"Angustia, miedo, desconocimiento, preparar almuerzo, incertidumbre, lavar platos, pena, limpiar la casa, echar de menos largos y entretenidos almuerzos familiares, ansiedad, desinfectar, tocar y abrazar a tu gente, almorzar, pedir permiso para ir a comprar comida, las tareas del colegio, ver a los amigos y las amigas, trabajar, sacar la basura, paciencia, lavar ropa, ordenar, sacar fotos, privilegios, cansancio, jugar, sueño.
Son muchos los pensamientos y emociones que he sentido desde que empezó todo esto.
Nos levantamos temprano de lunes a viernes, para empezar cada uno con sus actividades.
Cada día es distinto, aunque cada día también organizamos mejor nuestra rutina.
Siento que nos funciona bien, nos resulta natural pasar el día a día los cuatro juntos, nos gusta y lo disfrutamos, y para las niñas el tenernos en la casa las hace muy felices. Esa es la mejor parte de esta cuarentena.
Eso -a ratos- me hace olvidar la enfermedad, la desigualdad y la injusticia que la pandemia y el sistema provocan. Me siento una privilegiada de estar sana, en mi casa, con trabajo, con una vecindad solidaria y generosa junto a las personas que más quiero.
Sería incapaz de quejarme.
Cuando esto pase -si es que pasa- tenemos que cuestionar y replantearnos la forma de vida que llevamos.
Somos los responsables (unos más que otros) de la crisis del mundo en que habitamos".
Alejandra (39) vive con Juan Pablo (48) y sus hijas Lourdes (10) y Clara (6).