Hasta pasado los 30 años nunca tuve un ginecólogo de cabecera. Deambulaba entre los que tenían hora disponible cuando necesitaba uno. Cuando ese doctor con bata blanca, sentado frente a mí, me preguntaba sobre mi salud sexual me convertía de pronto en una niña; callada y obediente. "Se saca la ropa y se queda piluchita", "ábrame bien las piernas". Odiaba caminar por la consulta con esa bata abierta. Odiaba la camilla fría, el espéculo incómodo. Que me preguntaran si tenía pololo o el número de parejas sexuales. Que me preguntaran por qué pedía el examen del VIH. Que me dijeran que estaba muy flaca o cualquier comentario sobre mi cuerpo mientras me examinaban. Odiaba sentirme tonta por preguntar cosas básicas y que hicieran procedimientos sin explicarme. Que se rieran de mí por estar en contra de las hormonas anticonceptivas. Que me preguntaran si quería ser madre e intentaran convencerme que congelara óvulos porque podría arrepentirme. En algún momento encuentras un ginecólogo o ginecóloga respetuoso y amable, porque los hay. Te hacen sentir bien y ahí te quedas. Pero no es tan fácil; o llegas por un dato de confianza o fuiste bendecida por el azar divino.
Mi experiencia de la ginecología de esos años me lleva a tantas preguntas ¿Cuánto de lo que vivimos las mujeres al ir a ginecólogo es violento e innecesario? ¿El formato de consulta está pensado desde y para la mujer? ¿Será posible una ginecología distinta?
La matrona Natasha Toledo, quien lleva 13 años ejerciendo y es una de las fundadoras de la red de matronas feministas, señala que la mayoría de las mujeres cargan con una serie de malas experiencias de atención ginecológica. Dentro de esas malas prácticas que tenemos más normalizadas identifica el abuso verbal y el hacer sentir a la mujer minimizada e infantilizada. "Muchas son consultas incómodas, de no más de 10 o 15 minutos con muy poca empatía. Se normaliza el sentirse juzgada si eres lesbiana, por ejemplo, si no ocupas hormonas anticonceptivas, sobre las decisiones sobre tus hijos o si tienes muchas parejas sexuales. Durante el examen físico no se cuida la intimidad de la mujer, no se pide autorización para tocar su cuerpo, que debe hacerse con suavidad y siempre en consentimiento".
La socióloga y partera tradicional Pabla Pérez, autora de Manual Introductorio a la ginecología natural, una guía alternativa con tres ediciones vendidas que busca promover el autocuidado en la salud sexual femenina, tiene la misma posición crítica sobre la experiencia de ir al ginecólogo. "Cuando una mujer va al ginecólogo muchas veces se siente en una situación de vulnerabilidad ante un varón o bien una mujer poco empática en sus prácticas, porque así les enseñaron en la carrera. Es un momento muy sensible que puede ser traumático. Las mujeres creen que ir a una consulta es así, y naturalizan esas prácticas, desde comentarios o juicios sobre su cuerpo o vida sexual, hasta cuando programan cesarías innecesarias, o un doctor hace de objetor de conciencia frente a su aborto. Hay un trato súper vertical y jerárquico, que no te hace partícipe de lo que está sucediendo. Los doctores no suelen recibir o escuchar lo que les pasa a las mujeres, que es uno de los factores más importantes para entenderlas".
Una ginecología patriarcal
Hay una pregunta que puede ser injusta para muchos buenos profesionales, pero que como mujer es inevitable y necesaria hacer; qué relación existe entre esa experiencia incómoda, entre esas prácticas violentas normalizadas, y el hecho de que la historia de la ginecología haya estado fundada y presidida mayoritariamente por hombres.
Para Pabla Pérez esta mirada sobre el cuerpo de la mujer se remonta a los orígenes de la ginecología. James Marion Sims, el llamado "padre" de la ginecología moderna, la misma que se nos aplica a las mujeres hasta ahora, logró sus descubrimientos sobre la sexualidad femenina a partir del abuso y experimentación de esclavas afroamericanas, sin su consentimiento y sin anestesia. Este siniestro método, que el doctor realizaba en un hospital improvisado en el patio de su casa, fundó la ginecología que conocemos y usamos las mujeres, y dio pie a la creación de instrumentos fundamentales como el "espéculo de Sims", que permite observar y conocer el funcionamiento de nuestros órganos reproductivos.
Si bien se considera un avance crucial en la medicina, cabe preguntarse si esta fundación de la especialidad dio una mirada poco empática hacia el cuerpo de la mujer. "A partir de ahí una serie de hombres continúan con esa mirada patriarcal. Nuestros órganos tienen nombres de hombres "Glándulas de Bartolini" "Trompas de Falopio", "Glándulas de Skene", estamos muy colonizadas por la voz de la ciencia creada por el hombre para entender el cuerpo de la mujer. En esto coincide Natasha. "A través de esta ginecología patriarcal se ejerce un control sobre nuestros cuerpos y procesos sexuales. Tenemos que entender que la salud sexual reproductiva es el área de la mujer donde se puede ejercer mayor dominación y control, y donde estamos más vulnerable. Donde más violencia se ejerce hacia la mujer es en la sexualidad."
Ginecología con perspectiva de género
La doctora Soledad Díaz es directora del Instituto Chileno de Medicina Reproductiva, una fundación sin fines de lucro dedicada a la consulta clínica, investigación y capacitación de profesionales, y que ha tenido como estandarte los derechos sexuales de la mujer. Ante la falta de perspectiva de género entre los ginecólogos señala ante todo que no se puede generalizar. "Hay sectores más normativos y conservadores, menos cálidos, centrados en lo más técnico y patológico, pero otros también muy conscientes y abiertos a otras miradas. Lo cierto es que la palabra género dejó de ser anatema y el lenguaje cambia conductas, hay más conciencia de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres".
Andrea Sepúlveda, ginecóloga de la Universidad de Chile, también tiene una mirada optimista sobre la profesión. "Las mujeres nos hemos empezado a tomar la ginecología", dice. De hecho, la cantidad de mujeres graduadas de su promoción superó a la de hombres; actualmente en su facultad las mujeres representan el 65% de los doctores que ingresan a la especialidad. Esta es una tendencia que no solo se ve en Chile, sino también en Estados Unidos, Canadá, Francia, Inglaterra y España, donde las mujeres ya lideran la especialidad.
"Cada vez somos más mujeres, estamos creciendo más y la atención por lo mismo ha cambiado. Entre las pacientes y nosotras la ginecología ha crecido hacia algo más integrativo, con perspectiva de género, con desarrollo interior, viéndola de una manera más interdisciplinaria". Además, observa un cambio dentro de los mismos docentes y profesionales. "Aunque a mí todavía me dicen que soy la feminista de izquierda pro-aborto, ya no es la misma discriminación que vivieron las generaciones anteriores. Esos profesores mayores han ido lentamente adecuándose y aprendiendo, por ejemplo, a no tirar chistes machistas o homofóbicos porque las mujeres ya no los toleramos."
¿Cómo sería una ginecología distinta, con una mirada desde y para la mujer? Para Natasha todo cuidado obstétrico debe ser con un enfoque feminista, y esa es la tendencia que un grupo importante de matronas de todo Chile, agrupadas en una misma red, están intentando liderar. Aunque es una agrupación que recién está en su etapa de formación, las profesionales que la componen tienen la misión de revindicar a las matronas como la principal y más capacitada profesional de la salud enfocada a la mujer, sobre todo considerando que son las que atienden las consultas ginecológicas en el servicio público. "La matronería debe ser feminista, debe estar del lado de las mujeres, no hay forma de cuidar la salud de la mujer si no hay un enfoque de género. Para eso necesitamos permear el feminismo en la carrera, que las profesionales vengan con esta mirada".
Para Pabla Perez existe una forma de abordar a la mujer que debe cambiar. "Hay todo un paradigma imperante que te ha dicho que no sabes nada de ti misma, que todo lo que digas de tu cuerpo no es válido porque no estudiaste medicina. Pero eres tú la que habitas ese cuerpo y entiendes qué te sucede. La experiencia humana no está aceptada ni bien acogida dentro de la medicina y eso es súper grave, porque es importante contar qué estamos sintiendo. Por otra parte, la salud sexual de la mujer está patologizada y no tenemos nada de información sobre el bienestar y el placer. Todo lo natural y gozoso parece estar prohibido, no está naturalizado". En esto coincide Natasha: "El cuerpo de las mujeres y sus manifestaciones fisiológica, las etapas normales de nuestra salud sexual reproductiva como la gestación, parto, menopausia, anticoncepción, se ven como enfermedades que deben ser tratadas por médicos, y no como algo normal. Eso debe cambiar".
Finalmente, para Soledad Díaz, en sus años como directora del ICMER, un tema crucial para mejorar el trato hacia la mujer en consulta es el tiempo. "Falta tiempo, sobre todo en el servicio público. La parte médica se come ese espacio y no hay tiempo para conversar, para la educación, para dar información, para evaluar las decisiones junto a las mujeres. Es algo que agradecen en la consulta cuando se les brinda, se van contentas. En un estudio de calidad de atención que hicimos en el instituto, una de las conclusiones que más nos llamó la atención fue que lo que agradecían las mujeres de la atención ginecológica es sentirse tratadas como personas".