Eufemismos: “Cuando alguien dice ‘negrito’ porque les parece muy fuerte decir ‘negro’, se termina infantilizando o denostando aun más”

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“Su mamá llegó hace un par de horas y ‘está muy nerviosa’, le dijeron a Clara. Ese día comenzaron los eufemismos”.

Clara es la protagonista de Eufemismos –la novela debut de la escritora Ana Negri (Ciudad de México, 1983)– que narra la relación entre ella y su madre, un vínculo intenso que evidencia la complejidad de los afectos que se tejen en las relaciones maternofiliales, así como las luces y oscuridades que dibuja el pasado sobre la vida de ambas. En este caso, además, la hija arrastra la carga emocional de las historias del exilio de su madre, desde las cuales construyó su vida. A partir de ese pasado, que aunque la atraviesa no se atreve a llamar suyo, ha levantado una vida desde su propio exilio en la soledad de un departamento en Ciudad de México.

El libro saca a la luz los relatos que quedaron en la memoria de la última dictadura en Argentina, pero también de cierta forma, desde su título, nos habla de la importancia del lenguaje y cómo éste refleja procesos y contextos. Porque en la vida de Clara y su madre, hay muchos eufemismos, como cuando la va a buscar y le dicen ‘está muy nerviosa’, cuando en realidad su madre está a punto de tener una crisis de pánico.

Por definición, un eufemismo es una palabra o expresión menos ofensiva que sustituye a otra de mal gusto que puede ofender o sugerir algo no placentero o peyorativo al oyente.

Son muy utilizados en el lenguaje políticamente correcto para evitar posibles ofensas a grupos de individuos, o como instrumento de manipulación del lenguaje para hacer más fácil la aceptación, por parte de la “masa”, de ideologías que, expuestas de otro modo, resultarían reprobables. De hecho, proviene de la palabra griega euphemia, de las raíces griegas eu, que significan “bueno/bien” y pheme, que significa “hablar”.

Según el Diccionario de la lengua española, un eufemismo es una “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta o franca expresión sería dura o malsonante”, es decir, es una voz más elegante, vaga o ambigua que sustituye a otra cuya denominación resulta inoportuna, ofensiva, vulgar o hiriente en una determinada situación comunicativa. Pero para Ximena Azúa, académica del Departamento de Educación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile y Doctora en Literatura, los eufemismos son parte de una cultura que, muchas veces, reflejan a una sociedad de las apariencias. “Decimos algo sin decirlo y creemos que lo suavizamos. Sin embargo, a partir de esos eufemismos también damos cuenta de una cierta hipocresía o un doble sentido respecto de algunas cosas, porque muchas veces los utilizamos para decir algo con una cierta segunda intención”.

Pone el ejemplo de las personas afrodescendientes. “Cuando alguien dice: es “negrito”, porque suena muy fuerte “negro” –cuando se debería hablar de afrodescendiente– se termina infantilizando o denostando aun más, e incluso se devela que quien habla ve una diferencia, como si se tratara de una persona que no es igual a ella. Por tanto, este tipo de eufemismos, en vez de ser una expresión menos ofensiva –como plantea su significado– terminan teniendo un efecto contrario y dejan en evidencia a una sociedad que es clasista y racista”, dice la experta.

De hecho, la función principal de sustituir a aquellas voces socialmente ofensivas o inaceptables por otras más “elegantes”, no es el único propósito de los eufemismos, ya que, como apunta el autor Pedro Chamizo Domínguez, el eufemismo sirve para otras funciones secundarias. De este modo, empleamos los eufemismos como mecanismo de cortesía (mi señor esposo por marido, o mi señora esposa por mi mujer); para elevar la dignidad de una profesión u oficio (asistente técnico sanitario en lugar de enfermero o asistente ejecutiva para secretaria); para dignificar a personas que sufren enfermedades o minusvalías o atraviesan circunstancias penosas (tercera edad en lugar de viejos, invidente por ciego); para ser políticamente correcto (tercer mundo para referirse a países pobres); y para suavizar la evocación de una situación penosa o triste (pasar a mejor vida, no estar entre nosotros o descansar en el Señor por morir). Chamizo también apunta al uso del eufemismo como un modo de “manipular objetos ideológicamente”. Así, podemos decir embrión en lugar de feto y decir interrupción voluntaria del embarazo en vez de aborto.

Ximena explica que en Chile esto ocurre mucho con grupos históricamente menoscabados como los pueblos originarios, los afrodescendientes o las mujeres, y también con temas valóricos. “Los eufemismos esconden algo más profundo, porque de alguna manera nosotros pensamos a través del lenguaje y entonces en él, denotamos algunas maneras de cómo pensamos”. En esto la religión y el conservadurismo han hecho su parte. Un ejemplo clave es que recién en 1998 se promulgó la ley que consideró que todos los hijos tienen los mismos derechos frente a sus padres, independiente de si están casados o no. “Recuerdo que en una ponencia, expuse sobre unas cartas de Javiera Carrera en las que se refiere a Bernardo O’Higgins Riquelme, el padre de la patria, como el ‘Huacho Riquelme’. Muchas personas en la ponencia se empezaron a parar, porque consideraban que era un insulto. Luego me comentaron que decir algo como eso –más allá que estaba leyendo un párrafo de las cartas– era muy violento y que habían otras formas de decirlo”, cuenta. Dice también que tiene que ver con que la época de la Colonia en Chile duró casi tres siglos formalmente, pero hay muchas costumbres de coloniaje que aún tenemos como sociedad chilena y eso se expresa en el lenguaje.

El psicoanalista y académico de la Universidad Diego Portales, Felipe Matamala, agrega que a nivel psicológico los eufemismos son síntomas de temáticas tabú a nivel cultural y familiar. “Se ven muchas veces como alianzas o pactos de silencio, que se dan de manera inconsciente y sirven para establecer vínculos que perduran. Para eso decidimos no hablar de ciertas cosas. Hacemos como que esas cosas existen, pero no están presentes a nivel más consciente. Sirve para referenciar ese problema o experiencia dolorosa, que al otro le puede impactar, pero con otras palabras”. Como le ocurría a Clara y su madre –en el libro los Eufemismos– que decidieron construir su relación desde ahí, desde el disfraz de las vivencias que a ella le ocurrieron en dictadura y que no quería que afectaran también a su hija. Sin embargo, lamentablemente, por más eufemismos que utilicemos, la realidad nunca se podrá disfrazar.

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