En febrero pasado el Banco Mundial publicó el Manual para la Planificación y el diseño urbano con perspectiva de género, donde se advertía que históricamente las ciudades han sido diseñadas por hombres y para hombres, limitando así el acceso de las mujeres al desarrollo económico y social. En la oportunidad, Sameh Wahba, director de Prácticas Mundiales de Desarrollo Urbano del organismo, manifestó que: “Esto tiene enormes repercusiones en el acceso de las mujeres al empleo y a la educación, en sus libertades y su seguridad, así como en su salud y su capacidad de acción y decisión y refuerza las desigualdades de género”.

Lo cierto es que según el documento internacional la urbe es más adecuada para hombres heterosexuales y sin ninguna discapacidad, que para mujeres, niñas, minorías sexuales y de género. De esta forma, es habitual ver en las ciudades del mundo calles en mal estado, parques sin iluminación, callejones oscuros y espacios al aire libre sin baños públicos.

Al respecto, Alejandra Rasse, académica de la Escuela de Trabajo Social de Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica e investigadora del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable de la UC, señala que “la construcción de la ciudad no solo tiene una perspectiva masculina, sino que no considera a los niños, adultos mayores ni a personas con discapacidad. En general, todos estos grupos tienen algo en común: el cuidado. Socialmente se los entiende como dadores o receptores de cuidado,y de acuerdo a eso, se los asocia al hogar. Quedan reducidos al espacio de lo doméstico”.

La profesional, además, explica que el espacio urbano más amplio -y que está más allá del barrio- es de quienes atraviesan la ciudad y realizan su vida en lo público. Labores que estaban asociadas hasta hace no tanto tiempo a lo masculino. “De alguna forma la ciudad reproduce para lo urbano el estereotipo que se mostraba en la publicidad de mediados de siglo XX, en que a la mujer estaba con los niños en la casa y se le regalaban electrodomésticos”.

Una de las críticas que se le puede hacer a la forma en que la arquitectura piensa a los habitantes de una ciudad, es el referente que utilizan para ello: el Hombre de Vituvio que dibujó Leonardo Da Vinci y que simboliza al hombre perfecto. Así lo explica Paola Jirón, investigadora y académica de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. “Es a ese hombre perfecto que se le puede diseñar la arquitectura. Sin embargo, no existe ni el hombre perfecto, ni tampoco todos los seres humanos son hombres ni tienen esas dimensiones. Esto se puede traducir a la forma en que se hace ciudad para este hombre perfecto que además es blanco, burgués, heterosexual, sano, joven, hábil, entre otros. La continuidad de este hombre es el Modulor de Le Corbusier, como un sistema de medidas detallado del hombre. Este hombre da cuenta de la universalidad con la que se piensan los espacios, sin reconocer la diversidad de los habitantes en cuanto a sus cuerpos, experiencias y prácticas diferenciadas”.

Los efectos de una urbe pensada para ellos

En 2017 la Cepal realizó un seminario en Santiago llamado Habitar la ciudad con igualdad de género en el que se expuso que las mujeres cuando sienten temor abandonan el espacio público, disminuyen su radio de movilidad, cambian sus recorridos y le temen a la ciudad nocturna. “En la Región Metropolitana las mujeres rehúyen, en mayor medida que los hombres, transitar por algunas calles (un 20,2% frente a un 14,4%) y evitan llegar tarde al hogar (un 73,8% y un 54,5%, respectivamente)”, señala el documento del encuentro.

Sobre cómo la planificación masculinazada de la urbe ha invisibilizado a la mujer y otros grupos de la sociedad, Paola Jirón sostiene que existen aspectos materiales del espacio que hacen que la universalidad desconozca la diversidad de personas que habitan la ciudad. “Esto también implica que todos los temas de miedo e inseguridad en el espacio público, principalmente en cuanto a agresiones a los cuerpos, son generalmente invisibilidades al no ser un problema que enfrentan los hombres. Sin embargo, esto no se soluciona solamente con mejorar el diseño o iluminar las calles, sino con una comprensión más profunda de las implicancias de la vida cotidiana en la ciudad y, sobre todo, la diversidad de experiencias cotidianas en el espacio”.

El espacio público se ha transformado en un símbolo del patriarcado, una forma de observar las relaciones de desigualdad en la práctica cotidiana de muchas mujeres y NNA. Así lo cree Ana Parraguez, académica de la Escuela de Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica e investigadora del Observatorio de Ciudades UC, quien además sostiene que: “Hace 20 años era impensable que las mujeres pudiéramos trasladarnos en bicicleta o caminando de manera segura. Actualmente, muchas mujeres se han identificado con estos medios de transporte, ya que son símbolos de apropiación de la ciudad y emancipación por parte de ellas. Sin embargo, las posibilidades de acceder a estos medios de transporte aún están supeditadas a las realidades económicas de cada territorio, por lo que solo en las comunas más ricas podemos ver un cambio notorio. Aun así, representa una gran conquista para el movimiento feminista asociado a la ciudad”.

Constructoras de ciudades

Desde siempre las mujeres se han apropiado de la ciudad, solo que los espacios conquistados han sido invisibilizados por la cultural patriarcal. Por ejemplo -explica Alejandra Rasse- el barrio es un espacio movido principalmente por las mujeres. “La obtención de vivienda, las mejoras de los espacios públicos, la organización de la vida comunitaria en esa escala más próxima, ha sido siempre femenina. Uno podría pensar que esto es poco o es reductivo, pero al final, fuera de los sectores comerciales o de servicios, todos vivimos en un barrio y esta escala ha sido apropiada y promovida por la mujer”, señala la profesional.

La experta agrega que en el último tiempo se ha mostrado lo problemático que es para las mujeres moverse por la ciudad. Así, muchas no lo hacen porque cuidan o porque a determinadas horas no pueden salir porque se perciben como peligrosas. “Esos problemas han existido desde hace mucho tiempo y limitan el acceso de la mujer a las oportunidades que la ciudad brinda. La movilidad es libertad, es acceso”, señala Rasse.

En 2018, en el marco del Foro Internacional de Transporte, un grupo de mujeres profesionales de distintos países decidieron trabajar en conjunto para intentar contrarrestar dicha realidad. Fue así como nació Mujeres en Movimiento, que agrupa a funcionarias, ex funcionarias y expertas en movilidad, energía y medioambiente de 18 países. Su objetivo es promover el empoderamiento femenino para que haya más mujeres en la toma de decisiones relativas a la ciudad. Dentro de las actividades que promueven está el programa de formación digital Liderasas Urbanas: Movilidad y Género en América Latina, una instancia de formación para muchas que quieren hacer un cambio en la ciudad.

Sobre esta iniciativa, Paola Tapia Salas, primera mujer en liderar el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones en Chile y Fundadora de Mujeres en Movimiento señala que: “Este inédito programa digital de liderazgo otorgará a las 60 participantes seleccionadas (de más de 140 postulantes), un programa de mentorías, acompañamiento personalizado, networking y fortalecimiento de habilidades, en talleres que serán impartidos por una treintena de formadoras de todo el continente. Asimismo, estamos permanentemente colaborando en iniciativas locales y en el desarrollo de estudios sobre movilidad y género, así como seminarios digitales para entregar herramientas de liderazgo en movilidad sustentable. Programa que está en curso y que abrirá su próxima convocatoria en 2021”.

La transversalización del enfoque de género en las políticas públicas y la participación activa de la sociedad civil ha permitido avanzar gradualmente en la visibilización de las problemáticas de las ciudades y en sus soluciones. Así lo cree Tapia quien sostiene que: “Un ejemplo concreto fue la primera política de equidad de género que trabajamos en conjunto con la academia, sociedad civil, organismos públicos y sector privado, que aprobamos el 3 de marzo del año 2018. La política busca promover que más mujeres trabajen en el sector y visibilizar y adoptar medidas para satisfacer las necesidades de las usuarias de los servicios de transporte”.

Sobre cuáles son los desafíos en cuanto a planificación y forma de transportes en las ciudades y con perspectiva de género, la líder del movimiento señala que son determinantes para un cambio profundo: institucionalizar el enfoque de género; impulsar medidas que apunten a la desmasculinización del mercado laboral del rubro de transportes; formular propuestas con perspectiva de género que impacten en el diseño operacional y de la infraestructura del sistema de transportes; mecanismos de sensibilización respecto a la violencia de género en el sistema de transportes. “Lo anterior requiere con urgencia la construcción de indicadores, con evaluaciones permanentes de sus resultados”, puntualiza.