¿Empezar de cero?: Cuando nuestra principal resolución de Año Nuevo es bajar de peso
¡Bienvenido año 2025! Así es como pasaron 12 meses, 366 días, y 8760 horas... Y no, no logramos entrar en ese pantalón que lleva años esperando en el clóset. Ese que guardamos como si fuera un trofeo por alcanzar. Pero este año sí, ¿verdad? Apenas dieron las 12, brindamos con entusiasmo, disfrutamos de esos postres “como si no hubiera un mañana” porque, claro, al despertar seríamos otra persona: una nueva versión de nosotras mismas, listas para empezar la dieta, pagar la membresía del gimnasio y gastar lo necesario para acercarnos a ese ideal (¿tan lejano?) que parece prometerlo todo: ser delgadas, jóvenes y felices.
¿El objetivo? “Mejorar nuestra salud”, dicen algunos. Pero, siendo honestas, esa motivación a menudo es un espejismo. Lo que muchas veces buscamos, en el fondo, es caber en ese vestido que vimos en la tienda, sentirnos validadas en nuestro entorno social, y evitar que las luces y la cámara resalten aquello que la sociedad nos ha enseñado a ocultar. Todo esto, claro, pensando en el próximo verano, porque este ya nos tomó por sorpresa. Nos han convencido de que el cuerpo que habitamos hoy, tal como es, nunca será suficiente.
Las dietas extremas prometen cambios rápidos, pero nos dejan cansancio, carencias nutricionales y una relación fracturada con algo tan esencial como la comida.
Este ciclo, tan familiar, nos recuerda que la cultura de las dietas ha invadido incluso nuestros sueños más básicos de inicio de año. Y con ella, ese mensaje implícito de que nuestra valía está medida en tallas, números en la balanza, o la forma en que cabemos (o no) en los moldes ajenos. Esa narrativa de “transformación” que inunda las redes no es más que otro gancho para perpetuar ideales imposibles que nos mantienen presas de la insatisfacción.
Pero, ¿qué consecuencias tiene esta promesa de renovación que tanto perseguimos? Más de las que imaginamos. Además de la inevitable frustración cuando dejamos esa dieta o abandonamos las clases de spinning, estas metas irreales pueden ser profundamente dañinas para nuestra salud física y mental.
Las dietas extremas prometen cambios rápidos, pero nos dejan cansancio, carencias nutricionales y una relación fracturada con algo tan esencial como la comida. El ejercicio, que podría ser un momento de disfrute, se convierte en un castigo por los “pecados” cometidos en cada mordida. Así, actividades que deberían cuidar nuestra salud acaban siendo fuentes de ansiedad y culpa.
Lo que es peor: la misma industria que nos bombardea con estas metas se beneficia de nuestra inseguridad. Ya sea a través de productos de moda, gimnasios, clínicas estéticas o influencers con cuerpos supuestamente “perfectos”, nos venden la promesa de una felicidad condicionada al cambio. Pero rara vez consideran cómo todo esto afecta nuestra mente. ¿Cuántas veces hemos empezado “desde cero” solo para acabar sintiéndonos fracasadas? Ese círculo que parece diseñado para nunca cerrarse, perpetúa un daño físico, emocional y social que a menudo termina en desconexión total con nuestro propio cuerpo.
Este patrón no es casual. Está construido en una sociedad que nos enseña que nuestro valor está ligado a la apariencia, a controlar el cuerpo hasta el agotamiento, y a perseguir estándares que ni siquiera deberíamos aceptar. Pero la verdad, por más incómoda que sea, es que ninguna talla o número definirá jamás nuestra valía.
Es hora de detenernos y preguntarnos: ¿por qué seguimos prometiéndonos este tipo de metas? En lugar de propósitos disfrazados de castigos, quizás sea el momento de plantearnos algo más amable y revolucionario: aprender a escucharnos, a valorar lo que nuestro cuerpo hace por nosotras sin importar su forma o tamaño. A entender que el movimiento puede ser alegría, que la comida también es cuidado y que nuestra dignidad no se mide en un espejo ni en una etiqueta.
Cada paso hacia la aceptación es un acto de resistencia contra una industria que no se alimenta de nuestra felicidad, sino de nuestra inseguridad. Este año nuevo, hagamos un pacto con nosotras mismas: abracemos la compasión y el respeto por quienes somos hoy, donde nuestra principal resolución sea el cuidarnos y no castigarnos.
* Carolina es Nutricionista especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) y autora del libro “Te lo digo porque te quiero: derribando estereotipos estéticos en salud”.
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