En Chile cerca del 30% de la población vive con un dolor persistente, es decir, que se podría manifestar todos los días. Y si hablamos de intensidad, generalmente el dolor no es leve. El dolor crónico tiene dos aristas: Por un lado, está aquella ligada la lesión de tejidos, relacionada directamente con el sistema nervioso central. Y por otro lado existe el factor emocional, que en parte tiene que ver con la vivencia, la percepción de un acontecimiento y cómo va afectando el organismo.

Ambas aristas me llevaron a tratar pacientes que viven con dolor. Pienso que de esa manera, puedo contribuir con algo medular en sus vidas. Y es que, cuando las personas viven con dolor, todo se vuelve más pesado y eso puede hacer que pierdan la parte linda de la vida. Cuando hay una desregulación emocional o existe estrés se producen problemas y eso es algo que muchas personas tienden a ignorar: estos factores inciden en la experiencia con el dolor. Es como si se produjera un círculo vicioso… Una retroalimentación.

Un dolor crónico no se comporta igual que un dolor agudo. En los inicios de mi carrera, empecé a investigar y me di cuenta que había una gran carencia en cuánto al manejo este tipo de dolor. Las mismas investigaciones han demostrado que hay mucha gente desilusionada porque no están conformes con su tratamiento. Como el dolor es una experiencia, el paciente sufre de muchas formas: no solamente tiene que ver con una estructura inflamada, también puede sentirse triste o tener miedo, y cuando eso se expresa la vida se complica bastante.

En diagnósticos como la fibromialgia, por ejemplo, donde las y los pacientes tienen dolor persistente y sobrellevarlo implica una carga emocional extra, la persona lo pasa mal y por esto mismo le es más difícil manejar el dolor, porque ¿quién anda contento con dolor? Nadie. Es todo lo contrario… Andas triste o enojado.

La salud mental y el dolor son conceptos que clínica y científicamente están muy correlacionados, pues se afectan bidireccionalmente. Es decir, la presencia de uno predispone la presencia del otro. Lamentablemente, es común ver pacientes que cursan una depresión y/o trastornos de ansiedad asociados a un dolor crónico. Es realmente necesario tener ambos focos para el análisis y tratamiento de estos diagnósticos, pues puede significar un cambio radical en la forma de vida del paciente, además de un alivio.

Tuve un paciente el año pasado –ya está de alta– que tenía un dolor crónico, un lumbago. No era un dolor solo físico, también estaba atravesando una depresión, entonces no estaba bien. Cuando llegó a la consulta tenía una parálisis facial, de esas que son de origen idiopático. Lo que más se sospecha es que haya sido de causa viral o por estrés, porque éste baja las defensas y podemos ser más susceptibles a una infección viral. Este paciente estaba muy desesperanzado, deprimido y fuera de todo también había quedado sin trabajo, por lo que tenía preocupaciones financieras. Como tratamiento, el primer objetivo era salir de la parálisis, para después ir trabajando lo demás como el estrés y el lumbago. A lo largo de la terapia trabajamos todas esas cosas y después de meses de esfuerzo se encuentra estupendo: ya no siente dolor y la parálisis se fue por completo. En estos días está trabajando de mejor manera el estrés e incluso encontró trabajo. Le está yendo bastante bien. Él es contratista, así que además me ayudó con unos arreglos en mi casa. Ganamos ambos.

La perseverancia y entrega de este paciente es un gran ejemplo de la constancia con la que cada uno debe involucrarse en el tratamiento, tanto el afectado como el profesional. Su cambio fue tan impactante, que incluso me ha acompañado a algunos congresos en los que expongo sobre el dolor crónico, kinesiologías y salud mental. Él se siente partícipe de estas instancias contando su experiencia. Creo que eso también jugó a favor. De repente ofrecerles estas cosas a los pacientes hacen que se comprometan más y que conecten desde otra perspectiva: que él o ella sepa que tú vas a estar siempre ahí para apoyarlo, es reconfortante.

En mi experiencia, he podido ver que los dolores persistentes se comportan de manera extraña. Pueden llegar a expresarse distinto en comparación a un dolor agudo o un golpe, donde lo que suele pasar es que hay un enrojecimiento en el área y en la medida que eso evoluciona, se soluciona. Cuando el dolor es constante, generalmente no se ve; hay veces que puede ser como una corriente eléctrica, te puede dar mucho frío o, por el contrario, calor. De cierta manera cuesta entender qué es lo que está pasando.

La carrera que promueve el movimiento no es ni la medicina ni la enfermería: es la kinesiología. En los tratamientos, intentamos conectar con ese dolor, lo que es un gran desafío… El poder sacarlos adelante es algo que me mueve día a día: ver a mis pacientes sentirse mal también me llega. Yo empatizo con ellos, siento su sufrimiento e inmediatamente quiero intentar de resolverlo con las medidas que yo tenga a mi mano. Si bien conectar es importante, esto debe ser en la medida precisa. Cuando el dolor pasa a rumiar nuestras cabezas y no dejas de pensar en él en todo el día, pasas a un estado de catastrofización, donde cada vez te sientes peor. La idea es el paciente se conecte desde la forma del aprendizaje y del avance, pero no desde la rumiación porque eso acarrea estrés y a su vez se genera dolor.

La alianza terapéutica, o trabajar con un equipo multidisciplinario es fundamental. Sabemos que los ejercicios pueden ser desafiantes, aburridos… Una lata, pero estos diagnósticos no se van de un día para otro. Hacer algo que no da resultados de inmediato, fácilmente da para desertar, sin embargo, lo relevante acá es que el paciente siempre sea sincero y transparente todas sus afecciones, de manera que se pueda ayudar a trabajar desde las distintas aristas, de la mano por un mismo objetivo.

A mis pacientes les digo que nunca pierdan la esperanza… Y en caso que la pierdan, nunca se estanquen en la búsqueda. Una cosa es pensar que nada te va a hacer bien y lo otro es rendirte. Son dos escenarios distintos. En algún momento va a llegar alguien con el que vas a conectar y eso es crucial. Muchas veces, cuando hay un problema de dolor persistente, los profesionales no se conectan con los pacientes o el modelo terapéutico no da… Algo pasa que se genera una desconexión y muchas veces no tiene que ver con la patología, qué esta sea muy poderosa, es solo falta de conexión y además de entendimiento. Es como si yo estuviese entrenando a un deportista: solo vas a obtener buenos resultados cuando hay una verdadera alianza, de lo contrario no hay avances.

Lo importante siempre es buscar y ser consciente de lo que está ocurriendo porque es mucho más fácil abordar un problema cuando uno lo ve. Los terapeutas que trabajamos con el manejo del dolor, acarreamos una mayor conciencia de empatía respecto a lo que puede llegar a experimentar el paciente.

Para mí, como profesional, es muy gratificante ver cómo el proceso terapéutico hace que los pacientes mejoren el manejo de su dolor, funcionalidad, estado de ánimo y calidad de vida. Me motiva poder ayudar a los pacientes y a su vez a sus familias, amigos y ser parte del engranaje de la comunidad. Poder colaborar en el alivio de su dolor y en el trabajo por su bienestar como persona a llevar una mejor calidad de vida, sin duda, nos hace ser más felices a todos.

Felipe Figueroa es kinesiólogo y vicepresidente de la Sociedad Chilena de Kinesiología en Salud Mental, miembro de la Asociación Chilena para el Estudio del Dolor. Director del centro de medicina hiperbárica: Be balance @kinesiologofelipefigueroa