Una mujer escuálida, de cuerpo anguloso, con la cara pálida, posa en una revista con la espalda encorvada. En su rostro de niña lleva una mirada perdida, sobre un maquillaje de sombra negra pronunciada, transmite apatía y también fragilidad. Así comenzó a retratar el mundo de la moda a la mujer bella, elegante y glamorosa de los años noventa. Algunos definieron esa tendencia, iconizada por la modelo Kate Moss, como de la “niña abandonada” o heroin chic. A partir de esa revolución de la moda femenina -que dejó atrás los estándares ochenteros de maquillajes coloridos y de cuerpos sanos y fuertes- la mayoría de las celebridades que seguíamos con admiración fueron alineándose y reafirmando su belleza bajo ese estándar de delgadez extrema.
Pasaron los años y las alfombras rojas fueron llenándose de modelos, actrices y cantantes como Jaime King, Winona Ryder, Angelina Jolie, Victoria Beckham, Cristina Aguilera, Lindsay Lohan, Nicole Richie, entre tantas otras, que lucían cuerpos cada vez más delgados, de abdómenes planos con caderas huesudas y extremidades como hilos. La vida de la mujer se estableció en base a una competencia por perder kilos, donde su peak de felicidad y éxito era proporcional a su delgadez, sin importar las consecuencias. Para las niñas que crecimos en aquellos años esos estándares no fueron indiferentes. A medida de que nuestros cuerpos se fueron desarrollando, intentamos moldearnos a punta de dietas y contra nuestro crecimiento natural a esas siluetas que prometían belleza y sofisticación.
Las consecuencias fueron devastadoras para una generación; durante la década de los 90 y 2000 el aumento de trastornos alimenticios se incrementó drásticamente. Para la psicóloga Roxana Brodsky, especialista en trastornos alimentarios, esa generación de niñas y adolescentes vio mermada su autoestima y autovaloración por el hecho de crecer con modelos de belleza inalcanzables de manera sana y alejados de la realidad. “Nos fue afectando en el sentido de sentirnos siempre inconformes con nuestros cuerpos, inadecuadas, poco atractivas, poco valoradas. Estos estándares de belleza se nos fueron vendiendo no solo como lo bello, sino como la manera de ser exitosa, de tener pareja, de ser feliz. Si bien el origen y causa de los trastornos alimentarios no está solamente basado en estos estándares, sí tuvieron y han tenido una influenza muy importante en la proliferación de la anorexia, bulimia y trastorno por atracón. El aumento fue viéndose década a década como consecuencia de intentar manipular el cuerpo o tratar de controlarlo”.
¿A qué crees que responden esos estándares de belleza instaurados en los noventa y los dosmil?
Pienso que estuvieron orientados en denigrar el cuerpo femenino y en una negación de la femineidad. Buscaban una apariencia andrógina, y todo lo propiamente femenino, como lo pueden ser las curvaturas del cuerpo, era suplantados por mostrar huesos y angularidades. Por otro lado, se buscaba una constante insatisfacción, porque en la medida en que estamos y nos sentimos insatisfechas vamos a ir tras el consumo, como productos de belleza para tratar de alcanzar esos estándares.
La psicoterapeuta feminista Constanza Buneder, experta en dependencia emocional y autoestima, y parte de la organización La rebelión del cuerpo, también explica que estos estándares excesivamente delgados fueron asentando la idea en niñas y adolescentes de que habitar ese cuerpo era una puerta al éxito y la deseabilidad. “Existen tres fuentes principales de aprendizaje social: la educación formal, la familia y los medios de comunicación y publicidad. De niñas aprendemos de estas tres fuentes qué significa ser mujer, cómo tiene que ser nuestro cuerpo y cómo debemos ser para que nos quieran. La consecuencia de crecer con los estándares de los años 90 y 2000 fue que creímos que entre más flacas éramos, mejor estábamos. Comparamos nuestros cuerpos normales y naturales con cuerpos excesivamente delgados, photoshopeados, trabajados por una industria que históricamente se ha preocupado por vender y no por lo que comunican. Esto ha llevado a una frustración y odio por nuestros cuerpos”, dice.
La recién participación en la semana de la moda de Milán de la conocida casa de moda Versace fue considerada como histórica por la prensa. En la pasarela de su colección primavera verano 2021 se incluyeron por primera vez a tres modelos plus size luciendo sus diseños, que además eran de rasgos latinos y afroamericanos, alejándose del estereotipo predominante en la moda de la rubia blanca. Impulsados por el movimiento body positive, que busca la aceptación, visibilización y autovaloración de todo tipo de cuerpo, diversas marcas se han ido abriendo de a poco a otros modelos. De hecho, Calvin Klein, que en los noventa instauró el heroin chic con su campaña para el perfume Obsession, actualmente incluye modelos plus size en sus emblemáticas fotografías en blanco y negro con ropa interior. En las alfombras rojas vemos, a su vez, cantantes más voluptuosas como Rosalía o Beyoncé y actrices y celebridades que rompen los estándares de la delgadez, como Kim Kardashian, Rebel Wilson o Melissa McCarthy.
Roxana avista algo de esperanza en esos pequeños cambios significativos -aunque tímidos aún- que están evidenciándose en los estándares de belleza actuales. “El hecho de que se vayan abriendo y se acepten y se valoren cuerpos más diversos va a tener y está de a poco teniendo efectos muy positivos en las niñas. Es algo que tenemos que seguir potenciando en post de la salud física y mental de las generaciones venideras y de las niñas y adolescentes. Poder transmitirles el mensaje de que no hay un ideal de belleza o tipo de cuerpo adecuado o bello y que la belleza no es la que nos asegura el éxito, la felicidad o el amor o la valoración en la vida. Eso va a hacer que las niñas se sientan más seguras consigo mismas, más empoderadas, con menos complejos”.
Desde la Rebelión del cuerpo, Constanza reafirma que estos cambios, más que significativos son fundamentales y urgentes. “Las mujeres adultas perdimos mucho tiempo de niñas sintiéndonos insatisfechas con nuestros cuerpos, odiando y tratando de cambiar cosas de él por sentir que estaban lejísimos de lo lindo y deseable. Si en los medios se empiezan a mostrar cuerpos reales, las niñas tendrán la oportunidad de crecer viendo que todo tipo de cuerpo está bien, y de entender que no hay que ser de ninguna forma física en particular para ser amadas”.