"Que se vayan los pololos", fue uno de los gritos que se repitieron en la marcha multitudinaria del pasado 8 de marzo, en una nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer. La petición la hacían algunas manifestantes a propósito del fuerte llamado que hubo este año a que a la movilización no asistieran hombres, llamado que puso sobre la mesa de manera más explícita el debate sobre el papel de los hombres en el movimiento feminista.
El feminismo nació como movimiento para levantar las demandas de las mujeres, que eran y siguen siendo vulneradas en una serie de aspectos en comparación a los hombres. Hace años era impensado que un hombre se llamara a sí mismo feminista o que participara de las manifestaciones y, en general, más que simpatizar, se burlaban. Pero eso ha ido cambiando. "Soy feminista hace más de 20 años. Cuando empecé, y hasta hace poco tiempo atrás, nunca me topé con hombres que se consideraran feministas. Esto es una experiencia bastante reciente, yo lo veo en mis estudiantes. Y esa es justamente la razón por la que hemos empezado a hablar más de separatismo", explica María Stella Toro, historiadora feminista, integrante de Resueltas Feministas Populares, docente en la UDP, Silva Henríquez y Fundación Epes.
Para María Stella, en la historia del movimiento feminista el separatismo ha sido más una estrategia que un fin. O sea: no es que el feminismo plantee una sociedad sin hombres, sino que, por distintos motivos, necesita crear ciertos espacios en donde participen solo mujeres. Según sus investigaciones, en el mundo occidental comenzó a practicarse cerca de los años 20 por la necesidad de las mujeres que participaban en política de generar espacios propios, porque no las consideraban de forma seria en los espacios mixtos de los partidos. En 1939, por ejemplo, se conformó la Acción de mujeres socialistas, parte del PS. En el primer número de la revista que formaron señalan que urge conformar un grupo aparte para validarse, porque no las escuchaban ni tomaban en cuenta. Incluso, cuentan, había compañeros que afirmaban que la presencia de mujeres los desconcentraba.
Por ese entonces, todavía no se hablaba de separatismo. Una de las primeras autoras feministas en acuñar el concepto fue la filósofa estadounidense Marilyn Frye, quien advirtió del separatismo masculino existente en la sociedad en instancias tan normalizadas como clubes nocturnos, sindicatos, equipos deportivos o militares. En su publicación Algunas reflexiones sobre separatismo y el poder, de 1977, define la separación feminista como "una separación de varios grados o modos de los hombres y las instituciones, relaciones, papeles y actividades que son definidas por hombres, dominadas por hombres y que operan para el beneficio de los hombres y la manutención del privilegio masculino siendo que esa separación es iniciada o mantenida, de acuerdo con su voluntad, por mujeres. El separatismo masculinista es la segregación parcial de las mujeres de los hombres y de los dominios masculinos por la voluntad de los hombres. Esa diferencia es crucial".
Si antes la razón principal para crear espacios separatistas era poder expresar las opiniones de forma libre y respetuosa, a eso se ha sumado la necesidad de crear "espacios seguros", libres de violencia. "El separatismo tiene una trayectoria histórica que es larguísima, pero actualmente aparece como una discusión pública por la mayor visibilización de los distintos tipos de violencia que vivimos las mujeres. Tendía a verse solo como femicidio, violaciones o violencia física extrema, ya que en espacios compartidos te daban un agarrón, te decían un piropo o te acosaban, y lo veíamos con más liviandad. Pero ahora se entienden también como violencia esas experiencias más cotidianas, el abuso de poder. Ese es un salto muy importante", dice María Stella.
Esta amplificación del espectro de lo que se entiende como violencia se debe al trabajo de distintas organizaciones civiles, como las que han luchado contra el acoso callejero, y de movimientos como #MeToo, que masificó las declaraciones de experiencias propias de abuso, dando cuenta de que la gran mayoría de las mujeres ha vivido violencia de género.
En este nuevo contexto, los espacios separatistas aparecen como una opción para disminuir las probabilidades de sufrir algún tipo de violencia, ya que la inmensa mayoría de quienes la ejercen son hombres. Efectivamente la primera razón que esgrimen actualmente feministas que justifican espacios separatistas, es la necesidad de contar con espacios seguros.
Pero no es un tema del todo resuelto dentro del feminismo. Si bien hay acuerdo con respecto a que las sujetas protagonistas del feminismo somos las mujeres, hay diferencias en cuanto al grado de participación que pueden y deben tener los hombres dentro del movimiento, y también si pueden concebirse o no como feministas.
Eso explica que existan diversos niveles de separatismo. Porque puede tratarse de un encuentro de lectura solo de mujeres, no escuchar canciones con letras sexistas, tomar la decisión de dejar de trabajar para hombres o incluso no sostener relaciones sexoafectivas con hombres. ¿De qué va a depender el nivel? Marilyn Frye afirma que más que tener que ver con perseguir una meta personal o política, se dan de forma natural según las experiencias de vida, por "la repulsa instintiva y auto-preservante de la misoginia sistemática que nos rodea".
Dentro de lo que podríamos llamar uno de los primeros niveles de separatismo, se encuentran los talleres de formación feminista que da la agrupación Vaginas Ilustradas, que son solo para mujeres. Las instancias se han convertido en un éxito; ha habido reuniones que han sumado hasta a 100 personas. "En espacios mixtos todos los aprendizajes y la carga que traemos de lo que nos significa ser mujeres u hombres modifica los espacios y muchas veces silencia a las compañeras. Lo que buscamos es generar espacios seguros, donde nosotras seamos las que tengamos la palabra y nos atrevamos a hablar. En la vida escolar, lo primero que una aprende es que los hombres son los primeros en levantar la mano y los que van a tener la razón. En contra de eso tratamos de generar espacios en donde por lo menos esa barrera esté liberada", explica Constanza Larenas, socióloga feminista integrante de Vaginas Ilustradas.
Isabel Álvarez, integrante de la Red de Lesbofeministas, explica que el separatismo también permite que afloren nuevas formas de organ
ización y de relacionarse. "Todas las estructuras institucionales, las maneras en que nos organizamos, han sido definidas por el patriarcado, entonces es muy difícil relacionarnos de otro modo si esa figura está demasiado presente. En la red, por ejemplo, no tenemos ninguna estructura jerárquica; tomamos las decisiones entre todas y tratamos de que sean por consenso, todo basado en el respeto y el compañerismo. Y esa es una manera de organizarse que es distinta", dice Isabel.
Para ella, el separatismo no se practica solamente en instancias de organización política o de formación feminista, sino que también escala al plano sexoafectivo. "El lesbofeminismo es una postura dentro del feminismo que apunta a que la heterosexualidad es una práctica sexual y una elección. Nosotras al ser lesbianas somos doblemente oprimidas y decir que somos lesbianas es una posición política. Creo que siendo lesbiana es más fácil no caer en contradicciones, porque estar vinculadas directamente con quienes nos oprimen dificulta un poco la libertad en el activismo", comenta Isabel.
Hay exponentes del lesbofeminismo, como Kate Millet, que incluso han dicho que las mujeres que mantienen relaciones heterosexuales "duermen con el enemigo". "El amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas. Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban. Tal vez no se trate de que el amor en sí sea malo, sino de la manera en que se empleó para engatusar a la mujer y hacerla dependiente, en todos los sentidos. Entre seres libres es otra cosa", es una de sus declaraciones más famosas.
Ni Constanza ni Isabel reconocen a los hombres como enemigos, pero sí consideran que no pueden autodenominarse feministas. "Sí pueden llamarse antipatriarcales. Pero más allá del nombre, no los he visto organizarse. Porque esto no se trata solo del 8M, sino que de la vida en general, de cómo se desenvuelven en distintos ambientes. Nuestra propuesta es destinar nuestra energía, conocimientos y aprendizajes para dialogar entre mujeres, ya que no creemos que sea nuestro rol ni responsabilidad educar a los hombres. Nuestro llamado es a que ellos se organicen. Si una revisa cuántas organizaciones de hombres hay que repiensen su masculinidad, yo ubico a dos. En el fondo no hay un cuestionamiento de los privilegios", dice Constanza.
En Chile existen organizaciones de hombres antipatriarcales. Una de ellas es la Asamblea antipatriarcal de varones de Santiago, cuyo Facebook tiene casi 3 mil seguidores. Otra era Kolectivo Poroto que, aunque dejó de existir formalmente en 2017, mantiene su página web activa con material disponible para descargar sobre feminismo y masculinidades. En el sitio, se invita a los varones a "ser parte activa en la deconstrucción del patriarcado" y se explica que el objetivo de la agrupación es "construir alternativas de encuentro, diálogo y reflexión para la transformación, atendido que otra de las características del patriarcado es impedir u obstaculizar las instancias en que los hombres puedan observarse, sentir/se, conocerse y detenerse a pensar y generar nuevas formas de relaciones entre hombres, con las mujeres y la comunidad".
"Un hombre no puede ser feminista, porque entendemos como feminismo el movimiento social e histórico hecho por mujeres para mujeres que tiene como objetivo la liberación de estas de las distintas violencias que sufrimos a manos de los hombres en una sociedad patriarcal. Tenemos que pensar qué sociedad queremos las mujeres y cómo va a funcionar. Los hombres no deberían estar involucrados en los lineamientos y estrategias de nuestro movimiento. Eso pasa con todos los movimientos sociales: nadie cuestiona que a una asamblea mapuche vayan solamente mapuche", dice Natalia Amado, integrante de Fresa (Feministas Radicales de Santiago). Y añade: "Independientemente de que ellos estén de acuerdo o no con el feminismo, todos los hombres se benefician por el patriarcado. Además, no han hecho el ejercicio de reconocer en conjunto lo que les han hecho a las mujeres y cuestionarse sus propias prácticas. Veo hombres que abrazan la bandera del feminismo, pero no les cuestionan a otros hombres el consumo del porno o la prostitución".
Dentro del movimiento feminista, también existe un debate respecto si el separatismo debe incluir o no a las mujeres transgénero, ya que algunas feministas radicales sugieren que solo pueden ser feministas las mujeres biológicas. A pesar de esto, cada vez son más los sectores que consideran que las mujeres trans son sujetas del feminismo y por lo tanto los espacios separatistas las deben incluir. Las convocatorias de Vaginas Ilustradas, por ejemplo, dicen explícitamente que están invitadas mujeres cis (para referirse a quienes cuya identidad de género coincide con su sexo) y trans (para referirse a quienes cuya identidad de género no coincide con su sexo). La convocatoria del Bloque Contrahegemónico del 8M es todavía más directa: "no está dirigido a hombres cis, considerándose hombres cis heterosexuales, homosexuales, bisexuales, pansexuales, racializados, migrantes, diversos funcionales, en todo el espectro".
Para Romina Ramírez, transfeminista y docente en la UMCE y la escuela Amaranta Gómez, no tiene nada de malo que existan instancias separatistas donde sólo participen mujeres cis, así como considera importante que existan espacios donde solo se comparta entre mujeres trans, mujeres indígenas o mujeres migrantes, ya que cada grupo tiene experiencias y demandas específicas. "Vivimos violencias y discriminaciones distintas y no tiene nada de malo crear espacios donde hablemos de nuestras cosas. Pero hay que distinguir los espacios reflexivos de otros como la marcha y la huelga, donde se dan a conocer todas las demandas. Nosotras somos mujeres y tenemos pleno derecho de estar ahí. El movimiento feminista lo que reivindica es al sujeto femenino oprimido, entonces la protagonista del feminismo es la mujer en todas sus formas y fondos", dice.
La Asamblea Plurinacional Feminista, que agrupa a cerca de 20 organizaciones feministas, también incluye mujeres transgénero. Además, tiene una postura distinta con respecto al rol de los hombres en el feminismo. "Creemos en un movimiento social amplio en el que el feminismo pueda ser sentido común. Y si una piensa el feminismo desde ahí, claramente es pensado en la diversidad de la sociedad y eso incluye a los hombres", afirma Camila Aguayo, una de las voceras de la Asamblea e integrante del Frente Feminista de Izquierda Libertaria, también integrado por hombres de su partido. Desde su perspectiva, tanto la marcha como la huelga podrían haber incluido la participación de hombres con el fin de aunar fuerzas entre el movimiento feminista y otras organizaciones sociales para crear una convocatoria masiva, especialmente por el contexto del estallido social y el plebiscito del 26 de abril.
"Bajo mi juicio, un hombre sí puede decirse feminista. Y para llevar una política feminista tiene que transformar sus prácticas de relaciones con hombres y mujeres y cuestionar las formas de organización política. La suspicacia con la que ven ciertas mujeres esta militancia de hombres es completamente válida, pero al menos yo, como veo la política con una disputa institucional, no puedo no pensar en una transformación con hombres", dice Camila. "El feminismo es una forma de aproximarse a la realidad, una forma de estudio, una herramienta política y de emancipación. Y en ese sentido, es la emancipación de todos los sujetos que componen la sociedad", concluye.