En el último tiempo, probablemente la mayoría de las personas han escuchado hablar de la microbiota intestinal y su importancia. Y sobre todo, de cómo es fundamental la alimentación para ayudar a que esas millones de bacterias que habitan nuestros organismos puedan tener un buen desempeño, porque su impacto en la salud física y mental de las personas es enorme. Sin embargo, un estudio reciente publicado por la prestigiosa plataforma de investigación PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences), sugiere que habría otros factores que hasta ahora estarían siendo menos considerados y que también influirían en la microbiota de las personas, y tendrían que ver con el estrés o traumas que experiencia la madre incluso antes de concebir. Esto, también dejaría huellas en las futuras generaciones a través de la salud intestinal de sus hijos.
Antes que nada, debemos entender qué es la microbiota. Catalina Valdés, health coach del Institute for Integrative Nutrition (IIN) con posgrado en microbiota y nutrición ayurvédica (@catavaldes_healthcoach), explica que esta se compone de miles de tipos de microorganismos que pueblan el intestino, la piel, la vagina, los ojos, la boca, entre otros. En general, todas las cavidades del cuerpo. “Si bien cada una tiene su característica particular, están unidas e influyen una sobre la otra. Así, si tienes problemas de piel, esto siempre me estará hablando del estado de tu microbiota intestinal. Es única e irrepetible en cada persona, es como una huella digital, somos lo que la microbiota hace con lo que comemos”, explica.
La microbiota cumple distintas funciones en los organismos: ayuda a eliminar desechos, mantiene en buen estado la barrera intestinal, digiere nutrientes, metaboliza vitaminas, participa en la formación de las hormonas y neurotransmisores, entre otros, explica la experta. Asimismo, su composición y diversidad se ve afectada por distintos factores que van desde la alimentación, los remedios que tomamos, hasta factores ambientales que nos rodean, hábitos, manejo del estrés, entre otros.
El estudio
La investigación analiza datos recolectados de 450 pares de madres e hijos que viven en Singapur. A través de muestras fecales a los niños, los científicos analizaron las composiciones de sus microbiotas, enfocándose en tres grupos distintos, según el tipo de adversidad por el que habían atravesado las madres. Un grupo reunía a aquellas que habían sufrido maltrato en sus infancias, ya sea físico, sexual o de otro tipo; otro congregaba a aquellas madres que habían sufrido de ansiedad en el embarazo; y el último reunía a aquellas que habían enfrentado algún evento altamente estresante, como podría ser un divorcio o una muerte de alguien cercano.
Los investigadores encontraron diferencias en las microbiotas de los niños dependiendo de los grupos anteriormente mencionados a los cuales pertenecían. Por ejemplo, aquellos niños que eran hijos de madres abusadas, tenían microbiotas similares entre ellos y diferentes a los de los otros grupos. Otra cosa que concluye la investigación, es que la presencia del estrés en los primeros años de vida se asocia con disminuciones en la diversidad de la microbiota del niño, y la diversidad es una característica fundamental para un sistema saludable.
Si bien se deberá estudiar con más determinación estas relaciones, el descubrimiento se agregaría a diversas investigaciones que se han llevado a cabo en el campo de la psiquiatría nutricional, y que indicaría otra vez la conexión que existe entre la salud estomacal y el cerebro, sobre todo después de experimentar traumas, estrés o distintas adversidades. Otros estudios anteriores, ya han advertido la relación que existe entre la microbiota y distintas afecciones, tales como la depresión, ansiedad y enfermedades cardíacas.
De hecho, en este estudio publicado por PNAS, además de encontrar una relación entre las microbiotas de los niños y el tipo de estrés o traumas que habían sufrido las madres, también rastrearon el estrés experimentado por los niños en sus primeros años de vida, observado una relación entre ciertos microbios intestinales asociados a la inflamación y el aumento de problemas en la salud mental de esos niños a partir de cierta edad. Como dijo Bridget Callaghan, una de las autoras del estudio entrevistada al respecto por The Washington Post, “la adversidad tiende a estar por debajo de la piel”.
Catalina Valdés explica que antes se pensaba que los bebés venían con la microbiota como una “hoja en blanco”, y recién dependiendo de la forma como nacía -parto natural, normal o cesárea-, y según el tipo de lactancia, comenzaba a formarse su propia microbiota, las que son distintas según sea el caso. Sin embargo, indica que estudios han encontrado ciertos microorganismos en la placenta que se parecen a los que tiene la propia madre en la boca, y que podrían ser entregados a través del torrente sanguíneo. Además, dice que se ha estudiado que el útero no es un lugar estéril, sino que a través del cordón umbilical la madre comparte no solo sangre y nutrientes, sino también microorganismos. “El sistema inmune de un niño comienza a programarse desde el útero, no salen al mundo sin entrenamiento previo. El padre también importa en esta ecuación, el semen tiene su propia microbiota. O sea, vemos que todos los factores importan y aportan. Ahora, si los padres del recién nacido viven juntos antes de la gestación, pues su microbiota se parecerá entre ellos al compartir fluidos donde se entremezclan y colonizan ambas microbiotas. Lo mismo ocurre si hay mascotas en la casa”.
Dicho todo lo anterior, la profesional señala que el estrés físico o emocional que produce vivir un trauma, afecta directamente la microbiota de la madre, y por ende la del hijo. “Se ha visto que un bebé expuesto a un trauma durante su vida intrauterina, en su desarrollo de vida presenta una menor adaptación al estrés en general. La microbiota tiene un impacto significativo en el sistema inmunológico”, dice, y agrega que, según sus estudios, el estrés de la vida temprana está asociado con una alteración de la microbiota intestinal en niños que corresponden a cambios en el funcionamiento afectivo y cognitivo”.
Las relaciones intergeneracionales
Los traumas relacionados a distintos problemas de la vida pueden ser traspasados de distintas maneras. Actualmente, se están realizando diversos estudios a nivel mundial sobre este traspaso y cómo puede influir la genética, los comportamientos aprendidos, e incluso las experiencias colectivas de los distintos grupos.
El estudio publicado por PNAS indica que esas experiencias pueden ser traspasadas a los bebés incluso cuando han ocurrido mucho antes de ser concebidos, y si bien plantea conexiones entre el estrés y la microbiota de los niños, hay quienes dudan de que esta relación sea tan estrecha. Estas personas señalan que si bien puede ser posible, dado que los primeros microbios que forman esta salud intestinal son traspasados en el parto, es más probable que esa transmisión ocurra por medio del ejemplo y el comportamiento de los padres ante los niños, entre otros factores.
Con todo, Valdés indica que si bien la microbiota se ve afectada por múltiples factores que muchas veces escapan de nuestro control, “es evidente que lo que ponemos en nuestra boca es importantísimo, pues nuestras bacterias intestinales comen con nosotros cada vez que comemos, por lo tanto, a cada bocado puedo decidir estar sano o afectar a mi microbiota”.
En este sentido, explica que la alimentación ultra procesada, los aceites hidrogenados, el exceso de harinas y azúcares, dañan nuestro organismo. “En tres días puedes tener una microbiota que será tu aliada en cumplir tus propósitos de cambio de dieta. Es necesario restringir, bajar o eliminar el consumo de alimentos que lo irritan, inflaman y al cual nos volvemos sensibles. La dieta de eliminación es una intervención que funciona muy bien en casos de enfermedad y es un alivio para nuestro organismo. La inflamación es equivalente a tener un incendio dentro del cuerpo y no puedo sanar ni sentirme mejor si estoy en emergencia, por lo tanto, necesito nivelar rangos de glucosa, sanar la barrera intestinal y sus mucosas y esto no se logra con remedios -que son más químicos apagando síntomas-, sino con cambios de estilo de vida, y entre ese cambio está nuestra alimentación”, señala Valdés. De hecho, este 24 de septiembre la profesional iniciará un taller que busca ayudar a las personas a recuperar su salud en cuatro meses, por medio de un cambio en la alimentación.