¿Es sano comenzar una relación que tiene fecha de término?

Relación con fecha de término



Muriel (26) y Francisca (29) se conocieron hace dos meses por esas casualidades de la vida que uno no prevé ni busca, pero de esas que te entregan, así como por sorpresa y sin avisar, un amor honesto e intenso, pero que, en este caso, tiene una fecha de término. ¿Cómo se vive entonces una relación que se sabe que va a terminar?

A Francisca esta relación la encontró en un estado mental difícil. No tenía ninguna intención de conocer a nadie y estaba bloqueada, pero hubo una energía, cuenta, que la hizo darse cuenta de que había ganas. “La sentía cerca, había una atracción bastante obvia”. Y fue esa sensación la que la hizo sentirse más segura para acceder lentamente a esta aventura que Muriel proponía porque se iba a vivir a Alemania en dos meses y aún así, quería comenzar una relación con ella.

“Al principio lo veía como algo más sexual y pasajero, donde no iba a involucrar tanto mis sentimientos, como terminó ocurriendo. Y es que cuando nos conocimos más, el vínculo que creamos se transformó en algo profundo, que sabíamos que era pasajero, pero que por serlo no tenía por qué ser menos importante. Hoy veo que es un amor que caló en mí porque la conexión que tenemos cada vez se hace más profunda, donde el sexo, por ejemplo, se hace más intenso y emocional, algo que tiene que ver con que estamos aprovechando al máximo el tiempo que nos queda juntas”, asegura Francisca.

Y es justamente el tiempo el que las acecha día a día, pero que según cuenta Francisca, es algo que les ha tocado aceptar. “Como la Muriel fue honesta conmigo desde el principio, formalizar una relación que las dos sabíamos que se iba a acabar en cierto tiempo no fue difícil porque yo sabía en qué me estaba metiendo. Me tocó ser más fría para programar mi mente y asumir que esto se iba a acabar, pero al mismo tiempo me hizo entregarme muchísimo y darlo todo cuando estamos juntas, para disfrutar cada momento hasta que se vaya”.

Carolina Aspillaga es doctora en psicología, académica y ha dedicado buena parte de su carrera a estudiar las relaciones amorosas y el concepto de amor romántico y dice que en estos casos, la honestidad con una misma y con la otra parte es clave. “Es bueno preguntarse a una misma las consecuencias que pueden haber para mí y la otra parte tras comenzar este tipo de relación y las expectativas con las que yo la inicio. A lo mejor quiero pasarla bien y quiero tener un compañero o una compañera durante un par de meses o quizás quiero que haya más involucramiento emocional y está perfecto, pero es muy importante poder reconocerse a una misma y saber qué es lo que quiero de la relación desde un principio para que no haya malentendidos y termine alguien herido”, asegura.

Y es que esta honestidad, que resulta tan importante al momento de comenzar una relación, se da a través de esas conversaciones que pueden resultar incómodas y dolorosas pero que, a la larga, son vitales para no generar falsas expectativas ni terminar con la sensación de que te mintieron, dice la experta. Pero ¿qué pasa si las expectativas entre ambas partes son muy dispares?

“Parte de establecer las expectativas de cada una es reconocer que si no hay puntos de encuentro, quizás es mejor tomar distancia. Pero antes hay que hacerse preguntas básicas que respondan de qué manera espero que esta relación se mantenga o no se mantenga en el futuro. ¿Me gustaría que después tengamos una relación a distancia? ¿Quiero que cortemos totalmente la relación? ¿Quiero que hablemos esporádicamente o que seamos amigas? En definitiva ser sincera con qué es lo que quiero, espero o si no espero una continuidad después, algo que es definitorio en ciertos casos”, dice Aspillaga.

En la medida en que transcurre la relación, aumenta la conexión y el apego. Por eso, es muy importante darse la oportunidad y el permiso de poder ir reevaluando aquello que en el principio se estableció, explica la psicóloga. “A lo mejor lo que yo pensaba como un deseo de proyección al inicio de esta relación se transforma cuando llevo varios meses con esa persona, que es algo que debe conversarse. Hay que atreverse a tener estas conversaciones que van a ser incómodas y que pueden ser dolorosas, pero que a la larga no generan falsas expectativas”.

Y ese es el caso para Francisca y Muriel: hoy están seguras de que el amor que se tienen no va a terminar el día en que se separen físicamente, sino que va a mutar, a diferencia de lo que pensaban al principio. “Lo que nos queda de cada una nos va a quedar siempre. Mi experiencia con ella, por más fugaz que sea, me va a resonar siempre. Lo que yo he aprendido y lo que he visto de mí en ella son cosas que me van a quedar de aprendizaje para siempre. Y aunque creo que no nos vamos del otro, tengo la convicción de que, si en algún momento nos volvemos a encontrar, no vamos a ser las mismas. Y esa es una realidad a la que me he enfrentado de cara para poder vivir lo que somos ahora y aprovechar conscientemente cada minuto juntas”, concluye Francisca.

Francisca Medina tiene 29 años y es actriz. Muriel Rojas tiene 26 años y es diseñadora.

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