Estudio ‘Cómo se reparten las tareas del hogar ellos y ellas’ evalúa cómo ha cambiado la participación de los hombres durante la pandemia

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Durante los últimos días de junio, la consultora Criteria y la Red de Mujeres en Alta Dirección (REDMAD) realizaron un estudio cuantitativo para dar cuenta de cómo habían cambiado los hábitos ligados al involucramiento en las tareas domésticas y de cuidados durante la pandemia. Titulado ‘Cómo se reparten las tareas del hogar ellos y ellas’, el estudio reveló que si bien la cantidad de hombres que participa en tales labores había aumentado –de las actividades identificadas, casi todas fueron realizadas al menos una vez por más de la mitad de los hombres en la semana anterior al sondeo–, el nivel de involucramiento de las mujeres, aun cuando ambos han estado trabajando desde el hogar (en el caso de parejas heterosexuales convivientes), sigue siendo mayor.

Y es que las cifras, como dice la socióloga y analista de Criteria, Camila Sepúlveda, dan cuenta de una realidad que percibimos y cuyas consecuencias vivimos a diario, pero que no dejan de ser alarmantes: “Más hombres se involucran en las tareas domésticas, eso es cierto, pero cuando desglosamos los resultados nos damos cuenta de que pocas veces hacen las tareas que no quieren hacer o que ellos consideran desagradables. Versus las mujeres que las hacen igual, aun cuando no quieren”, explica. “Y verlo en números es impactante”.

El propósito del estudio, como explica la especialista, es el de proveer una radiografía al nivel de involucramiento en las tareas del hogar y de cuidados por parte de hombres y mujeres para poder dar cuenta, a su vez, de cómo se han ido adaptando y redistribuyendo las responsabilidades en este nuevo contexto. Y por lo mismo, el estudio considera los dos grandes ejes –actividades del hogar y cuidados de niños y niñas– que también se consideran en la Encuesta nacional del uso del tiempo (ENUT), cada una con sus respectivas categorías; cocinar, lavar la loza, hacer la mesa, planchar, hacer las compras, realizar trámites afuera, sacar la basura, cuidar la mascota y lavar o reparar ropa son solo algunas de las actividades que se identifican en la primera categoría. Mientras que hacer las tareas, jugar, alimentar, bañar, vestir, dar consejos, leer cuentos y ser apoderado son algunas de las que constituyen la segunda.

Los 798 entrevistados fueron consultados, por ende, con respecto a esas tareas, y algunos de los resultados develaron que las únicas actividades del hogar realizadas por más hombres que mujeres son las que se llevan a cabo afuera, tales como hacer los trámites, las compras en el supermercado o llevar la ropa a reparación o a la lavandería. De hecho, en la semana previa al sondeo, un 88% de los hombres consultados había realizado compras, versus un 84% de las mujeres, y un 70% había hecho trámites versus un 48% de las mujeres. Pero no era el caso, por ejemplo, con tareas como la limpieza de la cocina, planchar o lavar ropa, todas realizadas en su mayoría por mujeres; un 92% de ellas había hecho limpieza de cocina la semana anterior, versus un 82% de los hombres. En cuanto al planchado, un 66% de las mujeres lo había hecho, en comparación con un 42% de los hombres. “Esta diferencia en el tipo de actividades realizadas más por hombres o por mujeres devela primero que las tareas aun no se distribuyen de manera equitativa, y dos, que los hombres hacen las actividades que tienen que ver con el espacio público más que las que son propias y esenciales de la casa”, explica Sepúlveda.

Aun así, llama la atención que 12 de las 13 actividades del hogar fueron realizadas, al menos una vez, por más de un 50% de los hombres. “Estamos viviendo el cambio y eso es evidente porque también preguntamos respecto a los estereotipos de género y pudimos ver que, al menos en el discurso, no es mucha la gente que los sigue apoyando o reforzando. Hay mayor consciencia respecto a que no se trata de una habilidad natural que tengan las mujeres, ni que sean mayormente sensibles. La capacidad de hacer tareas domésticas o de cuidado no tiene que ver con algo inherente a la mujer, se entiende que son constructos sociales”, explica Sepúlveda. Así mismo lo demostraron las cifras cuando frente a la afirmación ‘Un niño o niña siempre va ser mejor cuidado/a por una madre que por un padre’, solo un 19,1% dijo estar de acuerdo.

Pero a su vez, como profundiza la especialista, eso daría cuenta de que el hecho que sigan siendo más las mujeres las que se hacen cargo de estas tareas, tiene que ver con una incapacidad del hombre de hacerse cargo; una incapacidad enraizada en lo cultural. “Ese es el desafío que se nos viene ahora; no solo reconocer el problema, sino que elaborar la solución. Por una cosa de hábitos y costumbre, y porque nunca se les exigió socialmente que se involucraran, los hombres no se han hecho cargo en el pasado, pero ahora el libreto cambió. En la pandemia muchos se dieron cuenta que no era un tema de habilidades naturales, sino que de trabajo. Hacerse cargo de las tareas domésticas y de cuidado es pega y esfuerzo”. En los cuidados es justamente donde escasean más, porque en casi todas las actividades identificadas ahí, son muchas más las mujeres que los hombres las que las realizan, excepto cuando se trata de jugar o de llevar a los niños al colegio.

Fue por eso también que el estudio quiso indagar en el nivel de agrado o desagrado con el que hacen las actividades. Los resultados arrojaron que cuando se trata de tareas de cuidado, se observa una corrección muy fuerte entre el nivel de agrado que sienten los hombres y el tipo de actividades que realizan; es decir, muy pocos de ellos hacen las tareas que no quieren hacer o que consideran desagradables. O las realizan con poca frecuencia. Versus las mujeres que realizan al menos cuatros actividades –y con mucha frecuencia– aun cuando no quieren hacerlas. “Es justamente ahí que se devela esta gran diferencia; los hombres no hacen lo que no quieren hacer cuando se trata de cuidar, pero eso en algún minuto va a tener que cambiar. El conflicto de ahora tiene que ver con que si estamos los dos en la casa, no puede haber una que trabaja más que el otro”, explica Sepúlveda.

Otros datos que arrojó la encuesta establecen que existe una diferencia generacional; los hombres jóvenes (25 a 44 años) están más involucrados que los mayores (45 y más) en las tareas del hogar; así mismo, 39,5% de los jóvenes muestra altos niveles de involucramiento versus un 27,8% de los mayores. Pero por otro lado, se develó que los hombres en general que no tienen pareja asumen más responsabilidades en el hogar que aquellos que viven en pareja. Y es que un 48,9% de las mujeres con pareja tiene un involucramiento alto en las tareas del hogar, mientras que solo un 26,9% de los hombres en pareja se involucra altamente. “Eso es algo del cual tenemos plena consciencia, pero verlo en cifras es impactante; el hombre en pareja se acomoda y quiere ser regaloneado. Al final, lo que arroja esa cifra es que ser mujer y estar emparejada con un hombre implica hacerse cargo de sí misma y también del otro. No es equitativo y aun falta mucho por avanzar en corresponsabilidad”, afirma Sepúlveda.

Para eso, como explica, tiene que existir un cambio cultural y de paradigma, que también se fomenta a través de las políticas públicas y los esfuerzos del sector privado; “Este es el momento en el que todos estos temas se destaparon y las empresas tienen que asumir iniciativas que estén en función del reconocimiento de la doble o triple jornada de la mujer”, termina Sepúlveda. A lo que Maribel Vidal, vicepresidenta de REDMAD, quien concuerda en que el tema de los cuidados sigue siendo la piedra de tope, agrega: “Mientras no avancemos como sociedad en la distribución equitativa de estas tareas, el país tendrá una brecha de crecimiento económico. El Banco Central ha estudiado profundamente este tema y se refiere a la necesidad de una distribución más equitativa de ocupaciones remuneradas y no remuneradas”, explica. “Las organizaciones de la era post pandemia necesitan transformarse para estar a la altura de los nuevos desafíos, lo que a su vez implica avanzar rápidamente hacia una cultura de los cuidados compartidos, para permitir que todos podamos participar y desarrollarnos en igualdad de condiciones”.

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