Hace años el Ritalin era, especialmente en niños, el medicamento por excelencia para el tratamiento del Trastorno por Déficit Atencional con Hiperactividad (TDAH). En los 90′s y principios del nuevo milenio su compuesto, el metilfenidato, solía ser indicado por médicos por sus propiedades calmantes que permitían que niños que, en sus palabras, eran demasiado inquietos o que se distraían muy fácilmente, tuviesen un comportamiento “adecuado” para lo que se esperaba de ellos en ese entonces dentro de una sala de clases: que fuesen tranquilos, silenciosos y que tuviesen los ojos en la pizarra.

En la fase universitaria se ha podido constatar el uso (y abuso) de otro medicamento con fines análogos al afamado Ritalin. De acuerdo con una carta publicada en la Revista Médica de Chile, ya en 2012 era posible observar un aumento en el interés de los estudiantes por buscar acceso a medicamentos para el rendimiento. “El modafinilo es un psicoestimulante prescrito generalmente para pacientes con narcolepsia o apnea del sueño”, explica el documento. Pero, además, agrega que desde hace algunos años se ha vuelto conocido como “un potenciador de la función cognitiva”. Es esta propiedad la que, según el autor, motiva el consumo por parte de estudiantes universitarios de Mentix (nombre comercial del modafinilo). “Quienes, además, consumen otras sustancias, por motivos académicos o para disminuir las horas de sueño”. Ya sea para concentrarse, “pasar de largo” o extender al máximo las jornadas de estudio de cara a una evaluación, el consumo de medicamentos sin receta como el modafinilo, es entre los universitarios una práctica prevalente.

La psicóloga clínica de Grupo Mentaliza, Bernardita González Ossandón, con experiencia en tratamiento de pacientes adultos y adolescentes con problemas de adicción o dependencia, explica que si bien hasta ahora no conoce de la existencia de investigaciones científicas al respecto, es posible observar a diario en las consultas clínicas una especie de rito de paso de un medicamento a otro y advierte que finalmente siempre se persigue lo mismo: aumentar la productividad. Bernardita explica que este consumo de medicamentos que ayudan a la concentración (y así mejoran los niveles de productividad de las personas en las distintas etapas de la vida), es reflejo de “una sociedad que busca soluciones rápidas e inmediatas, que tiene miedo al fracaso y al error”.

Y es que el consumo de medicamentos para potenciar el rendimiento, no termina con la obtención de un título universitario. Se trata de una práctica que de alguna forma persiste a lo largo de la vida. Para los adultos, en los últimos años los fármacos más recetados con estos mismos objetivos han sido la lisdexanfetamina o Samexid y el metilfenidato (mismo compuesto del Ritalin) pero que, para este grupo de población se suele comercializar bajo el nombre Concerta, según reportan los especialistas.

“Estos fármacos estimulantes se recetan en su mayoría ante un diagnóstico de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), pero también pueden indicarse en casos de depresión o ansiedad”, explica Bernardita, por lo que su prescripción no está necesariamente sujeta a un diagnóstico previo de TDAH. Además, la especialista aclara que en ocasiones se le puede dar mal uso como medicamentos para lograr una baja de peso rápida. Esto porque “un efecto secundario puede ser la pérdida de apetito”, confirma.

Entre 2020 y 2022 el consumo de Samexid prácticamente se triplicó en el sector privado.

Las cifras

Si bien pareciera ser posible observar una especie de línea de continuidad entre distintos fármacos para mantener un estándar de rendimiento a través de las distintas fases de la vida, la psiquiatra Danissa Alé, que ejerce tanto en el sector privado como en la red de salud pública, aclara que “es un tema un poco complejo porque tenemos pocos datos oficiales”.

La información más actualizada en relación al consumo de estos fármacos en distintos rangos etarios proviene de un informe publicado por el SENDA en 2020 a partir de datos recopilados en 2019. El XIV Estudio Nacional de Drogas en la Población General, analiza la prevalencia de uso de drogas y de ciertos fármacos sin receta. De acuerdo con la información entregada en dicho reporte, el uso de medicamentos estimulantes ha aumentado en los últimos años, particularmente en la población estudiantil. El informe del SENDA registra que el uso de fármacos estimulantes sin receta, en este grupo etario, es 14 veces mayor al que registra la población general. Este mismo fenómeno podría estar replicándose en la adultez con el uso de medicamentos como Samexid (lisdexanfetamina) o Concerta (metilfenidato) que, según explica la siquiatra Danissa Alé, pertenecen a la categoría de los estimulantes. Y es que son cada vez más los pacientes que llegan a las consultas —de manera casi dirigida— a solicitar este tipo de fármacos. “Desde hace un par de décadas que es una práctica que se acostumbra, pero va en aumento”, explica la psicóloga Bernardita González Ossandón. “Y se suele observar más en un nivel socioeconómico medio alto”.

Según datos requeridos a través de la Ley de Transparencia a la Subsecretaría de Salud Pública, este organismo no cuenta con información detallada respecto del consumo de lisdexanfetamina (Samexid), pero sí con datos sobre la dosis diaria definida consumida cada 100.000 habitantes en el país durante los últimos años. La Subsecretaría informa que los datos que acompaña, son proveídos por la Central de Abastecimiento del Sistema Nacional de Servicios de Salud (CENABAST), y dicha información “se encuentra desagregada por: principio activo, concentración, cantidad comprada, proveedor, comprador, fecha de compra, entre otras”. En un archivo adjunto a la respuesta de la Unidad de Transparencia del organismo de salud, se da cuenta de la evolución en el consumo específicamente de lisdexanfetamina en la población. Los datos entregados —que comprenden el período 2016 a 2022— muestran que, en el sector privado, el consumo de Samexid prácticamente se triplicó entre 2020 y 2022.

El acceso

Danissa Alé explica que en Chile el control de sustancias como lisdexanfetamina o metilfenidato es riguroso y, en ese sentido, la especialista no cree que exista un uso problemático de medicamentos para la concentración en adultos. Agrega además que el aumento en el consumo de lisdexanfetamina puede explicarse por otras causas como migración de pacientes ya diagnosticados y que recibían tratamiento con otros fármacos, entre otras posibles causas. “Si bien el control no hace que sea imposible conseguirlo sin receta, sí dificulta las cosas”, agrega.

Por otra parte, la psiquiatra explica que el modafinilo (Mentix) y otro medicamento que se usa con fines similares a los mencionados anteriormente, la atomoxetina, son menos controlados y quizás eso puede explicar la preferencia de universitarios por estas alternativas y no aquellas que requieren de una receta que permite a la autoridad sanitaria llevar un control más riguroso de la venta de estos medicamentos a través de canales oficiales, haciendo también mucho más compleja la posibilidad de generar un mercado negro en torno a estos productos. “Mi impresión general no es que se abuse demasiado, sino que se busca harto”, aclara la psiquiatra. Explica que, “llegan hartos estudiantes y ahora cada vez más adultos en etapa laboral en busca de estos fármacos específicamente por sus cualidades como estimulantes”, pero aclara que, al menos en sus años de experiencia clínica, esto no ha gatillado un aumento en las recetas emitidas para obtener este tipo de medicamentos.

La psicóloga Bernardita González Ossandón, por otra parte, cree que sí estamos frente a un uso problemático de estos medicamentos, especialmente cuando se hace de manera automedicada. “No solamente es riesgoso, sino que ineficiente”, comenta. La especialista agrega que un segundo punto relevante es que hoy, “se acostumbra a usar los remedios para la concentración bajo un contexto de sobre exigencia laboral o estudiantil, buscando formas de rendimiento poco saludables”. La especialista explica que recurrir como primera instancia a estos remedios “es la forma rápida, fácil y cortoplacista de tapar un problema”. Además, recalca, que esta mala práctica de automedicación puede ser un antecedente para desarrollar otros problemas de autorregulación en el futuro.