Francine Brossard, directora de la Fundación para la Innovación Agraria: “Hablar de feminismo en el campo me asusta un poco, porque el campo sigue siendo machista”

francine brossard paula



Hace años atrás, cuando comenzó el proceso de transversalización de género en distintas instituciones públicas, a Francine Brossard, directora de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) y a otros colaboradores de la fundación, le hicieron una capacitación en la que le hablaban del ‘reloj diario’. El ejercicio consistía en registrar a qué hora se levanta la mujer rural y todo lo que hace durante el día, lo mismo el hombre. Lo que vieron es que ambos tienen trabajos similares desde el punto de vista productivo, pero las mujeres se levantan una o dos horas antes para preparar el desayuno, la colación de los hijos y dejar todo listo en la casa, para recién ahí, salir a trabajar fuera. Lo mismo en la noche, cuando llegan a sus casas, se acuestan mucho más tarde que sus maridos. “Ese ejercicio nos puso frente a los ojos una realidad que si bien conocíamos, no habíamos mirado con detención: en lo que llamamos la ‘triple jornada’, no hay ninguna diferencia entre el mundo urbano y el rural. Aunque en el mundo rural hay que agregarle lo duro de las tareas de producción”, dice.

Esto la llevó –como directora la Fundación para la Innovación Agraria (FIA)– a poner especial atención a la vida de las mujeres que trabajan en agricultura, y también de las y los jóvenes. Desde el año 2000 –cuando creó la ‘Comisión de igualdad de oportunidades para hombres y mujeres’– trabaja potenciando y visibilizando el papel de las mujeres en la agricultura, pues como dice, “si la invisibilización de la mujer en cargos políticos o gerenciales aún es alta, en el mundo agrícola es terrible”. Desde entonces –agrega– lo que busca no es hacer más diferencias entre los hombres y las mujeres, sino la igualdad.

¿Cómo han apoyado a las mujeres rurales y por qué es importante hacerlo?

Nos juntamos con las distintas instituciones que colaboran con el Ministerio de Agricultura e hicimos capacitaciones para hablarles de la importancia de incorporar a las mujeres, pues ellas trabajan de manera colaborativa, arman fácilmente redes y les es más fácil la organización. Rara vez vemos a mujeres que tengan liderazgos verticales, en general la mujer trabaja de manera horizontal y eso permite un diálogo más abierto y que se enriquezcan los procesos.

¿La brecha de género en el campo es mayor que en la ciudad?

En el campo la mujer tiene que luchar mucho más para que su voz se escuche. Este año por primera vez en el Ministerio de Agricultura hay paridad de género, sin embargo, a nivel de asociaciones de agricultores y agricultoras, muy rara vez hay presidentas de estas asociaciones o de cooperativas. Y entonces la lucha por mostrar que las mujeres representan un aporte valiosísimo es constante. De hecho son las mujeres las que muchas veces están tras la mayoría de los procesos. Lo vemos cuando postulan a fondos: en esos proyectos debe haber una o un ejecutor, una o un coordinador y un equipo técnico. La mayoría de las veces los ejecutores son hombres y las coordinadoras mujeres. Lo que muestra de manera evidente que es el hombre el que dirige y la mujer la que está coordinando, una labor fundamental.

¿Se llevan el trabajo más “pesado”?

El trabajo en el campo por lo general es pesado. Diría que las mujeres tienen un rol protagonista y esto nunca se ha valorado, sumado al peso de la doble o triple jornada. Y lo otro que pasa, y esto se lo escuché a una dirigenta de Anamuri (Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas) casi como un clamor: y es que las mujeres en el campo se están quedando solas, porque el hombre está buscando otro tipo de trabajos, por ejemplo, en las forestales o en la minería pues allí los sueldos son más altos. Y por eso también estamos trabajando con las mujeres rurales, para entregarles herramientas para que puedan permanecer en el campo e incentiven a sus hijos e hijas a lo mismo.

¿Esto porque el campo además está envejeciendo?

Mucho. Estamos hablando de que el promedio de edad hoy va entre los 55 y 60 años. Y es importante atajar eso porque si no, nos veremos enfrentados a un grave problema de producción alimentaria. Y ahí el valor que tiene la mujer es importantísimo, pues la mujer es esencialmente productora de alimentos, ya sea de hortalizas, frutos y ganadería menor.

La juventud no quiere permanecer en las zonas rurales porque han visto en sus padres lo difícil que es la vida allí. Y por eso es importante el apoyo, especialmente desde el punto de vista de la innovación, para que ellas y ellos puedan tener una mejor calidad de vida dedicándose a la agricultura. De hecho hoy, sobre todo después de la pandemia, tenemos un fenómeno de migración de familias jóvenes desde zonas urbanas a zonas rurales, y esto se presenta como una oportunidad para juntar conocimientos, innoavar en la pequeña agricultura y así mejorar su calidad de vida.

No solo en el campo, sino que también en la ciudad, se dice que cuando se entrega apoyo a una mujer para que mejore su calidad de vida, como consecuencia mejora la calidad de vida de su comunidad, pues ellas tienen esta mirada comunitaria ¿En el campo es lo mismo?

Eso lo vemos mucho con las mujeres rurales. Lo vimos en la pandemia específicamente cuando tuvimos que ocupar herramientas digitales para poder seguir trabajando. Fue un periodo difícil y las mujeres fueron solas, con algo de ayuda de sus hijos, conociendo herramientas como por ejemplo Whatsapp y gracias a eso se organizaron formando grupos de trabajo, intercambiando información, incluso formando pequeñas Pymes que venden a través de estas nuevas tecnologías sus productos. Es fantástico cómo las mujeres logran adaptarse a momentos difíciles. Quizás tiene que ver con el factor mujer/madre que lo primero que piensa es sacar adelante a los suyos y con eso se genera un círculo virtuoso en su entorno. Entonces, si ellas hacen ese esfuerzo, nosotras tenemos que apoyarlas.

¿Y aprovechar sus conocimientos y la sabiduría que tienen al haber crecido en el campo?

Nadie mejor que las mujeres conocen a la perfección cómo es la vida en el campo, sus dificultades y también sus oportunidades. Hay mucha sabiduría en ellas. Por ejemplo, las mapuches que hacen un trabajo de conservación de semillas. Actualmente existe un trabajo muy lindo que se está haciendo con Naciones Unidas, con la FAO, donde la mayoría son mujeres que están trabajando para resguardar la biodiversidad. La mujer de nuevo está ahí como cuidadora y esto es un aspecto femenino: las mujeres somos cuidadoras, de nuestros hijos, de nuestras familias, pero también de la naturaleza.

¿Podríamos decir que el futuro en el campo también será femenino?

En el mundo rural lo que más nos ha funcionado es hablar de la igualdad y no de un feminismo en el campo. Porque hay que ser realistas: el campo sigue siendo machista. Tiene mayoría de varones y aún hay mucha violencia intrafamiliar, alcoholismo y depresión. Por eso hablar de feminismo me asusta un poco. Tenemos que hacer esto de a poco, como un trabajo mancomunado para que las mujeres se vayan empoderando. Promover que mujeres lideren asociaciones de agricultores; incentivar a más juventud, porque ellos son más empáticos y, a diferencia de generaciones anteriores, respetan más a sus pares mujeres. Las mujeres son, además de trabajadoras, resilientes y habilosas. Ahora he visto varias que se han metido en agroturismo. Y por lo tanto a nosotras no nos queda más que potenciar sus cualidades, entregar recursos para innovar y que esto permita mejorar su calidad de vida. Y por último, dar espacios para que puedan ir tomando el protagonismo que siempre han tenido pero que ha estado invisibilizado.

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