Escuelas libres y felices

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Son las 9 de la mañana de un lunes y en la calle Concepción, en Villa Alemana, se escuchan cantos y risas de niños. Dentro de una casa un grupo de escolares saltan y mueven sus pies al ritmo de una melodía. La canción de esta semana describe las 15 regiones de nuestro país, y es parte de un método educacional que busca cambiar los paradigmas clásicos de enseñanza en cerca de 60 establecimientos de Chile.

En estos colegios los conceptos no se repiten mirando una pizarra, se aprenden en base a la experiencia. A través de un masaje faciocraneal los niños se van tocando las partes de la cara, mientras cuentan y aprenden a sumar y con montones de hojas secas aprenden a restar. Las matemáticas son solidarias, no quitan, sino que regalan o prestan. Con yoga les enseñan a leer y realizan distintas posturas corporales, que la práctica llama asanas, con las vocales. Los niños y niñas van al 'bañe', que es llamado así porque es compartido. No hay lista de útiles, no usan plantillas para pintar, no hay actos para el Día de la Madre o del Padre. No hay libreta ni tampoco notas. Las profesoras, según lo que ven, evalúan si el alumno hizo los ejercicios o entendió el concepto, y si les va a bien en lugar de un 7 reciben un abrazo.

Este es el método Lefebre Lever, creado y desarrollado hace siete años en Villa Alemana por María Verónica Rodríguez (58) a partir de su experiencia como abuela, madre y educadora. Su motivación fue su propia nieta, Canela (11). "La acompañaba al jardín y veía cómo trataban a los niños. Un día Canela se puso a llorar porque le había tocado un globo rojo y ella quería uno blanco. La parvularia me explicó: 'Que llore, tiene que aprender, la vida es difícil'. Eso me partió el corazón y la saqué del jardín", recuerda. Comenzó a hacerle clases en su casa y a los dos meses se sumaron otros cuatro niños a las enseñanzas de Verónica. Como su nieta le decía "Abu", los demás comenzaron a llamarla así.

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Una metodología basada en la experiencia

Después de cantar y bailar, los niños siguen con su rutina: se sientan en mesas grupales -no en bancos mirando la pizarra-, pintan un mapa y hacen un puzzle de Chile.

En la metodología Lefebre Lever no existe división por cursos, sino que los alumnos se agrupan en multiniveles según sus edades. Al ser un método relativamente nuevo, los mayores van a quinto y sexto básico, luego se juntan tercero y cuarto, y los de segundo comparten con los de primero. Para los más chicos, varios jardines han incorporado este método, como es el caso de Lancuyén, en Santiago Centro, al que asisten niños de 2 hasta 5 años.

Hablar de esta metodología sin hablar de la propia infancia de su fundadora es casi imposible. "Mi principal anhelo es que ningún niño sufra o pase por lo que yo viví", dice Verónica. Con solo 9 años tuvo que enfrentar el abandono de su madre, quien los dejó a ella y a sus cinco hermanos. Con la ayuda de una tía salió adelante y estudió Pedagogía en la Universidad de Chile. Tiempo después se casó y su marido la dejó cuando tenía solo 2 meses de embarazo de su tercera hija. Pero la etapa más dura de su vida, dice, fue cuando llegó a Quillota para trabajar como profesora de básica. "Tenía 30 años, tres niños, y hacía malabares para darles comida. Éramos pobres, pero había amor. En los colegios en los que trabajé los niños no solo tenían problemas económicos, sino que también estaban botados. Por mi historia y por lo que vi, me obsesioné con la infancia y los niños", recuerda.

Trabajó más de 20 años como docente de educación básica. Luego fue jefa de carrera de Pedagogía de la Universidad del Mar, siempre observando. "Hice un magíster y me doctoré en Educación, todo para poder ponerle nombre a lo que mi intuición me decía cuando el concepto apego no existía y era común que los profesores les pegaran a los niños", relata. Fue un día mientras preparaba la clase para su nieta cuando se dio cuenta de que lo que estaba haciendo tenía una metodología y otros la podían repetir. Escribió lo que tenía en su cabeza y logró patentarlo en 2014, cuando inauguró oficialmente la primera escuela Libre y Feliz María Lefebre, en Villa Alemana, que llamó así en homenaje a su abuela materna.

En estos establecimientos enseñan lo mismo que en un colegio tradicional, pero con otras metodologías. Se rigen por el currículum educativo del Mineduc, son reguladas por la Ley General de Educación y se clasifican como educación no formal, es decir, espacios educativos a los que los niños asisten regularmente de lunes a viernes en una jornada acotada, a diferencia del homeschool, que se considera educación informal. Para validar sus cursos los alumnos deben rendir exámenes libres.

El sistema se basa en una rutina diaria (ver recuadro) y cuenta con seis pilares: respeto a la biología y a los ritmos de aprendizaje de cada niño (por ejemplo, ir al baño sin pedir permiso); cocrianza con las familias, quienes deben involucrarse con la escuela; foco en la filosofía, ya que existen espacios de conversación y discusión para cuestionar y analizar distintas situaciones y principios; excursiones investigativas, que plantean hipótesis que se corroboran o refutan grupalmente; neuroeducación por parte de los profesores, quienes deben estudiar y conocer el cerebro infantil con el fin de incorporar contenidos curriculares de manera significativa y alegre, y uso de terapias complementarias como reflexoterapia, masajes, yoga o flores de Bach. Cercano a las corrientes Montessori o Waldorf, el foco está en la manera de enseñar más que en los materiales de trabajo o el espacio físico.

"El eslogan 'libre y feliz' hace pensar que los niños hacen lo que quieren, pero no es así. Tenemos dinámicas de aprendizaje, normas y reglas", cuenta la docente Tamy Andrade (34), fundadora de Bambú, escuela que utiliza el método en Punta Arenas. Ella es una de las más de 500 personas que han cursado el diplomado de especialización en este método, dictado por Verónica desde 2016 y que consiste en un mes virtual y una semana en Villa Alemana. En las clases ella misma enseña desde cómo constituirse legalmente hasta los pilares filosóficos de educación. Al asistir a este curso se les permite a los colegios formar parte de la red acreditada.

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Un playgroup en Las Condes

Hace seis meses que se inauguró la primera escuelita libre y feliz del sector oriente de Santiago. Su fundadora, Romina Cornejo (37), profesora y dueña de un jardín infantil, decidió crearla luego de que a su hijo Romeo (4) en un colegio tradicional no lo dejaran ir al baño y llegara a la casa con los pantalones mojados. La Escuelita Libre y Feliz Paz Cortés ya cuenta con cinco inscritos en kínder y el próximo año abrirán playgroup. Bernardita Fresno (32) es una de las apoderadas que creyeron en el proyecto. "Postulamos a las Monjas Inglesas y al Colegio Alemán, y no quedamos. Mi hija Josefina (5) ya iba al jardín de Romina, así que cuando supe que iban a abrir la escuelita sentí que era una posibilidad. No me había planteado algo no tradicional, porque uno está acostumbrado a lo estructurado y es difícil salirse, pero confié y no me arrepiento. Ella ha aprendido un montón y se despierta queriendo ir al colegio. Eso habla de lo bien que lo han hecho", dice.

La mayoría de las familias principalmente llegan por razones filosóficas, ya que no quieren un modelo tradicional; sus hijos tienen alguna necesidad educativa especial o han sido víctimas de bullying. "A Sabah, mi hija mayor de diez años, desde que entró al jardín la criticaban por no seguir la norma, ya que corría y jugaba mucho. En kínder le hicieron bullying: le quitaban la colación, le pegaban, la amenazaban con que le iban a romper los anteojos. Lo más triste fue que al jardín no le importó. Era tal su angustia que lloraba con vómitos", recuerda Alida Mery (35). Al comienzo la sacó de la educación tradicional y probó con el homeschooling. Le enseñó a leer y a escribir, pero quería que Sabah estuviera con otros niños, que sanara sus miedos. Fue así como hace cuatro años llegaron a Espacio Küyen, en Maipú, donde aplican el modelo junto con dinámicas creadas por sus fundadoras. "En esta escuela se dieron el trabajo de respetar sus ritmos, mientras que en un colegio tradicional la hubieran mandado a una psicóloga", comenta.

Y es que el foco en el cuidado emocional de los alumnos es una de las prioridades. Lefebre Lever plantea que sin emociones bien cuidadas el proceso no se desarrolla, ya que los niños solo memorizan para dar pruebas. "Si emoción y contenidos van de la mano hay aprendizaje real", argumenta la "Abu".

13 horas. Se termina la jornada, los niños se sientan en círculo, cantan mantras budistas y el himno de la escuelita: "Caminando por el barrio me encontré una casita que se llama escuelita, escuelita libre y feliz. Cada día me reciben con abrazos y canciones y me dicen que me quieren y me siento libre y feliz. Juego canto y reflexiono".

El término Escuelita Libre y Feliz desde el 2014 es marca registrada. Este nombre es acuñado por todos los espacios educativos que trabajan con el método Lefebre Lever, creado por María Verónica Rodríguez.

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Espacios educativos Lefebre Lever

Actualmente hay 59 escuelitas libres y felices a lo largo de todo Chile; la mensualidad cuesta entre $140.000 y $320.000. Generalmente funcionan en casas que no necesitan de adaptaciones especiales, lo que les permite obtener una patente municipal de clases particulares o como microempresa familiar, en este caso alguien debe vivir en el lugar. Hay dos tipos de escuelas: las que tienen el sello Lefebre Lever, que siguen la rutina de las dinámicas de aprendizaje y los pilares creados por Rodríguez, y las que combinan el modelo con metodologías similares como Montessori, Waldorf o incorporar ejercicios propios.

R. METROPOLITANA

34. Lancuyen, Santiago.

35. Kimelü, La Florida.

36. Patxu, Estación Central.

37. Escuela Moderna,

San Bernardo.

38. Almeraki, Macul.

39. Ayün, Peñaflor.

40. Ikigai, San Bernardo.

41. Explorador@s del Bosque, Peñaflor.

42. Antumapu, Talagante.

43. Meraki, Quillicura.

44. Munay, San Miguel

45. Senda Feliz, Cerro Navia

46. Espacio Küyen, Maipú

47. Casa Kids, Isla de Maipo.

48. Entreniños, Santiago.

49. Paz Cortés, Las Condes.

R. DEL LIBERTADOR BERNARDO O´HIGGINS

50. Eduk Feliz , Machalí.

R. DEL MAULE

51. Franco Paolo, Parral.

R. DE ÑUBLE

52. Árbol de Vida, Chillán.

R. DEL BÍO BÍO

53. GoKrea, Concepción.

R. DE LA ARAUCANÍA

54. Ayekantun, Curacutín.

R. DE LOS RÍOS

55. Alma Máter, Valdivia.

R. DE LOS LAGOS

56. Küdell, Puerto Montt.

57. Arcoíris, Puerto Montt.

REGIÓN DE AYSÉN

58. Caracola, Coyhaique

R. DE MAGALLANES Y LA ANTÁRTICA

59. Escuelita Alternativa

Bambú, Punta Arenas

R. DE ANTOFAGASTA

1. Alimora, Tocopilla.

2. Pujllai Luinatur, Calama.

3. RukAntü, Calama.

4. Ojos del Salar, San Pedro

de Atacama.

5. Ckontatur, Antofagasta.

6. Macedonia, Antofagasta.

7. Corazón, Antofagasta.

8. Aliwén, Antofagasta.

R. DE ATACAMA

9. Minga Atacama, Copiapó.

10. Los Pekes, Copiapó.

REGIÓN DE VALPARAÍSO

11. Rukayelen, San Felipe.

12. Rayün, Quillota.

13. Casa de Luz, Quillota.

14. Aneley, Limache.

15. Trekan, Limache.

16. Ayekam, Peñablanca.

17. Peumayen, Peñablanca.

18. María Lefebre Lever,

Villa Alemana.

19. Santosha, Quilpué.

20. Antü, Quilpué.

21. Rayün Wilëf, Quilpué.

22. Musaika, Viña del Mar

23. Colibrí, Viña del Mar.

24. Pankar, Viña del Mar.

25. Bosque Mágico, Concón.

26. Valpo, Valparaíso.

27. Lilén, Valparaíso.

28. Arcoíris de sonrisas,

Valparaíso.

29. Kupal Kuyen, Algarrobo.

30. Amuyen, El Melón.

31. Trafún, Villa Alemana.

32. Manque Unakita, Quilpué.

33. Meraki, Viña del Mar.

La rutina

9:00 Ejercicio de actividad neurológica y emocional.

9:10 Actividad de mesa: trabajos en mesa que acompañan aprendizajes temáticos o filosofía.

10:30 Juego libre.

11:00 Colación compartida.

11:30 Actividad con terapias complementarias adecuadas al currículum escolar o excursiones investigativas.

12:45: Término de la jornada y agradecimiento diario.

13:00 Almuerzo para los niños que siguen en talleres en la tarde.

14:00 a 15: 1o Talleres (telas, reforzamiento, inglés o llevan

sus bicicletas).

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