Paula 1118. Sábado 30 de marzo 2013.
Hace cuatro años son pareja y están pensando en dar el gran paso: vivir bajo el mismo techo. Manuela Oyarzún (34) se sienta y en todo momento deja muy en claro que junto a Francisco Pérez-Bannen (42) es "muy feliz". Pero para que eso sucediera no solo ocurrió el milagro del encuentro, sino que también que dos mundos bastante distintos se entendieran. Ella, hija de madre feminista y de padre filósofo, recibió una educación liberal marcada por la horizontalidad en las relaciones hombre-mujer que le inculcó también el colegio Francisco de Miranda. Él, hijo de un matrimonio tradicional, estudió en el Verbo Divino, estuvo casado doce años y es padre de dos hijos.
Ambos protagonizan Locos de amor, la obra de Sam Shepard estrenada bajo su dirección hace 30 años. Dos años después, en 1985 Robert Altman la llevó al cine con Shepard y Kim Basinger. Este clásico contemporáneo del amor disfuncional, ese con gritos, forcejeos y reconciliaciones que no duran nada, tiene a Oyarzún con varios moretones en el cuerpo y a los dos aliviados de que en la realidad no pueden estar más lejos de esa experiencia violenta.
EDUCACIÓN SENTIMENTAL
Manuela: "Mis papás estuvieron 25 años casados y nunca se gritaron. Eso no evitó verme envuelta en relaciones de pareja muy agresivas. Nunca he logrado descifrar por qué. Uno crece con imágenes de teleseries y películas; con historias que funcionan gracias al conflicto. Se piensa que si no está cargado de intensidad, de problemas, de tensiones, no es amor, porque no sientes".
Francisco: "Mis padres llevan 44 años de matrimonio y son pololos y amigos. Se conocieron cuando mi mamá tenía 13 y él 18. Pololearon siete años y se casaron. Son el vivo ejemplo de una historia de amor de película, pero durante mucho tiempo descreí de ese ejemplo. Más joven, en periodos más intelectuales, esa cosa edulcorante del amor no me parecía atractiva y cuestionaba, incluso, que fuese posible. Aunque siempre tuve un Pepe Grillo diciéndome que en mi casa, el lugar donde dormía todas las noches, había una historia de amor bella".
DEFINICIONES DEL AMOR
Manuela: "Mi ideal de amor ha cambiado. A los veinte era encontrarme con alguien que fuese compatible en todas las áreas de la vida: lo sentimental, lo sexual, lo vocacional. Y claramente esa persona no existía. Después de los treinta descubrí la importancia de la estabilidad, la confianza, que el otro fuese una compañía en la cual volcar toda la intimidad, los miedos y deseos sin pudores".
Francisco: "Soy un convencido de que el amor es una experiencia que cuando la encuentras no necesita de mayor explicación ni razón. Eso es lo fascinante. El amor tiene que ver con la manera en que te dispones al otro; con el respeto, en cómo lo atiendes, escuchas y cuidas. Más que hablar de amor prefiero hablar de lo amoroso".
EL LADO OSCURO DEL AMOR
Manuela: "A los 15 años, era muy ingenua. No sabía que existían los celos o la infidelidad. Viví una traición y lloré y lloré mucho. Esa experiencia me llevó a relacionarme desde la desconfianza y nacieron los celos. Tiempo después estuve con hombres de ambientes conservadores y muy celosos. Yo venía de una educación liberal, de un colegio mixto en el que las relaciones eran de igual a igual, era relajada con la ropa y el escote, y me pasó que me dijeran 'así vestida no vas a salir'".
Francisco: "Muy tempranamente fui traicionado y eso me marcó. Supe que era capaz de ser radical frente a eso, de decir: 'ok, me traicionaste, entonces no me vas a volver a ver nunca más'. Esa determinación me permitió tener seguridad, confiar y no ser celoso. He aprendido a ser más flexible. Hoy podría conversar una infidelidad".
LA INFLUENCIA DE MI MADRE FEMINISTA
Manuela: "Mi madre es feminista y ha ejercido una fuerte influencia sobre lo que yo he elaborado sobre el amor. Mi comportamiento ha estado determinado por la independencia, de que hay que ser una mujer autosuficiente y muy sensible respecto de la discriminación. A veces demasiado sensible. Recuerdo la primera vez que me regalaron un peluche. Casi vomité. Pensaba que era un regalo obsoleto para mis códigos. Consideraba que hombres y mujeres éramos iguales. Hoy tengo un punto de vista menos radical. Creo que en una pareja heterosexual uno no es igual al otro. También ha cambiado mi posición respecto de temas domésticos, como cocinar. Antes consideraba que era parte de un rol secundario respecto del trabajo u otras inquietudes. Ahora veo que cocinar, que lo hago pésimo, es una forma de compartir. Ese aprendizaje es consecuencia de tener una relación sana y amorosa".