En Chile, las investigaciones en sexualidad empezaron a incorporar temas como el placer, el deseo y la satisfacción sexual recién hace diez años. Antes de eso, el foco estaba puesto mayoritariamente en los factores de riesgo, tales como el embarazo adolescente y las infecciones de transmisión sexual (ITS). Así lo plantea el estudio Satisfacción sexual en mujeres adultas y adolescentes chilenas usuarias de dos centros de salud universitarios, publicado en 2019 en el medio especializado Revista Chilena de Obstetricia y Ginecología, en el que se postula que la satisfacción sexual es una evaluación subjetiva de agrado o desagrado que una persona hace respecto a su vida sexual, en la que tienen una incidencia directa varias dimensiones físicas, emocionales, relacionales y culturales, además de ser un componente esencial de la salud sexual y un indicador de calidad de vida.

Pero este enfoque no es el más habitual, porque en Chile los estudios que abordan la sexualidad de una manera integral, entendiéndola como parte fundamental del bienestar general de las personas –y asociándola a la salud mental–, han sido escasos. Especialmente si se trata de la población femenina. Y es que recién en 2010, en medio de la discusión de la píldora del día después, se promulgó la Ley 20.418, que fija normas sobre información, orientación y prestaciones en materia de regulación de la fertilidad. En cuanto a la educación sexual, en el artículo 1 de la ley se establece que todos los colegios tienen la obligación de entregar información científicamente comprobada, acorde a la edad y sin sesgo para los estudiantes de primero medio en adelante (en algunos países como Canadá los programas de educación sexual se implementan a partir de kínder), pero los objetivos son los de reducir y prevenir las ITS, los abusos sexuales y el embarazo adolescente. De placer, deseo y satisfacción sexual, ni hablar.

Es por eso que para gran parte de los jóvenes, la información que respecta a esos conceptos ha sido sujeta a la búsqueda autodidacta que ellos mismos emprenden desde una temprana edad, cuando, a falta de otras herramientas educacionales, recurren a la pornografía para instruirse. Pero en la pornografía no hay educación sexual o emocional, y ciertamente no se abordan temáticas como la responsabilidad sexo-afectiva, el placer y la satisfacción de las mujeres, que usualmente queda relegado a un segundo plano.

Como explica la educadora sexual Tamara Villaroel, la mayoría de los jóvenes cuando ven porno creen que están viendo una representación realista de un acto sexual, por lo que termina condicionando el imaginario que existe en torno a cómo debiese ser o no la sexualidad, reduciéndola a la penetración y al placer genital. “Hay millones de variantes, entre ellas la educación, la religión y la clase socioeconómica, que tienen una influencia en la salud sexual femenina, pero ciertamente la que sí o sí está presente es la herencia machista que recae en nosotras desde los inicios. El rol usualmente asociado a lo femenino –y que se ha mantenido y reforzado en la pornografía mainstream– es el de la sumisa y el sexo débil, y en esa debilidad no existe un conocimiento o un ímpetu por querer saber. Se potencia así la ignorancia o el tabú. Eso ha sido exacerbado por la religión y las políticas públicas, en las que todo apunta a que las mujeres no conozcamos nuestro propio cuerpo. Pero en este minuto hay varios despertares que son producto del feminismo que nos lleva a estudiar. Esa información nos da poder y ese poder nos ayuda a hacernos cargo de nuestra propia sexualidad, bienestar y salud mental, que siempre han sido postergadas”, explica.

Dentro de esos despertares que menciona Villaroel, hay varias iniciativas que buscan revertir los consensos –o desinformación– que existen en torno a la sexualidad femenina. Una de ellas es Ferly, una aplicación creada por las emprendedoras británicas Billie Quinlan y Anna Hushlak, que busca ser una guía para mujeres hacia una sexualidad consciente, íntegra y que se vincula estrechamente a la salud mental. Y de esta forma proporcionar una herramienta de terapia cognitiva que ayuda a que las mujeres puedan abordar sus dificultades sexuales y tener relaciones más saludables, seguras y placenteras.

Y es que el paso siguiente a la descarga de la aplicación es rellenar un formulario en el que se le pregunta a las usuarias si disfrutan del sexo; si se sienten presentes en cuerpo y mente cuando están teniendo relaciones sexuales; si se sienten cómodas con sus cuerpos e imperfecciones; si saben lo que quieren; si se han sentido conectadas con su entorno; si mentalmente han estado energizadas; y si se han sentido poderosas en sus relaciones, entre otras.

Preguntas descritas por las fundadoras como las que dan cuenta de los tres pilares fundamentales del bienestar sexual: el placer, la confianza y la salud. Y preguntas, a su vez, a las que nunca nos hemos enfrentado en este tipo de aplicaciones, que suelen estar teñidas por una lógica más bien estereotipada y una visión restringida de lo que calza o no en la sexualidad.

Quizás por eso, cuando Quinlan y Hushlak presentaron su proyecto, en una primera instancia, se vieron enfrentadas a los comentarios de sus colegas hombres quienes argumentaron que centrarse únicamente en las mujeres no era lo suficientemente lucrativo, que el mercado no era tan grande y que la pornografía era más rentable que la salud sexual. Aun así, y teniendo en cuenta estudios que plantean que en el Reino Unido el 51% de las mujeres entre los 16 y 64 años experimentan ansiedad, falta de placer o dolor durante las relaciones sexuales (NATSAL, 2010), y que un tercio de los hombres y mujeres no saben dónde está el clítoris (YouGov, 2019), las especialistas optaron por seguir con la lucha. A la fecha, la aplicación –disponible para la descarga gratuita en Apple– cuenta con 30.000 usuarias y un aumento del 65% en sus descargas orgánicas desde su lanzamiento este año.

¿Cómo nace Ferly?

Ambas fuimos agredidas sexualmente, lo que influyó en nuestra salud mental y la relación que fuimos construyendo con nuestra sexualidad. Eso, sumado a la pasión que tenemos por el empoderamiento de las mujeres, nos llevó a inscribirnos en un programa que buscaba mejorar, a través de la tecnología, la salud mental y emocional de las mujeres. Durante los primeros meses, pudimos conversar con cientos de mujeres que nos hablaron de las dificultades sexuales a las que se enfrentaban. Con sus testimonios, y luego de hablar con especialistas, decidimos finalmente crear Ferly, para poder capacitar a las mujeres y ayudarlas a tener relaciones sexuales saludables y placenteras. Esa es nuestra misión.

El placer femenino ha sido moldeado a lo largo de la historia principalmente por la pornografía, las investigaciones científicas con sesgos masculinos y otras industrias lideradas mayoritariamente por hombres. ¿De qué manera Ferly abre una conversación respecto al placer y la salud mental de las mujeres?

La sexualidad ha sido abordada tradicionalmente como algo netamente físico y la educación sexual se ha abordado desde el peligro, como por ejemplo quedar embarazada o tener una ITS. O más bien siguiendo la lógica de “así funciona la ovulación”. En cambio, lo que proponemos desde Ferly es un enfoque biopsicosocial para el bienestar sexual, en el que no se trata solo de los factores físicos, sino que también de los psicológicos y sociales. También, a diferencia de las dificultades sexuales masculinas, que a menudo son problemas físicos –especialmente en la medida que los hombres envejecen–, las dificultades sexuales femeninas, como el orgasmo, se dan por factores psicológicos y sociales y están relacionados a temas más amplios, como el estrés, el trauma, la ansiedad, la baja autoestima, la autoconciencia corporal y la incapacidad de estar presentes en cuerpo y mente durante el acto sexual.

¿Por qué es importante tener aplicaciones que rompan con lo lógica estereotipada masculina y que sean para mujeres y creadas por mujeres?

Lo primero es entender que nuestro enfoque está puesto el público femenino porque hemos estado ahí, sabemos lo que se siente y lo entendemos. Además, el placer de las mujeres ha sido históricamente tabú y estigmatizado, ya sea por la falta de investigación, como por ejemplo del clítoris, o porque ciertos comportamientos sexuales aun generan vergüenza o pudor, como la masturbación. La falta de educación basada en el placer, sumado a la opresión histórica a la que hemos sido sometidas las mujeres y nuestra sexualidad ha dado paso a una brecha en el placer muy significativa, tanto en la cantidad de orgasmos como en las dificultades sexuales.

Siendo dos mujeres en una industria mayoritariamente compuesta por hombres, ¿cuáles fueron las críticas a las que se enfrentaron cuando presentaron el proyecto?

Nos dijeron que centrarnos únicamente en un público femenino no iba a ser rentable, que las mujeres no eran una audiencia suficientemente grande y que la pornografía era mucho más lucrativa que la educación sexual. También nos dijeron “suerte recaudando fondos”, y nos preguntaron si el sexo era realmente un problema digno de prestarle atención.

La sexualidad femenina siempre ha sido relegada a un segundo plano, ¿por qué nos ha resultado tan difícil priorizarla?

Por el sistema patriarcal en el que vivimos, por los siglos de tergiversaciones y poca representatividad y por la vergüenza y opresión. Desde que tenemos memoria, en la sociedad occidental dominante, cuando se trata de sexo, el papel de la mujer ha sido relegado al de la reproducción, el deber y la obligación. Ciertamente no al de su placer ni tampoco al de su propio empoderamiento. Por eso siguen existiendo tantos prejuicios y desinformación, como que las mujeres no se masturban; que el sexo está definido por la penetración y que siempre incluye orgasmos; la idea de que el hombre siempre quiere y la mujer no; que los hombres no tienen emociones y que las mujeres son demasiado emocionales; y que la sexualidad y los géneros son binarios.