Cuando Magdalena (30) estaba embarazada, se imaginaba su parto como un momento especial. Como madre primeriza, soñaba con que su guagua tuviera una llegada emocionante, pero sobre todo tranquila y libre de complicaciones. Aunque era consciente que las cosas podían ser distintas a como las planificaba, se preparó buscando con detalle a un equipo médico que pudiera atender ese deseo. Sin embargo, como era pandemia y estaban activas las restricciones sanitarias, gran parte de ellos no pudieron entrar a la sala en el momento del parto. Ahí, el proceso se volvió largo y doloroso.

“En la clínica me tuvieron que hacer una cesárea de emergencia. En el momento estaba súper entregada, pero tenía mucha pena y me sentí frustrada porque se quebró la expectativa del parto. La única que pudo entrar fue mi matrona, porque los demás eran doctores que estaban de turno que no eran cercanos a mí. Si bien el equipamiento de la clínica era muy pro parto respetado, tampoco me sentí apoyada”, dice y puntualiza: “Hace poco recordé que estuve con los brazos amarrados y que me sentí vulnerada y sola”.

De acuerdo a datos recolectados en la primera encuesta sobre violencia obstétrica en Chile, publicados en 2022 en la Revista Panamericana de Salud Pública; un 79,3% de las mujeres confiesa haber experimentado alguna forma de maltrato en este tipo de circunstancias, por parte de profesionales de la salud. Es por eso que la Escuela de Gobierno de la Universidad Católica de Chile, en colaboración con la Universidad de Notre Dame; ha estado llevando adelante una investigación para determinar cómo los hospitales y clínicas de maternidad en nuestro país atienden a las mujeres durante el período perinatal.

El objetivo de este estudio -realizado entre 2022 y 2023- no solo ha sido determinar la calidad de las prestaciones recibidas, sino examinar cómo las instituciones promueven, o no una cultura de amor y encuentro que brinde un enfoque integral y respetuoso a las madres, con el propósito de prevenir problemas de salud mental, como la soledad. “Las expresiones de amor y cuidado hacia las madres suelen quedar fuera del ámbito del discurso institucional, donde a menudo tiene prioridad un enfoque en resultados cuantificables de eficiencia y productividad”, dicen en el estudio.

Pero, ¿qué han encontrado? La investigadora principal, Thana de Campos-Rudinsky, PhD en derecho de la Universidad de Oxford; sostiene que, durante el trabajo de campo, se identificaron varias preocupaciones y patrones comunes en las tres poblaciones estudiadas: administradores de hospitales y clínicas, profesionales de la salud, y pacientes (madres y padres).

Mientras que equipos médicos y administradores expresaron desafíos relacionados con la rigidez de los protocolos y la gestión de las instituciones que limitaba su capacidad para brindar atención personalizada; las madres se sentían ignoradas, no comprendidas e incluso culpables. “Como si no las estuvieran mirando, o no las entendieran muchas veces. Lo que encontré interesante es que, en estos tres grupos, todos compartían un miedo común. En el caso de los profesionales de la salud, miedo a que, si se desviaban del protocolo y algo salía mal, podían tener problemas con la administración o enfrentar cuestiones legales. Y las pacientes, miedo por no poder expresar sus necesidades, comunicarse de manera efectiva, o que se les hiciera algo no deseado durante el parto”, dice la magíster en derecho internacional de la Universidad de Sao Paulo.

Tener una experiencia de parto donde las pacientes no son escuchadas, puede ser perjudicial para el proceso de maternidad. La psicóloga perinatal y creadora de @maternidadybienestar.cl, Francisca Polloni Prado, explica que, al tratarse de un período con tantos cambios físicos y psicológicos, se genera un estado de vulnerabilidad emocional. “Entonces, si existe una falta de escucha y empatía, puede llevar a una sensación de inseguridad y soledad. Aquí el contexto completo debiera ser de sostén, apoyo y cuidado. Cuando eso no existe, es riesgoso”, manifiesta.

Es por eso que la propuesta de los investigadores UC puede ser innovadora. Desde una óptica que promueve una ética del cuidado y amor, están creando un instrumento de medición -una scorecard- que busca evaluar la calidad de la atención que, las madres y los padres de recién nacidos, reciben en clínicas y hospitales. Sin embargo, lo interesante es que lo hacen incorporando variables relativas a la atención integral, evaluando aspectos como la dedicación y la personalización en el trato recibido durante el parto.

“Se está produciendo un cambio en la cultura institucional, no solo en Chile, sino también en otros países, por la necesidad de adoptar un modelo médico diferente. La interacción entre el médico y el paciente, donde ambos son expertos en diferentes áreas y aportan conocimientos diversos, resulta fundamental para garantizar una atención de calidad”, dice Thana de Campos y específica que el primer piloto de este instrumento se realizará en Chile durante 2024, para luego ser aplicado en otros países.

“Tenemos que avanzar en el amor y el cuidado en todas las profesiones y partir por el ámbito de traer vidas al mundo. Necesitamos equipos médicos que escuchen y acojan a las mamás; que empaticen y sean cuidadosos; y que visibilicen a la mujer y lo que está pasando. Para eso tenemos que generar mucha conciencia de qué es lo que significa esta etapa, partiendo por ginecólogos y matronas. Es eso lo que necesitamos: personas que te hagan sentir que tienes soporte y que te están cuidando”, concluye Francisca Polloni.