Ganadores

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Estos seis jóvenes chilenos iniciaron sus carreras deportivas con un hándicap en contra; alguna discapacidad severa. Apasionados y aguerridos, superaron una a una las dificultades que se les cruzaron en el camino y encontraron un sentido profundo para sus vidas.




Paula 1194. Sábado 27 de febrero de 2016.

SENTIR EL MAR

Lucas Retamales (15), surfista no vidente

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Como todos los domingos, Lucas (15) llega puntual a entrenar a la escuela de surf La Boca. "Ya, Lucas, ahora vamos al mar", lo invitan sus profesores. Las indicaciones que le deben entregar dentro y fuera del agua son fundamentales. De ellas depende para manejarse sobre las olas. Lucas es no vidente. No le importa si hace frío o calor, él se preocupa de cumplir paso a paso. Y sonríe, siempre sonríe. "Ya, ahora viene la ola", le gritan. Y se sube a la tabla y surfea la ola como si lo hubiera hecho siempre. Pero solo lleva un año.

El hobby de Lucas es un evento familiar. Su mamá, Fabiola, su papá Francisco Retamales, y su hermana Amanda lo acompañan mientras entrena. Eso es sagrado. Toman desayuno, almuerzan y ayudan a Lucas a ponerse y quitarse su traje de agua.  Son una familia pequeña y unida y están contentos de lo que Lucas hace. "Es un niño muy gozador", dice Fabiola.

Lucas nació a las 25 semanas de gestación y fue perdiendo su visión de manera progresiva, hasta que por causa de un glaucoma quedó con ceguera total a los 12 años. Antes de eso, aprendió a escribir algunas cosas, a distinguir colores, a andar en bicicleta. Su familia asegura que su discapacidad visual jamás fue un impedimento. A finales de 2014 se integró a la fundación Andes Mágico –especialistas en deportes extremos para personas con discapacidad–, y ahí aprendió a hacer trekking, kayak y a esquiar. En un campamento de verano conoció a la fonoaudióloga y profesora de surf de niños autistas, Estefanía Araya, y ella lo invitó a hacer surf a su escuela. Lucas no pudo esperar, a los dos días ya estaba instalado, nervioso. Estefanía y Andrés Valdés –dueño de la escuela– fueron los que lo impulsaron. En marzo hicieron un campeonato de surf adaptado y obtuvo el segundo lugar. Eso lo llevó a ser el representante en el mundial de su categoría, en La Jolla, California. "¿Estás dispuesto a entrenar?", le preguntaron. Sí, respondió Lucas.  Cada día salía del colegio y se metía al agua hasta las seis. Durante tres meses se preparó, distintos auspiciadores se fueron sumando a su travesía y, a pesar de que el tsunami de septiembre arrasó con la escuelita de La Boca, llevándose su traje y su tabla mar adentro, viajó a Estados Unidos. La perseverancia de Lucas lo instaló en el ranking de los 25 mejores surfistas del mundo. Hoy sigue practicando para nuevos campeonatos y tiene en sus planes dar charlas motivacionales a otros niños, con o sin discapacidad. "Con mucho esfuerzo y dedicación todos lo pueden hacer".

"TODOS SOMOS IGUALES EN EL AGUA"

Macarena Quero (27), nadadora profesional

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Macarena nació con el síndrome de Poland, una enfermedad que afecta el desarrollo de los músculos, generando problemas motores y físicos en el lado izquierdo del cuerpo. Nació sin su mano izquierda, problemas en la cadera y dificultades respiratorias que no le permitían desarrollarse en un ambiente húmedo. La única opción, en ese momento, era salir de Concepción y buscar un lugar apto para su salud. Se trasladaron a Mininco, a 30 kilómetros de Angol. Un verano, la empresa donde trabajaba su papá le ofreció cursos de natación. La inscribieron cuando tenía cuatro años y le quedó gustando. Su cuerpo funcionaba muy bien en el agua. Pero mientras ella lo veía como un juego y una entretención, los profesores no tardaron en apreciar que sobresalía entre los otros niños. A los 12 años fue seleccionada para competir por Angol en el equipo convencional, ya que para entonces el deporte paralímpico estaba poco difundido.

A los 15 volvió a Concepción y conoció a un profesor que trabajaba con distintas discapacidades. Se probó en la rama de natación de la Universidad de Concepción y quedó seleccionada. Entrenaba rigurosamente los fines de semana y participaba en competencias, Macarena nunca abandonó el agua. Gracias a que clasificó en cuarto lugar en el panamericano de 2007 en Brasil obtuvo la primera beca deportiva paralímpica y entró a estudiar Educación Física. Como necesitaba costearse los gastos, trabajaba paralelamente haciendo clases de fitness en un gimnasio. Los desafíos de Macarena fueron apareciendo en el camino. En 2008 asistió a los Juegos Paralímpicos de Beijing; en 2011 fue a Guadalajara, donde obtuvo dos medallas de plata y la hazaña continuó en Santiago 2014, consiguiendo una medalla de oro en la prueba de 100 metros libre.

"En el agua me siento libre", dice. "Una de las cosas que más me gusta es que nunca me sentí diferente. Hay un lema en la natación: todos somos iguales en el agua".

Su próxima meta son los próximos Juegos Paralímpicos de Rio de Janeiro en 2016. Para llegar allí, Macarena sabía que debía entrenar durante diez meses y de manera aún más profesional. Buscando opciones, encontró un equipo de nadadores en São Paulo acorde a su nivel de exigencia. Ellos la aceptaron inmediatamente y allí está. Incansable.

CONTRA TODO PRONÓSTICO

Fernando Demaria (23), ex seleccionado nacional de motocross enduro

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Lo primero que le dijeron los doctores, tras dos intervenciones a la columna, era poco alentador. La lesión medular a nivel C5  significaba que tendría que pasar el resto de su vida en cama, postrado. Hasta ese entonces, Nano era una promesa del motocross enduro, pertenecía a la categoría súper experto y era seleccionado nacional. Su primera moto se la había regalado su papá a los 3 años, a los 14 corrió su primera carrera y ya a los 18 había ido a dos mundiales, en México y Finlandia.

Pero todo cambió esa tarde de marzo de 2012. En Talca se disputaba la primera fecha del Mundial de Enduro y, en su última vuelta, Fernando estaba a segundos de pasar del séptimo al tercer lugar. Aunque el terreno estaba difícil, sabía que si aceleraba un poco más avanzaría cuatro puestos. En una curva perdió el control y chocó con una loma de cabeza. Estuvo inconsciente durante quince minutos. "Yo sentí que esto venía mal cuando mi papá me dijo que tratara de mantener la mano arriba. Me la levantó y yo no la pude sostener". Lo trasladaron en helicóptero a Santiago. Fue intervenido y tras tres meses de rehabilitación física en el Hospital del Trabajador, lo dieron el alta.

Fernando dice que nunca se tomó mal el accidente, y recuerda que solo una vez lloró y se cuestionó por qué. "Tenía el apoyo de mi familia y de mis amigos, eso fue fundamental". Entró a rehabilitación en el Instituto Luis Krebs en Viña del Mar, y durante siete meses estuvo viajando todos los días en compañía de su mamá. Quería avanzar, salir adelante. Hoy está en cuarto año de Ingeniería Comercial, volvió a manejar –le adaptaron una camioneta–, tiene una bicicleta que comanda con sus manos y pertenece a un grupo de handcycling. Fernando asiste a las carreras de running en pruebas de 7 y 10 kilómetros organizadas por la marca deportiva Brooks, Banco Scotiabank y Lan –donde ha ganado medallas al primer lugar–, se ha lanzado en paracaídas más de siete veces y trata de salir en buggy todas las semanas. Esa es la forma que tiene para estar cerca de las motos.

Hace poco fue premiado con el título de "Orgullo de la Universidad Andrés Bello" y dio una charla para demostrar que se puede salir adelante: habló de su progreso físico y mental, presentó un video con las primeras notas que habían salido post accidente y con las actividades que hoy realiza, contrastándolas con los pronósticos iniciales.

Él piensa en grande: "Me gustaría participar en una competencia de buggy. Está el Dakar, es un sueño, pero quién sabe, más adelante".

"PARA MÍ, NADA ES IMPOSIBLE"

Jorge Migueles (28), esquiador paralímpico

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Una tarde de sábado de 1996 Jorge Migueles (28) iba camino a la casa de su abuela. Al bajar de la micro, esta aceleró, botándolo al suelo y aplastando su pie derecho. Entró a pabellón de urgencia, había perdido mucha sangre. La operación era vital: le amputaban el pie o moría. En ese entonces, Koke –como le dicen– tenía ocho años; su familia y amigos lo acompañaban, y en su habitación de recuperación pasaba las horas viendo televisión. Uno de esos días, cambiando de canal en canal, encontró un programa de personas a las que les habían amputado alguna extremidad y que practicaban algún deporte. Fue como un presagio de lo que se vendría. "Yo veía que volaban aviones con una pata menos, y quería ser como ellos". Tras cuatro meses de terapia intensiva le pusieron una prótesis y la Teletón lo invitó a Valle Nevado para aprender a esquiar. Antes de eso, Koke no tenía idea de lo que era la nieve. Pero bastó una semana de entrenamiento con la ayuda de profesores para dominar las pistas. Algo había con la nieve. Ansioso, comenzó a esperar cada invierno.

La vida de Koke empezó a cambiar de a poco. Su sueño de ser como los pilotos que había visto en TV después del accidente se estaba cumpliendo. En 2006 su perseverancia fue premiada y viajó como invitado a los Juegos Paralímpicos de Invierno en Turín, Italia. Era su primera vez fuera de Chile y, aunque no obtuvo ninguna medalla, empezó a sentir que lo suyo era ese deporte. La historia se repitió en 2010 en Vancouver, donde decidió que tenía que profesionalizarse: "ahí vi lo que era el deporte, el levantarse temprano, dedicarle esfuerzo, tiempo, me encantó". Para poder entrenar constantemente y abaratar costos se fue a lavar platos a un hostal en Farellones, mientras que en su tiempo libre aprovechaba de entrenar cinco horas diarias.

Desde ese día ha dado la vuelta al mundo esquiando con su prótesis. Conoce más de diez países, ha entrenado con selecciones nacionales convencionales de Chile, Argentina, Alemania, Andorra y España y por su perseverancia la marca outdoor Columbia lo integró en su equipo de trabajadores. También es seleccionado honorario del Equipo Nacional de Ski de Chile. Paralelamente es triatleta sprint, donde mezcla 750 metros de natación, 20 kilómetros de ciclismo y 5 kilómetros de carrera. Ahora se prepara para su próximo desafío, el sudamericano de triatlón. Para Jorge todo esto es un sueño, "una oportunidad que se me dio, que se da una vez en un millón, para mí nada es imposible".

UNA BALA EN EL CAMINO

María Paz Díaz (27), tenista paraolímpica

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Fotografía: Nicolas Righetti.

La noche en que su vida cambió para siempre, el 9 de febrero de 2007, María Paz (27) estaba veraneando en Constitución con su familia. Salió a bailar con un grupo de amigos a la discotheque Cocobongo, el local de moda en ese verano. A las seis de la mañana regresaba en auto con sus amigos a la casa, cuando pararon en un disco pare; ella iba sentada atrás. Pablo, el amigo que manjeaba, a modo de saludo le tocó la bocina al hombre que cruzaba la calle porque lo había visto en la fiesta. "No tengo idea que pasó en la mente de ese tipo, pero se paró en la vereda, abrió su chaqueta, sacó una pistola y comenzó a disparar sin ningún motivo", cuenta María Paz quien fue la única que resultó herida: recibió un balazo en el colon y en la médula "Lo primero que sentí cuando la bala entró a mi cuerpo fue una expansión de calor en el estómago y un dolor en mis piernas, que siento hasta el día de hoy. En ese mismo instante dejé de mover mis piernas por completo y entendí de inmediato que no iba a volver a caminar nunca más", cuenta.

El diagnóstico que le dieron a María Paz fue una lesión medular nivel T12-L1, que la dejó paralítica de la cintura hacia abajo. Los doctores le aconsejaron a su madre que la llevara a la Teletón. Ahí conoció a gente que la motivó a hacer deporte, como su entrenadora Doris Gildemeister, hermana del ex tenista Hans Gildemeister, quien le dijo que el tenis era una buena opción. "La primera vez que fui a entrenar no le pegaba ni al quinto bote, era imposible coordinar la silla y la raqueta. Es algo que requiere mucho entrenamiento y paciencia", agrega.

A nueve años del accidente, María Paz ha viajado por más de 15 países, entre ellos, Estados Unidos, Francia, Suiza y Australia, representando a Chile en el tenis paralímpico. El año pasado ganó su primer título internacional en singles, en el campeonato de Melipilla Open. Además de haber salido 6ª en el mundial de Holanda 2014 y 8ª en el de Turquía. Hoy está dedicada 100% al tenis y, además de vivir sola en un departamento en Santiago, pololea con Adam Kellerman, tenista paralímpico rankeado 11 en el mundo y 1 en Australia. "Él me ha enseñado muchísimo, sobre todo a darme cuenta de que no hay discapacidad que impida hacer algo cuando se quiere realmente. Siempre digo que el 9 de febrero de 2007 volví a nacer".

CARRERA CONTRA EL SILENCIO

Diego Manzo (29), triatleta profesional

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Fue una gripe mal cuidada la que dejó a Diego Manzo (29) hospitalizado por un mes y medio. Lo que parecía un simple virus de invierno derivó en una meningitis a la que sobrevivió, pero perdió toda su capacidad auditiva. Tenía 7 años.

De padre comerciante que en sus tiempos libres era deportista aficionado, Diego creció viéndolo jugar fútbol. Se motivó y se inscribió en una escuela para niños, y llegó a jugar al equipo de Audax Italiano. Para él era un sueño, quería ser profesional. pero debido a su discapacidad no podía descifrar las indicaciones de su director técnico, quien lo dejaba en la banca. Esa frustración, sin embargo, se transformó para Diego en un motor.

Empezó entonces a correr, como un hobby. Fue una casualidad la que lo llevó a entusiasmarse en serio. Un día estaba mochileando en Valdivia y se cruzó con una triatlón. Le gustó, se prometió entrenar hasta lograrlo, y cuando entró a estudiar Educación Física se dedicó ciento por ciento. "Si me propongo algo, lo hago", dice él. En noviembre de 2014 ganó dos medallas de oro en los Juegos Sudamericanos de Sordos en Caixa do Sul, Brasil. Y en junio próximo irá a Bulgaria al campeonato mundial de atletismo para sordos. Está feliz, será su primera vez en Europa y competirá como atleta en las pruebas de cinco y diez kilómetros.

Diego se siente afortunado. Su semana se divide entre la universidad –le falta un año para terminar–, los entrenamientos en las pistas de atletismo en el Club Deportivo UC, y hacer clases de natación para niños sordos en Peñalolén. "Me gusta enseñar que es posible, que todos pueden alcanzar un sueño, que pueden llegar lejos". Se emociona cuando habla de sus logros como profesor. Una de sus primeras alumnas, Antonella Bellini, hoy es seleccionada nacional de natación. Por lo mismo quiere y siente que necesita continuar con su legado. Desde julio está co-organizando la corporación de deportistas sordo activa, quieren fomentar y crear actividades recreativas para todas las comunidades sordas y oyentes del país con diferentes deportes y que todos –sin importar sexo, edad, ni discapacidad– puedan integrarse.  ·

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