Con mi marido nos conocimos por Tinder. En mi descripción yo tenía la frase “culpen a mi mamá por el metro ochenta”, porque eso es lo que mido. Un día me llegó un mensaje de Esteban que decía: “te quise hablar, pero no tengo nada que hacer aquí porque mido un metro sesenta”. Encontré gracioso su mensaje, me hizo reír, así que le respondí y así comenzamos a mensajearnos seguido. Yo creo que generamos esa conexión por el humor, hasta que decidimos conocernos en persona.
Quedamos de vernos en un sushi. Él llegó primero y siempre recuerda que cuando yo venía cruzando la avenida, me vio y pensó: “ojalá que no sea ella, porque es realmente alta”. Y era yo. Así comenzó nuestra historia y hoy llevamos cinco años casados, más dos de pololeo.
La altura siempre ha sido un tema presente en nuestra relación, pero para el resto, no para nosotros. De hecho, al comienzo nuestras familias estaban entre preocupadas y avergonzadas, pero al mismo tiempo les causaba gracia esta “pareja dispareja”. Cuando conocí a mis suegros, la mamá de Esteban le dijo que le preocupaba que lo fueran a molestar por mi altura.
Nunca hemos pasado desapercibidos. En la calle nos han felicitado o también nos miran raro. Una de las primeras veces que salimos, estábamos en el metro caminando de la mano, y una señora se nos acercó para decirnos que nos felicitaba porque nos veíamos muy lindos como pareja; u otra vez, paseando por Manuel Montt a las 4 a.m., una trabajadora sexual nos dijo: “por fin una mujer más alta que un hombre”, como celebrando.
Tenemos historias simpáticas y otras más fomes, como que en una disco, mientras bailaba con mis amigas, se me acercó un tipo con insistencia y cuando llegó Esteban a decirle que yo era su señora, el tipo se burló. También ha pasado que me preguntan por qué estoy con él siendo tan alta y guapa.
Y es que todavía los estereotipos físicos y de parejas persisten fuertemente en nuestra sociedad. Nosotros somos conscientes de eso porque lo hemos vivido toda la vida, desde antes de conocernos. De hecho, desde nuestras primeras conversaciones noté que ambos teníamos en común haber estado expuestos en nuestra infancia o adolescencia a situaciones similares; ambos vivimos bullying por nuestra estatura: él por ser muy bajo y yo muy alta. A mí se me masculinizaba mucho por mi altura y nunca tuve grandes éxitos amorosos por lo mismo. En las fiestas de 15 recuerdo un par de veces que me dijeron que me encontraban bonita, pero que no me invitaban a salir porque era muy alta.
Y pienso que al final fue esa misma dolencia la que nos hizo encajar muy bien, porque estábamos acostumbrados a que nuestra estatura fuese un tema. Esto que podría haber sido un motivo para no seguir juntos, de alguna manera nos acercó más, porque también lo tomamos con humor.
El día de nuestro matrimonio, todo el mundo le decía a él que se comprara esos zapatos de hombre que tienen taco interno, pero él no quiso porque, de alguna manera, era engañarnos a nosotros y al resto. Pensábamos, ¿por qué tendríamos que fingir algo que no somos? Aunque no bailamos vals porque estéticamente no se ve bien, hicimos una coreografía.
Tiene que ver con aceptar esa diferencia como cualquiera que puede tener una pareja; los rubios con los morenos, los gordos con los flacos, etc. Al final son diferencias físicas, nada más que eso. Se lo dijimos una vez a una mujer que se nos acercó mientras paseábamos a nuestra perrita. Nos preguntó si nos molestaba la diferencia de tamaño, porque ella estaba saliendo con un tipo que medía lo mismo que ella, pero cuando se ponía unos zapatos un poco más altos, lo pasaba por mucho. Esteban le dijo que si le molestaba esa característica física no era para ella porque siempre le iba a molestar.
Para nosotros no es tema. Nos reímos de eso y hacemos bromas, como cuando yo le escondo los chocolates en altura para que no se los coma. Otras veces, cuando estamos en algún lugar donde hay un escalón, él se para más arriba para abrazarnos a la misma altura y nos reímos de eso porque es rara la sensación de darnos un abrazo sin que yo lo esté mirando hacia abajo.
Pero centímetros de más o de menos, la nuestra es una vida totalmente normal, no nos afecta en nada. De hecho, no quiero pensar que solo por eso, pero somos una pareja bien vista por nuestro círculo. Nos llevamos muy bien. Y es que para estar en pareja hay muchas cosas más importantes que tener en cuenta. Yo salí con hombres mucho más altos y resultó ser que ahí no era. En algún momento de mi vida entendí que mi felicidad no estaba en encontrar ese hombre guapo alto de las películas; ese es un estereotipo que nos imponen. Cuando me despojé de ese paradigma, pensé que quizás lo mío viene en frasco chico.