Paula 1201. Sábado 4 de junio de 2016.
Son apenas 50 páginas de una prosa depurada que condensa imágenes, de las que pasan y las que quedan selladas en la memoria: una mujer que viaja y quiere guardar la luz, los personajes, los animales, los recuerdos, pero sobre todo se permite perderse en ese mundo limítrofe entre el interior y lo exterior. Máquina para hablar con los muertos, el tercer libro de la poeta chilena Carmen García (1979), aparece cinco años después del segundo, La insistencia, que siguió tras siete años al primero, Gotas sobre loza fría. La poeta se toma su tiempo, el tiempo largo de la poesía, cuestión evidente y reforzada por la cuidada edición del libro, a cargo de Bastante, el sello que dirige Rosario Garrido.
Al leer uno entra en esos sueños de ciudades desconocidas donde aparecen terrores y maravillas. ¿Cómo funciona la relación con el inconsciente cuando escribes?
Mi escritura intenta romper las barreras entre el consciente e inconsciente. A través de la poesía trato de rescatar el discurso de lo onírico, siguiendo un poco la tradición del surrealismo. Me parece que lo inconsciente es una parte esencial de quienes somos y una forma de entender nuestros procesos más profundos. Me interesa mucho su simbología, de qué manera se expresa. Creo que su lenguaje está lleno de poesía.
"En este libro intento abrazar mi sombra, reconocerla para poder iluminarla".
Es un viaje a lugares fantásticos y a ciudades inhóspitas. ¿Cómo avanza este yo medio diluido que busca la luz y los muertos?
De alguna manera el libro recrea la idea y estructura del viaje mítico. El descenso a los infiernos, a la oscuridad, para encontrar el lugar en el mundo, poder regresar al hogar, que es finalmente encontrarse a sí mismo. Regresar transformado, pero para que eso ocurra es necesario enfrentar tu sombra, aceptarla. En este libro intento abrazar mi sombra, reconocerla para poder iluminarla. Y tanto los muertos como la muerte son una metáfora de eso. Hay un fantasma que habita el poema. Intento no darle la espalda, es parte de quien soy. La muerte y la escritura son una transformación.
"Cuando nadie habla y la luz se va apagando dentro de nosotros". Esa frase hace sentido no solo con la poesía, también con tu trabajo en Plagio, pensar en palabras como una experiencia sanadora personal y socialmente.
Sí, creo que la escritura es sanación. Al nombrar damos vida, creamos realidad. Para mí la poesía ha sido en gran parte eso: una forma de entender procesos espirituales y entregarles cierta materialidad. En esa línea también va mi trabajo con Plagio. A través de nuestros proyectos hacemos una invitación abierta a todas las personas a encontrar su parte creativa, a desarrollarla. Empoderamos a la gente a través de la escritura. Le abrimos un espacio para crear y expresarse, para generar discurso, reflexión e identidad a través de la palabra.