El pasado 20 de abril, a solo una semana de su cumpleaños número 34, la cantante norteamericana Lizzo reconocida no solo por su música sino también por su activismo dentro del movimiento Body Positive, publicó una foto en su cuenta de Instagram que generó reacciones diversas. En la imagen, Lizzo se veía sentada en una silla gris completamente desnuda cubriendo solo algunas partes de su cuerpo para evitar ser censurada por la aplicación y sujetando una taza de café. En la descripción del post, la cantante reconoció que, en condiciones normales, esta hubiese sido una imagen que ella misma habría editado pero que, en esta oportunidad, había decidido publicar ‘au natural’. La artista explicó que el objetivo detrás de compartir una foto desnuda y sin retocar era compensar los efectos negativos que las redes sociales tienen sobre la autoestima de las mujeres y cambiar la conversación que existe hoy sobre la belleza. “Quiero darles a todos esta selfie sin editar… ahora, normalmente arreglaría mi abdomen y mi piel pero quería mostrarles como lo hago al natural”, escribió en la descripción.
Y si bien esta no es la primera vez que personas se atreven a mostrar sus cuerpos desnudos sin intervenciones, sin duda que, este nivel de seguridad y confianza en la propia imagen no es la regla. Porque, una cosa es sentirse lo suficientemente seguro como para posar sin ropa en una fotografía producida y editada. Otra muy distinta es sentirse tan cómodo con el propio cuerpo como para posar desnudo y verse en una imagen así, tal cual como somos. Y es que la mayoría de nosotros probablemente ni siquiera nos sentimos capaces de vernos al espejo sin ropa por mucho tiempo en la privacidad de nuestro propio hogar. Sería completamente impensado registrar nuestros cuerpos en una foto al natural en las palabras de Lizzo.
Probablemente solo vernos de reojo al vestirnos por la mañana activa una voz interior que repara en todos los defectos que podemos encontrar en ese cuerpo que nos acompaña a diario y que quisiéramos modificar en todas las formas posibles. Pero, al contrario de lo que podríamos pensar, ver nuestros cuerpos desnudos, puede ser una herramienta que nos ayude a mejorar la relación que tenemos con ellos y no empeorarla. Un estudio conducido por el Departamento de Psicología de la Universidad de Londres publicado en 2020 mostró que el realizar actividades desnudos ayudó a los participantes a mejorar en términos generales sus niveles de bienestar. Los resultados de la investigación corroboraron que, tras intervenir las rutinas de los participantes e incorporar en ellas distintas actividades cotidianas que debían realizar sin ropa, el reporte final en sus niveles de satisfacción general con la vida, autoestima e imagen corporal sufrieron mejorías sustanciales respecto de los niveles iniciales registrados. En todos los participantes. Y los efectos perduraron incluso un mes luego de concluida la intervención. “La imagen corporal de un individuo tiene profundas implicaciones en su autoestima y en su satisfacción con la vida en términos generales. Además, es un predictor significativo de trastornos de la alimentación”, explica el documento. “Los resultados sugieren que las intervenciones basadas en actividades nudistas pueden mejorar la imagen corporal y sus efectos generales de forma significativa y duradera”, agrega.
Y si bien el estudio que sistematiza y comprueba los efectos positivos de acostumbrarnos a ver nuestros cuerpos tal como son y desapegarnos de las imágenes de cuerpos ajenos que recibimos a través de medios y redes sociales es relativamente nuevo, se ha comprobado a nivel científico que sus beneficios en la salud mental y aceptación corporal también podemos verlos corroborados de forma experiencial en un caso mucho más cercano.
A fines de 2021 la psicóloga clínica María Isabel Pacareu fue diagnosticada con cáncer y tuvo que ser sometida a un operación en la que le extrajeron el útero. “Después que me operaron me sacaron el útero y y me dejaron una bolsa para poder ir al baño. Se suponía que era transitoria, pero todavía la uso”, explica. “Yo tenía una muy buena base porque como psicóloga trabajo en esto y me trabajé mucho a mí misma pero mi cuerpo cambió radicalmente”, cuenta. Y para ella una de las forma de afrontar los cambios tan drásticos que había sufrido su cuerpo en tan poco tiempo fue viéndolo desnudo, incluso si era difícil. “Fue muy difícil, pero una de las formas fue afrontarlo haciendo una sesión de fotos desnuda. Quería realmente aceptarme y para eso yo necesitaba pasar por el proceso vulnerable de cuando uno se mira al espejo y no está acostumbrada, abrirme a la vulnerabilidad”, recuerda.
El caso de María Isabel es uno particular y extremo de un cuerpo que tuvo que aceptar viéndolo cambiar de forma radical y abrupta. Pero, incluso en esas condiciones adversas, la fórmula que le dio mejores resultados fue acostumbrarse a verlo desnudo. “Estoy convencida de que para las mujeres a nivel social —y lo veo con mis pacientes— hay un peso sociocultural que es muy grande”, comenta. “Entonces cuando te dicen queº tienes que ser de cierta manera porque nadie te va a querer y te van a rechazar si tú eres la persona que estas mirando actualmente en el espejo ¿por qué me miraría con amor ese reflejo si me han contado la historia toda la vida que lo que se ve ahí es algo lejano a lo que sí se tiene que querer? es decir, un cuerpo delgado o un un aspecto de cierta manera”. Además explica que, lo que es aún mas lamentable y complejo, es que estos mandatos de belleza cambian constantemente y muy rápido. Por eso lo que terminamos persiguiendo son estándares imposibles de alcanzar. Es una meta que se mueve constantemente y se aleja cada día, nos elude y no tiene sentido perseguirla. Sin embargo, muchas mujeres lo hacen.
Si bien conocemos los perjuicios de la trampa de perseguir cánones de belleza inalcanzables, la especialista concuerda con los nuevos estudios que muestran que acostumbrarnos a ver nuestros cuerpos desnudos puede contrarrestar ese daño. Y no solo en la teoría, sino también, en la experiencia propia. “Creo que los beneficios de tener la costumbre de verse al espejo o mirar el propio cuerpo desnudo es en primer lugar el autoconocimiento”, comenta. “También el dejar de evitar sentir emociones desagradables que quizás están relacionadas con la imagen. Emociones como la frustración, la impotencia, la tristeza o el que quizás no estamos llegando a la altura de un canon de belleza. Lo cual nos hace sentir inferiores. Entonces empezar a mirarnos hace que integremos esas emociones”, agrega.
La especialista explica que si somos capaces de probar el ejercicio de hacer actividades desnudos y ver nuestros cuerpos tal y como son vamos a poder empezar a también sentir emociones positivas. Podemos comenzar a darnos cuenta que quizás hay pequeñas cosas que sí podemos destacar y que sí nos gustan de nuestro cuerpo y que ese es un punto de partida para la aceptación. Ese es el primer paso. “Quizás no me gusta mi abdomen pero sí me gusta mi pelo o mis piernas”, comenta.
Para muchas el espejo ha sido un enemigo por años. Pero podría convertirse en un aliado. Muchas veces asumimos que ver nuestro cuerpo va a ser una experiencia abrumadora y no tiene por qué serlo. María Isabel explica que, para construir una relación amorosa y sana con el cuerpo tenemos que superar ese miedo y ser capaces de integrar los aspectos negativos pero también aprender a ver los que son positivos de este cuerpo que nos acompaña todos los días.