Paula 1187, Especial Navidad. Sábado 21 de noviembre de 2015.
"Soy un hombre feliz, vas a tener que perdonármelo", lanza Werne Núñez apenas se sienta en la terraza donde se realiza esta entrevista y lo hace con ese tono tan suyo: serio al principio, con ceño fruncido, pero con una carcajada de tres tiempos como remate. Un gesto técnico o innato que puede causar tanta risa como incomodidad. Un tono familiar para los seguidores del programa de actualidad Un país generoso, de Radio Zero, donde comparte códigos con sus amigos, el periodista Iván Guerrero y el dueño de la librería Qué Leo, Juan Carlos Fau. El mismo tono marca registrada que desde hace unos meses se le escucha como panelista del Buenos días a todos y desde el lunes 9 de noviembre en el microespacio de humor Colegas, que protagoniza junto al abogado Patricio Hidalgo en el horario prime de TVN. Núñez, hay que decirlo, no es solo la nueva apuesta del canal público, sino también de su director de programación, Eugenio García.
Aunque periodista de profesión, Werne Núñez es ante todo un personaje. Mucho antes que la TV. Uno de la fauna periodística que partió en la Zona de Contacto, de El Mercurio, para luego itinerar por varios medios escritos firmando columnas y crónicas, y donde, según algunos ex compañeros de labores, estableció sus propias reglas como reportero, sus propios tiempos de entregas, su propio lenguaje narrativo. El estilo Werne. Parte de ese material puede leerse en el libro Crónicas de un subnormal para gente inteligente, que publicó hace años. Por estos días, entre la TV y la radio, se hace el tiempo para trabajar en un segundo título que abordará su mirada de la clase media.
Con la boca cerrada, Werne provoca con su apariencia: bajo y robusto, rubio, ojos claros, barba, algo tiene de los actores gringos Philip Seymour Hoffman y Jack Black. Una presencia fuerte. "Me muero de la risa con mi físico. Soy el tipo que en la ducha se ve en el espejo con mi apariencia súper indigna, con mi guata, mi rosácea, mi barba. Sé perfectamente cómo me ven los demás". Dicho eso, Werne repite: "soy un hombre feliz, vas a tener que perdonármelo".
No siempre fue así. Como cualquiera, a sus 42 años acumula unos cuantos momentos oscuros, de crisis, desde los cuales se ha reconstruido. En 2006 trabajaba como editor en el Área Infantil de Canal 13, con Vasco Moulián como productor ejecutivo, cuando comenzó a pasarlo mal. "Aunque intentamos tener una buena relación, no resultó, al punto de que me fui a trabajar a otro piso", recuerda. Pronto saltaron las preguntas incómodas: "¿qué hago acá?", "¿para adónde va esto?". Tras un breve paso como creativo de Chilevisión, un día se vio parado sobre el puente Pío Nono, de Bellavista, "fumando mala marihuana, vestido con un buzo que no me sacaba jamás, con el pelo feo, perdido y parece que deprimido. No tenía ganas ni de escribir". Aunque los amigos le recomendaban una visita urgente al siquiatra, Werne prefirió vender sus cosas, cobrar unas platas pendientes, llenar una mochila y largarse. Durante ocho meses recorrió por tierra Perú, Bolivia, Colombia, Ecuador y Brasil. "Fui un monje, seis meses sin tomarme una cerveza, solo agüita y jugos. Terminé en San Luis, una playa del caribe brasileño. Cuando volví a Chile me instalé un tiempo en Piedras Juntas, arriba de Alto del Carmen".
¿Qué te pasó con ese viaje-retiro?
Me mejoré. Se me ocurrió que era mejor que ir al siquiatra o al sicólogo, adonde no he ido nunca, como tampoco he tomado jamás un antidepresivo. Lo loco es que cuando regresé y me fui al norte, todo se rearmó de manera natural. Un día cualquiera fui a Vallenar, me metí a mi mail y tenía un mensaje de un amigo que acababa de vender un programa a TVN y necesitaba un editor periodístico. Partí al otro día a Santiago, donde también le pedí trabajo al director de LUN. En una semana ya tenía resuelto el tema trabajo. Luego, en el primer carrete me abrió el portón la Cata, mi mujer, con quien habíamos sido amigos durante siete años. Nos vimos esa noche y no nos separamos más. Ahí empezó un segundo tiempo en mi vida que dura hasta hoy.
¿Así de resuelto te manejas en las crisis?
Me gustan las crisis desde siempre. Cuando veo que viene una hago todo para apurarla, para que pase rápidamente y avanzar. Me gusta lo que se produce en esos quiebres. Para hablar de crisis uso esa frase que vivimos los de la U el 2011, en la Copa Sudamericana, cuando estábamos perdiendo el partido, pero finalmente lo ganamos: "lo dimos vuelta". Hay que darla vuelta. Yo la he dado vuelta varias veces.
"Mi mujer me quiere, mi ex me quiere, mis ex pololas me quieren, mis ex suegras me quieren, mi suegra me quiere. Me siento en los almuerzos familiares y todos se quieren con todos y yo digo 'chuta, algo bueno hice'".
BENDITO DESARRAIGO
Antes de terminar el colegio en el Instituto Nacional, Werne Núñez fue un niño nómada. Hijo de madre profesora y de un padre que trabajaba como jefe de seguridad de la Dirección de Aeronáutica Civil en pequeños aeropuertos a lo largo de Chile, se cambió doce veces de casa antes de que este terminara su carrera en Pudahuel. "A veces vivíamos solo meses en un mismo lugar y con mi hermana llegábamos a mitad de año a un nuevo colegio. Nunca tuve conciencia de que esa situación podía afectarme hasta que una profesora me preguntó cuántas veces me había cambiado de casa y le respondí que siete u ocho. Me tocó el pelo, como haciéndome cariño, y me dijo: "pobrecito, ahora entiendo".
¿Qué te pasó con eso?
Fue súper penca, porque me obligó a verme a mí mismo como distinto al resto de los niños. Existe el típico discurso de que el desarraigo me iba a destruir la vida, que no sería capaz de establecer relaciones afectivas duraderas. Hoy te puedo asegurar que esa teoría es una basura. A mí el desarraigo me ha jugado siempre a favor. Nuevamente la di vuelta. No tengo ningún problema en cambiar, en irme a otro país, en cambiar de trabajo, con los giros emocionales que te da la vida. Tengo buena relación con el pasado.
¿Conforme con tu historia?
Sí. Me fui de la casa a los 17, porque tenía una muy mala relación con mis viejos, y desde entonces trabajo. Aunque habían decidido separarse, se quedaron unos meses más viviendo juntos, que es lo peor que puedes hacer cuando hay niños. Mi papá era muy chucheta, de otra generación. Con mi madre la relación hoy es buena, no así con él, que vive en Maitencillo y a quien he visto unas dos veces en diez años. Pero creo que llegó el minuto en que soy yo quien debe recuperar ese vínculo, aunque él no se haya movido para hacerlo. Ya no soy el niño o el joven de un padre ausente, soy un adulto. Ya pasó la vieja para recriminaciones, entiendo lo que le pasa y le pasó, no lo comparto, pero no estoy en edad de andar haciendo un rap con la historia triste de un papá que no está, sino que más bien tengo que resolver. Mi pequeña venganza es la familia que he formado. Quiero ir y decirle "mira lo que he construido sin tu ayuda".
Núñez, casado con la publicista Catalina Dumay, es padre de Josefa (6) y Javiera (22), esta última producto de una relación que partió como una amistad y mutó en un matrimonio de ocho meses con casa en la Quinta Región. Tras la separación, volvió a Santiago y estuvo cinco años sin ver a su hija mayor. Hoy tienen una estrecha relación que incluye el "severo joteo a sus pololos".
¿Qué te pasó durante esos cinco años de ausencia como padre?
Culpa, culpa y culpa. La distancia fue producto de una separación mal llevada y hay momentos en que uno deja que las cosas pasen y se van agrandando, más que nada, en la cabeza adulta. Cuando fui a buscar a mi hija para reencontrarme con ella pensé que iba a recibir el castigo de la indiferencia más brutal, pero me encontré con una niña preciosa, brillante, que había crecido todos esos años con una mamá y una familia materna que la adoran. La vi y me di cuenta de todo lo que me estaba perdiendo. Ella estaba al tanto de quién era yo, de lo que hacía e, incluso, juntaba las columnas raras y los reportajes vivenciales que yo escribía. Nunca más nos hemos separado.
Qué gran segunda oportunidad tuviste.
Completamente. Tuve esta segunda oportunidad que muy poca gente tiene, especialmente porque ser un padre que abandona es despreciable. Nada lo justifica. Así lo veo hoy. Suena conservador. Durante un montón de tiempo estuve buscando un hogar en lo afectivo y que en ese viaje viví con varias pololas, tuve varios trabajos, que para mí es tan importante como la familia, hasta que encontré mi lugar.
¿Qué significa eso?
Que soy feliz, que la gente me quiere mucho. Mi mujer me quiere, mi ex mujer me quiere, mis ex pololas me quieren, mis ex suegras me quieren, mi suegra me quiere. Me siento en los almuerzos familiares y todos se quieren con todos y yo digo: "chuta, algo bueno hice". No sé muy bien qué, pero ese soporte es súper importante. Me permite tomarme con calma los proyectos de trabajo y que el fracaso no me paralice. No me importa perder, me encanta ganar, ¿cachái?
Hablando de masculinidad, ¿te sientes un hombre exigido?
Es exigente ser hombre, pero lo es especialmente si tú te sometes a esa evaluación. Hay que ser buen marido, bueno en la cama, buen padre, buen compañero de trabajo, buen jefe, buen subalterno. ¿Te dije buen hijo? Porque cresta que joden las mamás. Llamo a mi vieja y siempre, aunque la haya llamado dos días seguidos, me dice: "te acordaste de que tenías madre". Ahí es cuando me dan ganas de romper el celular. Yo me hice hombre cuando me hice cargo.
¿Cargo de qué?
Cuando me puse zapatos y cinturón. Cuando me hice cargo de mi hija mayor, de mi familia actual, de juntarlos a todos en un almuerzo de fin de semana. Nunca me he sentido más hombre que hoy. En otras exigencias, como ser mino, no me interesan. La otra vez vi una revista con una portada que decía: "el nuevo hombre de 40 años", junto a una ensalada con semillas. A mí la lechuga me da frío. Me gusta la parrilla, fumar y la cerveza. Soy completamente anti OMS. Prefiero que me digan prehistórico antes que metrosexual, lumpensexual o algo sexual.
El matrimonio, como estructura, ¿te ha ayudado a 'hacerte cargo'?
No sé si el matrimonio, pero sí una mujer con nombre: la Cata. Cuando comencé a hacer radio, con Iván Guerrero en La venganza del pudú, de radio Horizonte, estuve ocho meses sin ganar un peso y la Cata creyó en mí, me apoyó en todo, incluido pagar las cuentas de la casa. Luego vino Un País Generoso y como consecuencia TVN.
El humor parece ser tu gran aliado.
Absolutamente. Es la gran forma de comunicarse en Chile. Cuando la gente te quiere decir algo serio, te tira una talla. En vez de que te digan: "oye, creo que estás tomando mucho y en el último encuentro que hicimos en la oficina dejaste la cagada, de verdad creo que tienes un problema", te dicen: "hola, ¿y cómo anda la cañita? ¿Te acordái de algo o no?". En la radio con Iván (Guerrero) y Juan Carlos (Fau) hablamos temas súper serios, pero elegimos reír. Y yo he elegido reír desde chico, partiendo por reírme de mí mismo. En el colegio nunca tuve un sobrenombre que perdurara, porque me lanzaban uno y me reía de inmediato y con eso mataba el chiste. Me dijeron Sam, el amigo de Frodo en El señor de los Anillos; Marcelo, de Cachureos; Pablo Mármol, de Los Picapiedras, pero todo me causaba risa. Ahora, últimamente, una niña de maquillaje del canal me dijo que era igual a Russell Crowe y pensé: "lo logré".
"A mí la lechuga me da frío. Me gusta la parrilla, fumar y la cerveza. Soy completamente anti OMS. Prefiero que me digan prehistórico antes que metrosexual, lumpensexual o algo sexual".
¿Por qué dejaste el periodismo escrito, la crónica, donde ya tenías un nombre?
Después de salir de Periodismo, en la Universidad de Playa Ancha, me asocié con el dueño de un restorán, tuvimos un bar y un restorán en Osorno durante 4 años. Después de hacer crisis en eso me puse a trabajar como periodista, a fines de los 90. Mi primer sueldo fueron 71 mil pesos, una cifra insignificante comparada con lo que en un mes ganaba en el restorán. Fueron 10 años increíbles escribiendo, viajé mucho, conocí gente y en algún momento el 80% de mi mundo era el periodismo. Pero tenía un problema con la autoridad, entonces duraba poco en las pegas. Era pendejo. Luego empecé a formar familia, pasé de ser joven a adulto y se hacía insostenible estar tanto tiempo fuera de la casa reporteando. Tampoco había una relación entre el esfuerzo y las lucas. Lancé un libro con algunas crónicas y tomé la decisión de cerrar esa etapa. No la echo de menos.
¿Por qué si en tu vida todo está ordenadito, te estás arriesgando a trabajar en un canal en crisis?
Tenía un par de ofertas bien rimbombantes de otros canales y la de TVN, donde me dijeron: "te queremos invitar a trabajar en el canal que está último en audiencia, con una crisis financiera importante y una crisis de identidad significativa". No lo pensé dos veces. Además de Colegas, estoy en otros tres proyectos. En las pegas necesito sentir que soy parte del proceso de las curvas y TVN es el escenario ideal para eso. Está siempre la posibilidad de fracasar, pero también puede ser que Camerún le gane a Alemania.
¿Cómo explicas tu debut como "rostro" y la desvalorización del "rostro" tradicional, en algunos casos sin pantalla?
Hoy se están buscando más voces que rostros. El tema me lleva a pensar en los parlamentarios. Gente que lleva 20 años ganando millones, moviéndose con chofer mientras lee The Economist. La gente normal no leemos The Economist y nos movemos en el transporte público, apretados. Entonces comprendo esa necesidad de tener en pantalla a personas comunes, que no somos lindos ni estamos allí por un bronceado o sonrisa perfectos. También están los sueldos millonarios. Yo siento alegría al ver una foto de Gary Medel en Punta Cana, arriba de un yate con sus amigos del barrio. No me pasa lo mismo cuando veo al senador Pizarro en el mundial de rugby mientras Chile sale de un terremoto. Tampoco debe ser divertido para la gente saber que hay sueldos millonarios en televisión.
Ya, pero ahora eres "rostro". Una palabra fuerte, por decirlo de alguna forma.
¡Es súper ordinaria!, pero las cosas tienen un nombre. En la radio te dicen "voztro", en la tele "rostro". Yo, me río.