¿Gestos románticos o herencia machista?
Es un caballero. Esta es una expresión que tiene su origen en la Edad media, pero que aún –un poco en broma, un poco en serio– usamos. Denomina a los hombres que llenan de gestos corteses y detalles románticos a las mujeres; los que pagan la cuenta, te abren la puerta del auto o te pasan su chaqueta cuando hace frío. También el que te dice eres mi sol, sin ti me muero o te pide matrimonio arrodillado en un lugar público, a lo película gringa; un romántico.
Estos gestos, que pueden parecernos anticuados o deseables, permanecen todavía arraigados en la cultura; son detalles que corresponden a conductas sociales que se han establecido desde hace siglos. Así se ha pauteado el cortejo en el ideal del amor romántico; los hemos usado, generación tras generación, para descifrar cuando un hombre demuestra amor, cuidado y respeto hacia una mujer. Pero como suele suceder en cada época, esas prácticas comienzan a perder sentido y se vuelven incómodas para algunas y algunos; como una chaqueta que te queda chica o simplemente ya no quieres usar.
Así lo evidencian ensayos como El fin del amor de Tamara Tenenbaum o Mujeres que ya no sufren por amor de Coral Herrera, y otras decenas de libros que se han publicado en los últimos años, al alero del movimiento feminista, que cuestionan la forma en que hemos concebido y manifestado socialmente el amor; porque no se trata solo de una chaqueta que pasa de moda. Cuestionar los hábitos y costumbres, discutir las normas sociales que nos rigen, poner en evidencia lo que se esconde detrás de algunos gestos, han sido herramientas eficaces y cercanas que hemos tenido mujeres y hombres para identificar la opresión y desnormalizar la violencia en cada época.
Para June García, una de las autoras de Tan linda y tan solita, una novela que concientiza a las adolescentes sobre prácticas machistas que pasamos desapercibidas, detrás de algunos gestos románticos está presente una mirada patriarcal sobre la mujer. “Existen gestos que consideramos románticos, pero que son increíblemente machistas, como abrirle la puerta a una mujer. Una podría pensar ¿qué tiene de malo? El problema es cuando solo se la abres a las mujeres y no a cualquiera que venga después. Eso es entender que somos débiles y no podemos abrir nuestra propia puerta ni correr nuestra propia silla”. June también es suspicaz frente a otros gestos “galantes”, como pagar la cuenta. “A mí no me gusta, porque siento que quedo en deuda. En mi generación es común dividirla, pero cuando le cuento a mi mamá que salí con alguien que no pagó la cuenta, lo encuentra horroroso. Hay muchas cosas en las que hemos avanzado, pero hay prácticas que se mantienen y que en general la gente no las cuestiona mucho”.
Para June, además, todos los rituales que tienen que ver con el matrimonio también conllevan un machismo latente: “Que el padre lleve al altar a la hija para pasársela al esposo y otros detalles que pasan más desapercibidos, como que el hombre siempre sea el que pide matrimonio o pololeo. El anillo de compromiso también; conlleva la idea de la propiedad. Es como una marca, como andar con un collar de perrito, una plaquita que dice quién es tu dueño. Suena medio amargado, como si no creyera en el amor; pero todo lo contrario. A mí me gusta mucho el amor, estar enamorada, que la gente disfrute de sus relaciones. Pero creo que actualmente tenemos la oportunidad de construir modelos amorosos que van más allá del sentimiento de propiedad”.
Otro de los gestos románticos que se ha comenzado a cuestionar son las demostraciones de amor en público, como pedir matrimonio en un avión o disculpas a la polola con carteles en la calle. June también sospecha de estos gestos románticos. “Hay una especie de presión social, ya que al hacerlo público pones a la mujer en un lugar incómodo donde no puede decir que no, una exposición donde no puede ser la “mala” porque no se puede rechazar a los hombres al frente de otros”.
También estos actos pueden esconder historias de violencia que no conocemos. En el 2014 un chico se metió al Mapocho para pedirle disculpas a su polola, con un cartel que decía “Katy, hablemos”. El acto rápidamente salió en la prensa y en redes sociales como un hermoso gesto romántico. Sin embargo, días después, la famosa Katy salió a contar su versión; una historia de amor llena de acoso y hostigamiento. “¿Por qué meterse al Mapocho es visto como un acto de amor? Cuando una mujer dice que NO, no es una invitación para seguir conquistándola. ¿Acaso somos un terreno, una propiedad? Basta de acosar e intentar manipular, hay que aceptar una negativa”, dijo Katy a la prensa.
La escritora Viviana Ávila, Magíster en lingüística de la Universidad de Chile, identifica estos gestos machistas en casi todas las formas que refieren a lo romántico en el lenguaje. “En la cultura popular del amor existen muchas frases que podrían considerarse actos de habla compromisorios, como prometo no fallarte o juro que te haré feliz. Quizás en sí mismas no representan más que una forma de referirse al aspecto amoroso, sin embargo, si salimos del mero acto de habla y lo enmarcamos en una cultura en particular, van adquiriendo un cariz de herencia machista marcada. Las frases amorosas que apelan a la completitud de uno de los amantes gracias al otro o aquellas que señalan que la persona amada es la razón de vivir demuestran concepciones del amor romántico que hoy en día se encuentran en jaque”.
Para Viviana, frases como contigo soy absolutamente feliz, tú eres mi sol, eres mi devoción, que solemos recibir como símbolos de amor profundo, pueden ser incluso dañinas. Otras como sin ti me muero podría, afirma Viviana, ser una amenaza o coacción respecto a la libertad de terminar una relación. “Ponen en relieve la responsabilidad de la felicidad que recae en ese ser amado como un absoluto y no como una de las dimensiones de la vida, que conllevaría, eventualmente, a relaciones tóxicas o violentas”.
Viviana cree que este cambio de paradigma que estamos viviendo ha dejado un vacío transitorio mientras encontramos otras formas de manifestar amor. “Es probable que algunas personas crean que se quedaron sin repertorio de “frases amorosas”, pues, se suelen escuchar, cuando se socializan este tipo de cambios lingüísticos, frases como: “ahora no se puede decir nada” o “ahora todo ofende”. Creo que esa es una primera etapa de la percepción sobre los cambios sociales reflejados en el lenguaje. Dado que son prácticas sociales que están cambiando, deben surgir nuevas maneras de nombrar o expresar frases amorosas. No hay mucho de ese universo lexicológico en uso aún porque debiese venir de la mano de un cambio ya instalado y aceptado socialmente”.
June reafirma la idea, observando que estamos viviendo un momento de transición que a veces puede ser difícil. “Los hombres se quedaron un poco perdidos porque estamos en un momento muy visagra. Pero creo que es importante ir dejando estos gestos atrás, para poder ir soltando estos pensamientos machistas que son difíciles de ver. Aunque a veces algunas personas se ofendan por cuestionarlos”. Viviana agrega cierta esperanza en los cambios que se empiezan a gestar, pero cree que aún nos falta mucho. “El feminismo ha sido un tremendo promotor de cambios en muchas áreas de la vida, incluyendo el lenguaje, pero es aún insuficiente si vivimos en una sociedad cuya estructura es patriarcal. El camino es largo, pues implica desobedecer normas, desaprender maneras, tomar conciencia, educar. El feminismo es reivindicación por naturaleza, por lo tanto, implica remover y sacudir las estructuras”.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.