Cada año, en marzo, la comunidad médica se une para hablar y concientizar sobre la endometriosis. Y con justa razón, considerando que es una enfermedad que afecta al 10% de las mujeres en edad fértil y que está estrechamente ligada a la infertilidad. Sin ir más lejos, se estima que entre un 30% y un 50% de las mujeres infértiles sufren de este trastorno que ocurre cuando el tejido que normalmente recubre el interior del útero -llamado endometrio- se encuentra fuera de él. La concientización respecto a esta patología es importante, además, porque la falta de conocimiento al respecto ha llevado a un retraso en el diagnóstico de diez años, en promedio, complicando su tratamiento.

Desgraciadamente no se ha encontrado ninguna forma de prevenir la endometriosis, pero los especialistas coinciden en que el diagnóstico precoz y el tratamiento adecuado son claves.

Las formas más comunes que tienen los especialistas para diagnosticar esta enfermedad son, en primer lugar, un examen pélvico donde se palpa en busca de anomalías tales como quistes o cicatrices; una ecografía a través de la cual se podrían identificar quistes asociados a la endometriosis llamados endometriomas; resonancia magnética, que puede orientar sobre la ubicación y el tamaño de los implantes endometriales; y una laparoscopia, que permite ver el interior del abdomen, bajo anestesia general. Este último puede dar cuenta de la ubicación, la extensión y el tamaño de los implantes endometriales.

Los tratamientos, en tanto, dependerán de cada caso, y puede variar entre el uso de analgésicos, terapias hormonales, cirugías, tratamientos de fertilidad e, incluso, la extirpación de los ovarios.

Nayadet Lucero es terapeuta ocupacional y durante gran parte de su vida sufrió de endometriosis: “Me afectaba mucho, era muy invalidante. Mis menstruaciones eran siempre dolorosas, y para mi eso era normal. Veía que mis amigas sentían molestias, pero lo mío era dolor. Llegaba del colegio a acostarme porque me sentía enferma cada vez que estaba menstruando. Y los dolores se hacían cada vez más fuertes, especialmente en los primeros tres días, lo que se traducía en estar en cama, con guatero y analgésicos, además de no tener ganas de nada”.

En vez de mejorar con el tiempo, el problema persistió a falta de diagnóstico y tratamiento. “En la universidad me tenía que arrancar antes de clases para ir a descansar, y luego lo mismo en mi vida laboral”, cuenta.

Pese a ser funcionaria de la salud, Nayadet no sabía nada sobre la endometriosis, y su diagnóstico no llegó de forma directa. “Un domingo en la noche empecé con dolores muy intensos en un costado de mi abdomen. Fuimos a urgencias con mi marido, y con los exámenes se dieron cuenta que tenía un quiste muy grande, pero que iba a desaparecer por lo que no había que hacer nada. Me dijeron que si seguía ahí habría que operar. A las dos semanas fui a un control y tanto el quiste como los dolores persistían”. Se agendó una cirugía para remover el quiste, y cuando iba a entrar a pabellón una ecografía mostró que el quiste había desaparecido. Nayadet no entendía qué estaba pasando: “Me dijeron que me tenía que hacer sí o sí una laparoscopia exploratoria, porque podría tener endometriosis. Cuando me volvió el quiste llegué donde mi médico, Alejandro Manzur, quien me dijo que tenía que hacerme esa cirugía exploratoria porque toda mi historia clínica indicaba que podía tener endometriosis”.

“Mi máximo temor fue la posibilidad de la infertilidad, porque yo siempre había planificado una familia numerosa” cuenta la kinesióloga y añade: “En ese momento, los dolores pasaron a segundo plano. Mi mayor miedo era no cumplir mi sueño de ser mamá”. Pero sí lo logró. A fines de abril de 2009 tuvo su primera cirugía por endometriosis y, además de disminuir sus dolores significativamente, en marzo del año siguiente nació su hija mayor.

Tiempo después volvieron los dolores y, pese a que lo intentaba, no conseguía quedar embarazada de nuevo. Se hizo exámenes que arrojaron que tenía endometriosis en la zona intestinal y ovárica, pero tras una segunda intervención por endometriosis pudo tener a su segundo hijo.

“El desconocimiento que existe sobre la endometriosis es bastante grande. Yo le hago clases a alumnas de medicina de quinto año, y cuando hago la clase de endometriosis, incluso siendo del área de salud, recién ahí se dan cuenta de que tienen los síntomas sin haber sido diagnosticada la enfermedad”, cuenta el doctor Carlos Troncoso, especialista en reproducción asistida y director de IVI Santiago. Y agrega: “El problema que tiene no diagnosticar la endometriosis a tiempo, es que dejamos que esta enfermedad avance, produciendo daños que van a llevar a un cuadro clínico posterior, que puede ser dolor o infertilidad. Mientras más tiempo esté sin ser diagnosticada ni tratada, peores serán las consecuencias”.

En relación a los problemas a la hora de concebir, Troncoso explica: “Una de las principales consecuencias y complicaciones de la endometriosis es que disminuye la reserva ovárica. Sabemos que con el tiempo van quedando menos óvulos y que son de peor calidad, pero una de las patologías que más afecta esta curva es la endometriosis. Vemos cuadros bastante dramáticos de mujeres de 32 años con una reserva ovárica que equivaldría a la de una mujer de 40 años o más”.

Por otro lado, al tratarse de una enfermedad altamente inflamatoria, que produce daños estructurales pélvicos, por lo general obliga a las mujeres a buscar tratamientos de medicina reproductiva de tecnologías más complejas, como la fecundación in vitro. “Pero con tasas de éxito menores a las que tendrían con otro diagnóstico, como ovarios poliquísticos”, acota el doctor Troncoso.

La endometriosis puede afectar a las mujeres en diferentes formas, y en distintas etapas de su vida, no solo cuando está buscando concebir. “Esto puede comenzar en la pubertad y adolescencia, con dolores menstruales invalidantes que, lamentablemente, muchas veces son considerados normales y habituales, cuando no lo son”, dice el director de medicina reproductiva de Clínica Monteblanco, Ricardo Pommer. “¿Por qué una mujer de 16 años, por ejemplo, tendría que estar invalidada cinco días al mes, con dolores que no le permiten hacer su vida cotidiana, teniendo que usar desde el guatero hasta analgésicos en altas dosis?”, pregunta. A estos dolores menstruales que llegan a ser invalidantes se les llama dismenorrea severa. “A esta enfermedad, porque es una enfermedad, no se le diagnostica correctamente y sólo se da un tratamiento sintomático, como anticonceptivos en forma continua para no desencadenar reglas”, dice Pommer y añade: “Se quita el síntoma pero no la enfermedad, que en la adultez tendrá otras consecuencias, y falsamente la paciente se cree sanada”.

Incluso para una mujer que no quiere tener hijos, la endometriosis trae consigo problemas en la vida sexual, en cuanto implica dolores severos, conocidos como dispareunia, sobre todo en algunas posiciones. “Nuevamente, no se le da importancia, solo se recomienda evitarlas, sin diagnosticar su real origen”, dice Pommer.

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