Debo haber sido una niña de no más de diez años la primera vez que escuché la frase “para ser mujer lo hace bien”. Mi papá solía decírselo en broma a mi mamá cuando ella hacía alguna actividad que “no era para mujeres”, como cuando una vez se le pinchó la rueda del auto y, como tenía que salir urgente, no pudo esperar que mi papá llegara a “auxiliarla”. Recuerdo que cuando ya estaba por terminar de poner los pernos de la rueda, justo llegó mi papá, con una actitud fue como la de un inspector, vino directo al auto para asegurarse que el trabajo haya quedado bien y medio en broma -pero creo que también medio en serio- le dijo “oye, para ser mujer lo hiciste super bien”. Y se río.

Y esa no fue la única vez. Creo haber escuchado esto varias veces en mi vida o al menos las suficientes como para creer que efectivamente hay tareas que son de hombres y otras de mujeres. Pero más allá de esa diferencia, lo que interioricé más claramente es que hay cosas que las mujeres no pueden hacer, porque jamás le escuché a mi mamá decirle a él “para ser hombre, lo hace bastante bien”. Quizás porque mi papá nunca hizo siquiera el intento de hacer una “tarea de mujer”. Y estoy segura de que muchas mujeres lo dicen, creo que alguna vez también le dije a mi hermano que para ser hombre lo estaba haciendo bastante bien, pero sólo cuando se trataba de labores domésticas o de cuidado.

Esto fue así hasta adulta. De la crianza de mis padres me quedó arraigada la idea de que las actividades que salen del ámbito de lo privado pertenecen a los hombres y que como mujeres debemos demostrar habitualmente que las podemos hacer bien. Por eso tomar la decisión de estudiar ingeniería –una carrera que entendía como masculina– no fue fácil. Era muy buena para las matemáticas y me atraía el mundo de los números, pero antes de elegir estudiar eso pasé por otras dos que eran más “femeninas”. Y es que el fantasma de que mi padre, o cualquier hombre, me dijera que para ser mujer lo hacía bien me quedó demasiado grabado.

Aunque haya sido una frase en modo de broma, se me marcó, al igual que otras tantas bromas que tanto nos marcan a las mujeres. Porque el lenguaje construye realidades, y de tanto que uno escucha que no es capaz de hacer algo, se lo termina creyendo. Por eso nunca me atreví a cambiar una rueda o arreglar un problema eléctrico en la casa, cosas cotidianas que cualquier persona podría decir que no tienen importancia, pero son solo un ejemplo, porque las mujeres que crecimos escuchando “para ser mujer lo hace bien”, no solo entendimos que no podemos cambiar un enchufe, sino que tampoco podemos dirigir una empresa, jugar fútbol o inventar una vacuna.

El mundo de posibilidades para los hombres es mucho más amplio que para las mujeres. Se asume constantemente que en nuestras casas -y específicamente en la cocina o cuidando hijos-, podemos hacer todo muy bien, pero cualquiera de nosotras que se salga de ese esquema es cuestionada y tiene que demostrar que se la puede, que para ser mujer lo hace bien. Por eso es tan importante que este tipo de frases se erradiquen de nuestro vocabulario y de nuestro pintoresco humor machista. En mujeres y hombres. Porque aunque para algunas y algunos son simples bromas sin importancia, para muchas de nosotras son una barrera y un techo con el que debemos luchar a diario.

Valeria Donoso, 34 años, ingeniera.