Si hay algo de lo que está convencida, es de que cada persona nace “marcada” en la vida. En su caso, la marca ha sido el voluntariado.
“Así como hay personas que dicen que quieren ser médicas o profesoras, yo siempre quise hacer cosas por la comunidad, por los demás. Empecé con eso a los 13 años, cuando iba en el colegio”, dice hoy Gladys Fernández 63 años después de aquella primera experiencia.
Siempre la elegían como presidenta de curso en Concepción. Cada verano recolectaba ropas y las arreglaba junto a sus compañeras de curso para poder compartirlas a quienes se vieran afectados por inundaciones. Quizás como un recuerdo de aquella época, quizás porque realmente nació marcada por el voluntariado, hoy Gladys también es presidenta del Club de Las Tejedoras de Santa Isabel y de la Unión Comunal de Los Clubes de Adultos Mayores. También dicta cada semana, desde 2014, un taller gratuito de bordado mexicano en la Municipalidad de Providencia con el objetivo de que mujeres mayores como ella no estén solas en sus casas. Y es tesorera del Club de las Bordadoras Susana Gómez.
Pero sin lugar a dudas, su acción social más conocida es la Marcha de los Bastones.
“Cuero de chancho”
“Yo hice de todo en esta vida, como todas las mujeres: fui dueña de casa, ministra de economía, ministra de hacienda, psicóloga… Pero cuando mis hijos crecieron yo decidí que quería dedicarme a mí y hacer lo que siempre me ha gustado: el voluntariado”, dice.
Partió el año 2006, aunque fue en 2014 que su trabajo marcó un antes y un después en su vida: estaba en un paradero cuando vio a una persona mayor pidiendo dinero para completar el valor de su pasaje para poder subirse a la micro.
En la primera reunión había muchos hombres. Recuerdo que un señor me dijo ‘usted no va a conseguir nada, nada, nada porque usted es mujer’
Conversó con su marido. Le dijo que creía que a las personas mayores debieran cobrar el mismo valor que a un estudiante. Inició un trabajo de incidencia puerta a puerta. Hasta que ya eran decenas de personas interesadas y Gladys decidió que era hora de que se reunieran con el subsecretario de transporte, Cristian Bowen.
“Éramos 80 personas que estábamos reunidas aquí en Santa Isabel, entonces le expliqué de qué se trataba y qué era lo que queríamos y él dijo ‘esto va a ser muy difícil, muy difícil, imposible’ y yo dije ‘bueno, si usted piensa que esto va a ser muy difícil le vamos a patalear, le vamos a hacer la marcha de los bastones’”, comenta Gladys.
Para poder convencer a más personas de la necesidad de una marcha, recorrió muchas comunas. Prácticamente no estaba en su casa y su marido le decía: “Gladys, vas a tener que tener cuero de chancho, porque te va a tocar la parte fea”.
-¿Fue así?
-Sí, en la primera reunión había muchos hombres. Recuerdo que un señor me dijo “usted no va a conseguir nada, nada, nada porque usted es mujer”.
-¿Se lo cuestionaron muchas veces?
-Muchas. Pero yo siempre he creído que no podemos caer en esa idea de que no vamos a conseguir nada por ser mujeres. ¡Al contrario!
Gladys estaba convencida de que era posible y necesario apoyar a las personas mayores. Pero para eso era necesario marchar. Antes de la primera manifestación se le ocurrió ir a la panadería. Compró un kilo de pan y lo distribuyó en dos bolsas, con medio kilo cada una. Nadie entendía qué estaba haciendo. Hasta que, al terminar la marcha, se subió al escenario y dijo:
–Este medio kilo de pan es equivalente a lo que gasto cuando voy a ver a mi nieto. Este otro, cuando vengo de regreso. Eso es lo que gasto en un pasaje. Por eso estamos pidiendo que nos cobren lo mismo que a los estudiantes.
Sus demandas tuvieron resultados. Tras años de lucha, el valor del pasaje para personas mayores bajó 20%. Hoy, corresponde a 50% de la tarifa vigente para los demás.
Con esas acciones, Gladys y su corporación impactaron en la calidad de vida de 20% de la población nacional.
-¿Cómo es para usted mirar hacia atrás y saber que lo logró, pese a que se lo cuestionaban por ser mujer?
-(Sonríe) Yo viví en un país mucho más machista que Chile, que es México y también aporté allá mi granito a distintas mujeres.
-¿Cómo lo hizo?
-Yo siempre dije que los derechos de las mujeres tienen que ser exactamente iguales a los de los hombres, que no debe haber diferencias. Si yo trabajo y gano 500, el hombre a mi mismo nivel de trabajo tiene que ganar no mismo, no más. Y la mujer lo mismo, no puede recibir menos solo por ser mujer. Digamos que apoyé por ahí…
El consejo
Aunque sabe que sus acciones en la Marcha de los Bastones impactó a millones de personas que viven en Chile, a Gladys no le gusta ver eso como un legado, sino como un consejo: “Para mí, lo que hicimos tiene que ver con la idea de que las personas mayores tienen que hacer valer sus derechos. Todas, hombres y mujeres. Y si son ignoradas por ser mujeres y mayores, entonces tienen que trabajar el doble para hacer sus derechos”.
“Las personas mayores no deben esconderse. Deben salir. No quedarse en la casa, no alejarse de la sociedad. Habitar el espacio público es una manera de seguir viviendo”, dice Gladys.
-Eso también ocurre con muchas mujeres de otras edades. El espacio público puede inhibir, o ser peligroso para mujeres y niñas… Por algo existen tantas feministas hablando de urbanismo.
-Sí, y esa es una mentalidad que tenemos que cambiar. En el caso de las personas mayores, muchas tuvieron el síndrome de la cabaña durante la pandemia. Por eso yo fomento que todos los miércoles, de 15:30 a 18:00 nos juntemos las mujeres mayores. Hablamos, habitamos el espacio público, vamos dejando de lado algunos estereotipos o comentándolos.
-¿Como cuáles?
-Por ejemplo, el de decir “abuelita”. Ya no usamos eso, porque sabemos que hay mujeres mayores que son solteras, que no tienen hijos, que no tienen nietos, y eso está bien.
-Además, existe un imaginario colectivo de cómo debiera ser esa “abuelita”...
-¡Claro! Por eso yo recalco que la persona mayor, que la mujer mayor, siempre ayude a sus compañeras, a sus pares. En cualquier momento nos podemos necesitar. Tener esa conciencia es importante.
-¿Qué legado cree que le está dejando al resto de las personas, como mujer y como mujer mayor?
-A través de mis voluntariados, de mi labor hacia la comunidad… Es una labor que no a todos les agrada, pero a mí me gusta porque yo conozco a las personas a través de todo lo que hago. Me encanta el hecho de poder mirar a la cara del otro, verlo a los ojos y saber cómo es la persona. Es bonito, pero puede ser difícil navegar en las aguas de un mar tan revuelto. Te tienes que cuidar por todos lados, pero una tiene que mantenerse firme. Para una misma y para poder aportar al resto.
Gladys dice que no espera nada de esto. Que tampoco esperaba esta entrevista. Hace hincapié en que cuando se hace un voluntariado no se puede esperar recibir cosas. “Yo consiguiéndome algo para una persona que lo necesite estoy feliz. Y mi cuero todavía está duro”, concluye.