Estudio de Prodemu: 77% de las mujeres encuestadas dice haber vivido algún episodio de violencia oculta
Existe más de un tipo de violencia dentro de un contexto de pareja. Si lo representáramos como un iceberg, la punta visible sería la violencia física, la que es evidente y que en los casos más dramáticos termina en femicidio. Pero bajo la línea del agua existen otras violencias, muy cotidianas y desgraciadamente, muy normalizadas en algunos sectores de la sociedad. Esta suele ser definida como violencia invisible y está muy ligada a la idea del amor romántico.
Hablamos, por ejemplo, de limitar el acceso al dinero familiar, a no poder tomar decisiones respecto a las propias amistades o a cómo se visten, pero también a humillar, amenazar y agredir psicológicamente. En este contexto, la fundación Prodemu realizó una encuesta a nivel nacional, titulada Desmitificación del amor romántico y violencia invisible, en la que entrevistó a 625 mujeres mayores de 18 años, que se encuentran en las posiciones más vulnerables de la sociedad. Por ejemplo, el 32,8% del total de participantes constituye a mujeres que se declaran dueñas de casa y un 31,2% trabajadoras independientes. Un 17,9% corresponde a pueblos originaros, un 28,7% vive en zonas rurales, 38,4% no ha terminado la educación escolar y en promedio tienen un ingreso del hogar declarado de $245.930.
Los resultados de la encuesta son dramáticos. Un 77% de las encuestadas ha vivido violencia simbólica o indirecta en alguna relación de pareja. Un 39% asegura que estas conductas agresivas, por parte de la pareja, le producen inseguridad, y un 25% dice haber sido acosada tras terminar la relación. También un 26% ha escuchado, de parte de una pareja: “si no estamos juntos, me voy a morir”. Por otro lado, un 45% de las mujeres encuestadas contó que alguna de sus parejas se ha enojado porque hablaron con otra persona, y un 48% señaló que las han avergonzado o minimizado.
Actualmente se está llevando a cabo una campaña, recordando a las personas que pueden llamar al 1455 en caso de que necesiten orientación respecto de alguna situación de violencia contra la mujer. Pero la Directora Ejecutiva de Prodemu, Paola Diez Berliner, asegura que aunque en el último tiempo el uso de ese número ha aumentado en un 200%, solo se usa para denunciar violencia física o explícita. “Este tipo de violencia, que es oculta, invisible, simbólica, es más frecuente en lo cotidiano”, explica y agrega: “Estos comportamientos se naturalizan, no solo por parte de las mujeres sino que desde la sociedad completa. Cuando ves que en la calle un hombre le grita a una mujer, o que la manda a callar, no te das vuelta porque está naturalizado”.
Respecto a comportamientos cotidianos que tenemos naturalizados y que son violentos, agrega: “A nuestras madres les dejaban la plata en el velador, no podían administrar nada, no podían tomar decisiones respecto a la familia o la relación de pareja”.
“Queremos alertar sobre estas situaciones, educar a la comunidad completa para que se reconozcan estas acciones y dichos; que se pongan límites dentro del marco del buen trato, porque las mujeres también están en una situación de defensa por lo oprimidas que han estado, y empiezan a tratar de controlar, gritar, y se mezcla una situación de violencia completa”, añade en relación al escenario con el que se suelen encontrar cuando las mujeres no cuentan con la información o las herramientas para salir de una situación de violencia.
Un problema transversal y transgeneracional
Dentro de su análisis, el estudio da cuenta de que las mujeres de entre 19 y 39 años son las que declaran, en mayor medida, haber sufrido situaciones de violencia invisible. Porcentaje que disminuye a medida que avanzan los tramos etarios, llevando a que las mujeres de 60 años o más, sean las que menos señalen haber sufrido situaciones de violencia. Esto, evidentemente, no quiere decir que estas mujeres mayores no hayan sido víctimas durante su vida.
“Hay un empoderamiento mayor”, reconoce Diez entre las mujeres más jóvenes, que son las que más denuncian. “Las mujeres mayores dan relatos con los que uno se horroriza, pero ellas lo asumen como parte de su condición de ser mujeres. Si yo contara lo que ellas cuentan, lloraría, pero a ellas no les cambia ni el tono, por ejemplo, recordando una vez que les pegaron y no las tomaron en cuenta en la comisaría porque no estaban ensangrentadas”.
Si bien se encuestó a mujeres de un sector socioeconómico vulnerable, la violencia invisible no es exclusivo de ese rango. “La violencia es transversal, pero en los ambientes con más posibilidad de educación hay más consciencia, se habla del tema y no se normaliza”, dice la abogada, pero agrega: “En ambientes socioeconómicos más altos, hay muchas mujeres sin independencia económica, porque se han dedicado a la familia. Y pese a que son más mujeres las que entran a la universidad, la tasa de empleabilidad femenina está muy por debajo de la media de los países latinoamericanos”.
Responsabilidad social
Uno de los problemas a los que apunta la Directora de Prodemu, es que se le deja toda la responsabilidad de superar una situación de violencia a las mujeres, lo que lleva a que muchas veces se bajen las denuncias, o simplemente no se haga nada. “Toda la sociedad debiera ser corresponsable de este tema y poder reaccionar, denunciar, y que la responsabilidad de terminar con la violencia no recaiga solo sobre la mujer, porque muchas no pueden, no quieren porque tienen hijos, o no pueden porque no tienen independencia económica”.
“Las mujeres no pueden ser las únicas responsables”, propone: “Las querellas debieran continuar solas, sin que se puedan retirar, porque es un tema de orden público y debieran haber políticas públicas claras. Estamos avanzando en visibilizar, pero falta mucho camino por recorrer”.
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