Confesiones de un malo

Su personaje, en la serie nocturna de TVN ¿Dónde está Elisa?, terminó siendo el malo de la película, el secuestrador de la adolescente desaparecida. Francisco Reyes disfruta con mesura ser el centro de la atención, porque hay otros pensamientos que bailan en su cabeza: a los 55 años, y tras la reciente muerte de su madre y de un honesto viaje con sus hjos a Juan Fernández, se declara en proceso de introspección. Aquí abre sus compuertas.




LA VIDA PARTE Y TERMINA AQUÍ. NO HAY MÁS.

"En junio murió mi madre y tuve la suerte de estar con ella, de tener tiempo para desarrollar la relación y darme cuenta de la importancia de estar ahí, cerca, y conversar sobre nosotros, cosa que con mi papá, que murió hace trece años, no me pasó. Si hay algo que me quedó claro es que la vida es esto y punto. Son estos años que te tocan estar en la luz y, después de esto, viene la oscuridad y nada más. Puedes tener creencias que te faciliten el paso por la vida o que te permitan aceptar la pérdida de tus seres queridos, pero tras la muerte de mis padres me queda claro que la vida parte y termina aquí. No digo que no pasen cosas con el espíritu, pero eso no lo sé. Lo único que sé es que mi mamá estaba viva y ya no lo está. Antes, conversaba con ella y ahora no. A los pocos días de su muerte yo visitaba su casa y la evocaba y tenía con ella ciertos diálogos que, obviamente, no eran más que monólogos pensando en ella. Era sólo yo en ese espacio, porque ella ya no estaba".

ENVEJECERÁS CON DIGNIDAD

¿Cómo es tener 55 años?

Empiezan a pasar cosas como que me cuesta leer bien y tengo que usar anteojos para ver de cerca, es la presbicia. Tengo un poco menos de aceite en las articulaciones y después de estar sentando mucho rato en la misma postura me tengo que estirar, no es lo mismo que a los 20 años, cuando me paraba de un paraguazo. Pero, fuera de eso, no he sentido que mi cuerpo me limite para nada.

¿Y te da miedo que eso te pase?

Sí. Mi mamá murió físicamente muy complicada, no mentalmente; desde hacía diez años no podía caminar bien. No quiero que eso me pase, aunque es un proceso natural que uno va aceptando porque la biología es muy sabia. No sólo tu cuerpo se va habituando sino que también las obsesiones y los deseos. Todo se predispone a la vejez física.

¿Hubo un día en el que te miraste al espejo y dijiste "¡uy, tengo el pelo blanco!"?

Es un proceso más paulatino que eso, pero claro, a veces me miro al espejo y me digo: "Pucha que estoy viejo".

¿Te han sugerido teñirte el pelo?

Muchas veces, pero siempre me lo han dicho en un contexto de trabajo. Lo divertido es cuando me dicen: "¿Por qué no te pegái una estirá?" o que me aplique un poquito de bótox.

¿No te ofendes?

Es divertido, qué le vas a hacer, si fuera por eso tendría que haberme puesto bótox el día que nací, porque ya tenía marcas en la cara.

¿Líneas de expresión, por no decir arrugas..?

Exacto, siempre he sido "muy expresivo".

¿Y te pegarías una estirada?

El cuchillo es irreversible y sus efectos son contraproducentes; nunca he visto que alguien que se haga una cirugía o se ponga bótox quede mejor que antes. Las llamadas "líneas de expresión" son parte de tu forma de mirar, que no está compuesta sólo por el aparato ocular sino que tiene que ver con tus mejillas, con tu frente y toda tu cara. Se trata de cómo tú expresas algo. Cuando conoces a alguien puedes saber si te está mintiendo o diciendo la verdad gracias a la forma en que cerró los ojos, en cómo puso la boca, por

el ceño. Cuando intervienes eso ya no es lo mismo, y en el caso de los actores y las actrices es aún más complicado. Hay actrices que se ponen mucho bótox y se acabó la expresión que uno le conocía.

Se acaba la expresión, pero se mantiene la belleza.

Ahí nos ponemos en el sino del hombre contemporáneo: plástico o profundidad. La confusión es grande.

Pero esa duda existencialista es más vieja que el hilo negro…

Sí, pero la pregunta es ¿por qué quieres estirarte la cara? ¿Por qué quieres seguir siendo eternamente joven y bello? ¿Por qué quieres estar eternamente vivo? Y las respuestas van por el lado de que quieres la existencia, porque hay cosas que no están resueltas, porque hay mucho más que hacer, porque no has amado lo suficiente, en fin, siempre falta algo. Si estuvieras completo te daría lo mismo. La vida tiene un

tiempo que, en el mejor de los casos, llega a unos 90 años. Y ahí se acaba.

ENTENDERÁS A TUS PERSONAJES

"Trabajo las emociones de los personajes a partir de las mías para entenderlos. En el caso de Bruno, de ¿Dónde está Elisa?, creé un personaje atrapado por las circunstancias debido a su falta de visión y reflexión. Por eso encierra a Elisa, pero sin mucha maldad, más bien tomado por una ilusión que a mí me resulta perfectamente comprensible: a los 50 años Bruno siente un brote de amor y abraza la esperanza que significa sentir esa fuerza vital. Pero eso se contrapone a los cánones morales, sociales y legales, porque un hombre de esa edad no puede tener relaciones con una menor de 18 años. La serie indaga en un tema atractivo: se tiende a pensar que un hombre de 50 años tiene la madurez necesaria para entender que una chica de 16 no la tiene, pero no descarta que haya chicas de 16 años que son maduras y pueden enamorarse de un tipo bastante mayor y tener una relación con él hasta que se muera.

El desafío que me planteó Bruno fue muy atractivo. No sé cómo será en otros oficios, pero en la actuación te involucras demasiado. La pega de actor no funciona si no te crees el cuento. Además, es muy diverso el ámbito de trabajo que va desde un monólogo ante 20 personas a la sobreexposición de

la tele, que no necesariamente te hace más feliz. Por eso mis preguntas están todo el tiempo determinadas por dónde el oficio tiene más sentido y dónde voy a encontrar más felicidad al desarrollarlo. Por el momento no pienso dejar la televisión. ¿Cómo voy a dejarla si tengo que pagar colegios y mantener una familia? Me gusta trabajar en la tele y, si llega el momento en el que encuentre una ruta que me permita ser feliz y asumir mis responsabilidades económicas, lo pensaría. Pero por lo

pronto no".

ATESORARÁS UN RECUERDO DE TU NIÑEZ

"Si tuviera que llevarme un solo recuerdo, no sé, a otra vida, lo primero que se me viene a la cabeza es mi infancia. Atesoraría los veraneos en El Tabo con mi familia, cuando tenía cinco años y experimentaba una sensación de pura felicidad. Me veo caminando por la playa, solo, libre, avanzando sobre los típicos muritos de piedra que la bordea. No tenía ninguna preocupación ni me faltaba nada. Eran veranos completos y yo tenía la sensación de que pasaba un año entero en el colegio y un año entero en la playa. Y no era nada especial, no hacía nada fuera de lo común. Era un estado sumamente primario, muy

animal".

TE CUESTIONARÁS LA TECNOLOGÍA

¿Te sorprende internet?

Es impresionante, recuerda que yo vivo desde que no existía la televisión. O sea, agarras un iPhone y es una locura lo que se puede hacer con él. Es alucinante, pero es también degradante en la condición humana.

¡¿Cómo?!

Es degradante para la comunicación, la comprensión, la conversación, todo eso que humaniza. Para mí, todavía es condición necesaria para la evolución del hombre la conversación, el encuentro cara a cara que internet mata. Es muy rudo que la gente crea que está conectada sólo porque intercambia palabras a través de un computador. Hay un virtualismo feroz que te hace desconocer los lenguajes de la comunicación real: la expresión del rostro, el tono de voz, el olor y muchos otros matices.

¿Te resistes a la tecnología?

No, o sea, tengo mail. Lo que pasa es que me abruma, no logro manejarla bien. Cuando hay que meterse por una ventana y otra y otra para encontrar lo que estoy buscando… Uff… No tengo paciencia. Me manejo lo justo y necesario.

¿Es tema el uso de computador con tus hijos?

No a priori, porque ya están grandes, pero cuando veo que ya llevan mucho rato metidos los saco a conversar, a comer o a otra cosa.

REDESCUBRIRÁS A TUS HIJOS VIAJANDO CON ELLOS

"Mi hijo mayor tiene 30 años y la menor 13. Se supone que los papás deben tener todo claro y, en mi caso, lo que está claro es la relación afectiva, la certeza y seguridad en los afectos. Tuve la suerte de viajar en febrero pasado con los cuatro mayores al archipiélago de Juan Fernández, invitado a la conmemoración de los 300 años del rescate de Alejandro Selkirk, el marinero escocés que inspiró Robinson Crusoe, la novela de Defoe. Tenía que recrear históricamente ese rescate para luego dramatizarlo. Fue todo un proceso, desde que me llamaron por teléfono para invitarme, pasando por la investigación que tuve que hacer hasta la lectura dramatizada de la historia.

Todo eso, más el viaje en compañía de mis hijos en una barcaza navegando más de 30 horas, con olas de ocho metros. Esa travesía fue un terremoto permanente, todo el rato mareados, con los ojos redondos tratando de no sacarnos la mugre con el bamboleo del barco. Nos la pasábamos acostados en el suelo, rodando de lado a lado, luchando para no sentirnos peor.

Ya en la isla, ellos trabajaron conmigo. Les leí la historia que había armado para que me dieran su opinión y la verdad es que fueron un gran aporte. Me ayudaron con la escenografía, el vestuario, me propusieron la música y manejaron los equipos. Era la primera vez que estábamos solos, sin mamá, y fue entretenido. Hicimos caminatas todos juntos, todos los hermanos solos, yo con uno de ellos, todas las combinaciones. Fueron largas caminatas conversadas.

Fue una aventura extrema en un hermoso lugar y, sobre todo, un tremendo aporte a la relación entre nosotros, porque regresamos conociéndonos más. Ése era mi mayor deseo: estar con ellos en una situación completamente distinta, estar verdaderamente con ellos, establecer una verdadera relación. En la casa uno tiene una relación de verdad, pero siempre está contaminada por la pega y las labores cotidianas. Fue un gran viaje".

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