Se masificó con la fuerza de un ritmo de moda, pero lleva vigente más de 20 años. En tela de juicio muchas veces por su extracción barriobajera y sus letras explícitas, el reggaetón ha sido acusado varias veces de ser un estilo que incita y masifica ideas sexistas.
Para algunas feministas, una pista de baile con este estilo de música de fondo fue un espacio en el que aprendieron a conocerse y a soltar su cuerpo. Eso, además, en un contexto que antes parecía intimidante, lleno de miradas depredadoras. En la fiesta se presentó la posibilidad de descubrir la autonomía, la posibilidad de decir que no, de negar, consentir o buscar la cercanía con otro cuerpo. Porque a fuerza de punteos no elegidos, muchas escolares aprendieron a levantar miradas firmes y parar en seco, trazando así una distancia entre las amigas con las que sí querían bailar y el resto.
Aunque la resistencia feminista desde el perreo empezó a tener un espacio más visible en medios de comunicación y en la discusión académica en los últimos años, no es una corriente nueva. Ivy Queen es una puertorriqueña que está presente en el género desde sus inicios, y busca demostrar a través de sus letras que la pulsión de la libertad crece en cualquier espacio. El reggaetón no es la excepción.
La Caballota, como se ha hecho llamar, lanzó su primer disco, Mi Imperio, en 1997. El álbum partía con Soy mujer, una canción que remataba con la frase "Como mujer yo soy blanco de la policía y de la injusticia". En 2003 entraba en los primeros puestos de los rankings con Yo quiero bailar, un tema que casi 20 años después es considerado un himno para hablar del consentimiento, explicando que por más que una baile, se frote y contorsione, no quiere decir que se tiene que acostar con quien tiene al frente. "Mujeres pa' la disco a perrear, pero que él no se crea puede jugar", sigue sonando tan fuerte, que el 8 de marzo la reggaetonera subió a su cuenta de Instagram un video de la marcha chilena, donde se podía ver una multitud de mujeres coreando su canción.
Reggaetón sexista en un mundo sexista
Anamías Ixaya dedica su tiempo libre a investigar sobre reggaetón. Condujo el podcast "Las Rompediskotecas" (disponible en Spotify) y ahora administra @nomequitenelperreo, una cuenta de Instagram y página web donde vuelca sus conocimientos sobre un género que, en sus inicios, disfrutó con culpa. Como una adolescente fanática de la música hardcore punk, comenzó a acercarse a este ritmo como algo que solo se podía bailar y actualmente, desde el lesbofeminismo, lo reivindica como un espacio de goce y que como todo lo que se mira con perspectiva feminista, no está exento de violencias. "Hay que pensar que está construido por hombres, ¿y qué lugar está libre de machismo en este patriarcado que atraviesa todo?", se pregunta.
"La cultura occidental está teñida, amparada y cimentada en el patriarcado", explica escritora e investigadora de música urbana Andrea Ocampo, para explicar que al igual que la trova, el pop o cualquier género, este ritmo no está libre de machismo. Junto a la bailarina y coreógrafa Ana Albornoz, quien a lo largo de su carrera ha trabajado con exponentes del género como Franco el Gorila y actualmente trabaja con la cantante Denise Rosenthal, realizan un taller teórico-práctico de feminismo y reggaetón. Con él llevan esta música a espacios como universidades, liceos y encuentros feministas, invitando a soltar el cuerpo y expandir un debate que muchas veces genera culpa y contradicciones.
Mujeres exuberantes bailando pasivas y conquistadas son parte de una corriente del reggaetón donde la mujer está en una posición que rara vez tiene voz y ocupa un rol casi accesorio, tanto en los videos clip como en las letras. Esa es una de las críticas que más se ha levantado contra el género. Hace un tiempo, inlcuso, el cantante J Balvin fue criticado porque señaló que las culpables del reggaetón machista eran de las mujeres que seguían consumiéndolo. Aunque está claro que la culpa del machismo nunca es de quienes lo sufren, se abren alternativas: "La única forma de tener un reggaetón feminista, es que feministas hagan reggaetón", afirma Anamías.
Actualmente las tres reconocen que están surgiendo nuevas canciones donde intérpretes hombres tienen letras con menos contenido machista. O donde las mujeres que se dedican a esta música hablan explícitamente de feminismo. Algunas desde el mainstream, como Karol G, otras desde el activismo lésbico, como las chilenas de Torta Golosa o las argentina Chocolate Remix.
Ana Albornoz observa ese fenómeno y plantea que hay que ser cuidadosas con llamar "reggaetón feminista" a canciones donde el hombre pase a ser el objeto. "No hay que responder pagándo con la misma moneda", explica, mostrando que la transformación tiene que ser hacia la equidad en todo sentido.
Para Andrea, la cosificación tiene doble filo. Por un lado, es casi un arma de defensa, donde una la maneja y siente satisfacción ante su propia imagen, sintiéndose deseable, sexy o empoderada. La otra parte tiene que ver con el entregarle a ese otro masculino y dominante el poderío sobre la auto- representación. "Ahí aparecen estos estereotipos del cuerpo que se quieren hacer carne, por ejemplo, bajo la aplicación de cirugías", opina.
"¿Cómo poder seguir bailando reggaetón y sentirse feministas? "Podemos reinterpretar el reggaetón en sí", afirma Ana Albornoz, explicando que para ella es fundamental, al escucharlo, dejar las ideas patriarcales al enjuiciar las letras e invitando a pensarlas, por ejemplo, fuera de la lógica heterosexual o teniendo claro que lo único que necesitas para bailarlo es un cuerpo, más allá de sus dimensiones.
Quitate tú, pa' ponernos nosotras
A ninguna le ha dejado de pasar que, escuchando reggaetón, se sorprendan por la misoginia o violencia de las letras. "A veces el reggaetón viene a hacernos flaquear, porque tiene escenarios que son contradictorios. Pero siento que si lo tomamos como una herramienta para educar, nos hacemos más potentes", expone Ana, agregando que esta corriente musical "ha democratizado la danza y ha democratizado el acceso a mover el cuerpo. Y generó una suerte de liberación".
"Siempre tengo presente la crítica. Gran parte de los que hacen reggaetón son hombres heterosexuales, así que para mí al final la 'vuelta' que se le tiene que dar es en la práctica", explica Anamías, invitando a que quienes disfruten de esta música,lo hagan, por ejemplo, bailando entre mujeres o buscando espacios donde se sientan seguras. "La dinámica es otra. No le bailamos a los hombres que nos miran con un copete en la mano. Bailamos entre nosotras, para nosotras y por nosotras". Bailar como una quiera y se sienta cómoda también es fundamental.
De los talleres de feminismo y reggaetón, Andrea Ocampo destaca la invitación a pensar hilando fino. "Hay que unir esa fuerza política que tiene el reggaetón en el cuerpo de las mujeres, que es el movimiento de las caderas, la alegría. Ese poder de las mujeres de movilizarlo todo y de hacerlo junto a otras, como un colectivo y también por si mismas. No necesariamente para otro", dice. Para ella, luchar por los derechos, llamarse feminista e identificar las injusticias, no tiene nada que ver con apartarse de un baile popular. "Somos ese baile libre de prejuicios, somos las mujeres que estamos libres y vivas y alegres, porque a pesar de todas las violencias y los prejuicios, seguimos luchando y perreando".