Uno de los elementos más característicos de la sociedad latinoamericana es que aún subsisten relaciones de subordinación laboral al interior del hogar, pero a pesar de que la empleada doméstica es una figura tremendamente determinante, recién comienza a entrar en el debate cultural y las producciones artísticas.

El acercamiento creativo a este tema alcanza una belleza y rigor extraordinarios en el trabajo que Ruby Rumié y Justine Graham llevan realizando hace dos años. Estas artistas exploraron con sensibilidad, ternura y sentido crítico la relación que se establece entre la dueña de casa y la empleada, en la cual la desigualdad social se mezcla con la dependencia y el amor genuino.

Lejos de enfatizar el conflicto, las artistas quisieron revelar aquello que las une: ambas son mujeres, comparten historias, deseos y miedos y, sobre todo, comparten el mismo espacio doméstico. El trabajo consistió en entrevistar y retratar a 50 parejas de mujeres (constituidas por la dueña de casa y su empleada) pertenecientes a Colombia, Chile y Argentina. Cuestionando nuestros prejuicios sociales y de clase, las artistas hicieron el ejercicio de neutralizar los signos externos que hablan de las diferencias, dejando a ambas mujeres en igualdad de condiciones. Todas fueron retratadas con la misma luz, en la misma postura y encuadre y utilizando una camiseta blanca. "Nos interesa resaltar las características individuales de cada mujer y debilitar la relación jerárquica. Por ello, establecimos un marco formal común para todos los registros fotográficos. La idea es eliminar las clasificaciones externas, dándoles a ambas mujeres la misma visibilidad. Esto hace que el espectador tenga que buscar en sus códigos sociales para adivinar quién es quién".

Todas las entrevistadas fueron fotografiadas con la misma luz, encuadre y usando una polera blanca.

El trabajo de Rumié y Graham se articula como un proceso creativo que supera los límites convencionales del arte para introducirse directamente en las relaciones sociales. Las artistas buscaron a sus retratadas, las entrevistaron, propiciaron conversaciones entre ellas, organizaron instancias de interacción. Este tipo de trabajo que se mete en la trama social se denomina arte relacional y cada vez son más los artistas en el mundo que adoptan esta perspectiva. Más que una exposición, Lugar común es una experiencia que nos toca a todos.

Un almuerzo en la vereda de la calle Rosal entre empleadas domésticas, dueñas de casa y las dos artistas cerró el laborioso proyecto visual Lugar Común

Fotos de tamaño real en el MAVI

La muestra en el Museo de Artes Visuales (plaza Mulato Gil, Lastarria, hasta el 8 de agosto) se inicia con 100 imágenes de tamaño real de las 50 parejas de frente y de espalda, que cubren la totalidad de dos extensos muros. A esto se suma un video con cientos de imágenes del proceso, que revela las miradas, gestos y emociones que marcan la relación de estas mujeres. Y se proyecta, sobre una tela blanca, un cómplice almuerzo compartido por las mujeres –retratadas y artistas– en la vereda de la calle Rosal, en las afueras del estudio de Ruby Rumié. También hay atractivas gráficas con las respuestas de las dueñas de casa y empledas domésticas a un cuestionario que les hicieron las artistas.

Dupla creativa

Juntas y por separado, Ruby y Justine han participado en numerosos proyectos. Aquí, algunos de ellos.

- Apilar mi cerro: las artistas reunieron a adolescentes del cerro Santo Domingo, en Valparaíso, con el fin de estimularlos a volver a mirar y valorar su espacio público. Los chicos debían elegir un lugar peculiar del cerro y hacer una instalación. Por ejemplo, en el lugar más peligroso escribieron la palabra "peligro" con cuchillos de los vecinos.

-Por mayor y detalle: en este proyecto Ruby Rumié retrató a los trabajadores del Mercado El Cardonal de Valparaíso, que está en franca decadencia. Le interesaba recuperar el patrimonio intangible dándole valor al factor humano y, por otra parte, hacer una crítica respecto de cómo los grandes supermercados han desplazado estos espacios. Imprimió las siluetas de los trabajadores en contenedores industriales que vendió en Santiago y Nueva York. Luego, los llevó de vuelta a la feria con el registro de los retratos. Los trabajadores se reconocieron, pero esta vez dotados de un nuevo valor.