los que también llama amigos- como Pablo Chill-e, Young Cister y Gianluca, dentro del trap 'made in Chile'. "Entré a la universidad a estudiar ingeniería en electricidad, pero no pude terminar la carrera porque sentía que no me llenaba. La música estaba todo el rato presente en mi cabeza. Me salí y me entregué a la música en cuerpo y alma, y ahí fue donde me sentí más pleno y lleno de amor".

A estas alturas resulta imposible negar que, independiente de las críticas que este boom despierte en algunos, el trap toma fuerza en Chile y ya suma millones de reproducciones en plataformas como Spotify y YouTube. "El trap es una forma de ver las cosas, de sentirlas, de comunicarte, expresarte", afirma Polimá. "Es mucho para nosotros, es como una nueva era, una nueva generación, un nuevo pensamiento. No es solo un género musical". Las canciones del 'Poli', escritas por él, hablan del amor y el desamor y pueden verse como un reflejo de las historias de la 'nueva' juventud chilena. "El trap es nuestra liberación, nos abrió las puertas y a muchos jóvenes les permite expresarse y ser ellos mismos. Y la gente que nos escucha sabe que es parte de esto y que ellos son el trap y viven el trap. Es un estilo de vida, una cultura nueva y se va a quedar. No se va a ir nunca más, porque es infinito".

¿Sientes que estás, de alguna manera, representando a tu generación?

Sí, de cierta manera. Hay gente que apoya lo que estoy haciendo, creen en mí y en mi proyecto. Lo hago porque quiero sembrar una semillita en sus cerebros de que no todo tiene que ser tan duro, porque la música para mí fue una liberación. Me gustaría que cada persona se olvidara de sus problemas escuchándome, que sientan que todo está bien. Quiero expresar amor a través de la música, de los shows y mis videos.

¿Qué te gustaría destacar de la escena del trap chileno?

Al Young Cister y al Pablo Chill-e los quiero mucho. Yo llegué al trap cuando ellos ya estaban haciéndolo. Con el Pablo hablo desde hace mucho tiempo y a la Paloma (Mami) también la conozco de antes. Todos son una especie de referente para mí y soy fan de sus trabajos. Me encanta todo lo que hacen y a ellos también les gusta lo que yo hago, entonces es algo recíproco. Siento que va a ocurrir algo muy grande, que vamos a llegar muy lejos. Entre el Gianluca, el Pablo y Young hay como una unión, somos una familia. Los Shishigang y los Broke Boyz somos lo mismo (el equipo de trabajo de Pablo Chill-e y el suyo, respectivamente).

Un remix cultural

Su padre biológico es un refugiado de guerra nacido en Angola (África) y su madre es chilena. Pero él se fue cuando Poli era un niño. "Nunca necesité nada de mi papá biológico. Con mi mamá y mi familia lo tenía todo. Me crié con mi abuela, mi mamá y mi abuelo. Él siempre estuvo presente, hasta que falleció en agosto del año pasado. Ellos son uno de los pilares fundamentales de mi vida. Y Aldo, el marido de mi mamá, es a quien considero y llamo mi padre".

¿Eres muy apegado a tu mamá?

Sí, ella me apoya mucho en cualquier decisión que tome. Está ahí, siempre. Va a todos mis shows, ha leído todas las entrevistas, no solo mías sino que también las de los otros artistas, y está muy metida en el trap.

El Poli creció en la comuna de Independencia escuchando Linkin Park, Blink 182, Lucybell e incluso Alexander Pires, Juanes y Miguel Bosé. "Yo escucho de todo. Como me crié con mi mamá escuchaba hasta la Oreja de Van Gogh. Y me gusta. Me gustan las baladas también. ¿Has escuchado esa banda RBD? Porque a mí me gusta, me causa algo. Cuando me pongo los audífonos y lo escucho me hace sentir. Y cuando la música logra eso, es porque tiene sentimientos y emociones. Me gusta todo. Me gusta el trap duro. Todo, es cuático".

Has dicho en varias ocasiones que no te consideras cantante, ¿pero qué te mueve a cantar?

El mensaje que quiero dar. Creo que todos venimos al mundo con un motivo, y ese motivo es lo que estamos buscando todos los días. Yo no me considero cantante porque no sé cantar. Mi voz suena bien, pero ocupo el autotune (procesador de audio que distorsiona la voz y se utiliza mucho en el trap y también el reguetón) porque me gusta el sonido sintético, y por eso no me considero cantante. Me gusta que el autotune cause sensaciones sonoras a través de frecuencias. Podría cantar sin él pero a mí me encanta. Conozco chicos que sí cantan y muy bien, y estoy dispuesto a aprender, quiero tener un coach vocal. Aún me queda mucho por delante y me gustan las herramientas que tengo. No todo es (se apunta el pecho), también es cerebro.

¿Cómo manejas las críticas?

Mentiría si dijera que no me duelen, pero me ayudan a formarme y a entender cosas que quizás no veo o que quizás mi equipo no ve (…). Las tomo bien, las trato de entender y buscar el porqué y tratar de mejorar.

Pura energía

Durante su debut en Lollapalooza, Polimá Westcoast reunió a 9.000 personas en el Movistar Arena. En el show compartió escenario junto a sus Broke Boyz, Young Cister e invitó a participar a Pablo Chill-e. Dos artistas nacionales que no superan los 22 años y que también se alzan como las promesas más potentes del trap. Incluso Polimá y Cister planean próximamente lanzar un álbum en conjunto llamado Equilibrio. "Disfruté mucho, nunca pensé que iba a estar así de lleno. Yo, el mismo que había empezado un año atrás, ahora estaba haciendo un Lollapalooza en el Movistar". Durante su presentación el Poli afirmó que "el trap es cultura lo quieran o no, van a tener que escucharnos, la prensa, todos, van a tener que escucharnos". Y es lo que sostiene en cada una de sus entrevistas. "Me encanta estar en el escenario, que el bajo me pegue en el pecho y que la gente salte, grite y llore. Me gusta mucho todo lo que sucede. Me encanta la unión que hay, que el trap sea tan cercano, no como otros estilos de música. La gente nos siente como amigos y yo a ellos también. Esto para mí es un sueño, y que Dios me permita vivir este sueño me dan ganas de entregar lo mejor, al cien por ciento. No queremos hacer música desechable. Queremos entregar un material que se expanda, que lo consuman niños y adultos, no queremos que se quede estancado y se agote. Somos todos chilenos y las historias que contamos son chilenas, y por eso la gente se siente identificada con ellas. Es algo natural".

¿Cuáles son tus proyectos?

Quiero internacionalizar mi carrera. Como Broke Boyz pretendemos llevar el trap a otro nivel, que esto sea muy profesional y que pueda abarcar todas las clases sociales. Queremos que la música chilena aparezca en el mapa del mundo. Que se consuma en todos lados, que aparezca en todas las plataformas porque lo que se hace aquí es auténtico. Es trap, pero no suena como ningún otro trap de otras partes del mundo.