“Creo que me di cuenta de que era gorda cuando tenía nueve años: sí, una nena regordeta que iba a la primaria, que se la pasaba en la dirección porque le gritaban ‘gorda’ en el recreo. Digo ‘creo’ porque no recuerdo el momento exacto en el que mi cuerpo se transformó en una plataforma de opinión pública”, cuenta la argentina Lux Moreno en su libro Gorda Vanidosa, una narración en primera persona en la que la activista gorda y especialista en comunicación de género y sexualidades, da cuenta de cómo la sociedad ha condenado a los gordos. Una discriminación y fobia que se incrementó hacia fines de los 90 debido al proceso de globalización y al aumento de las políticas neoliberales. “En nuestros cuerpos llevamos las contradicciones de un sistema de consumo que nos obliga a cumplir las normas y ser nuestros propios policías de los cuerpos. Este incremento también se ha dado debido a las políticas internacionales de la Organización Mundial de la Salud, que describen a la obesidad y sobrepeso como una pandemia”, señala Moreno.
Así, la gordofobia se configura entonces como toda acción y/o sentimiento de rechazo y odio al cuerpo gordo. Una manifestación cultural que esconde un miedo consciente e inconsciente a transformarse en aquel cuerpo grande y rollizo. “Bajo ese argumento, a los gordes nos humillan, silencian, ridiculizan, maltratan, discriminan y excluyen, siendo no solo sujetos de opresión, sino carentes de derechos básicos”, sostiene Andrea Ocampo, escritora y comunicadora feminista.
Muchos gordofóbicos han sido gordos alguna vez, y su ataque es peor porque adelgazaron desde el odio hacia ellos mismos. Así lo cree la artista y activista contra la gordofobia, Rocío Hormazábal Vallecillo. “Cuántas veces hemos escuchado decir a una ex gorda: ‘Antes no me podía poner bikini, me miraba al espejo y no me gustaba lo que veía, todos se burlaban de mí, pero ahora que estoy delgada me siento mucho mejor’. La reflexión, al escuchar comentarios así, no es que esta persona adelgazó por amor propio, sino porque se sintió apartada y obligada a ser aceptada por los demás. No por ella misma”.
Marcial Parraguez, periodista y activista gorde, explica que durante años la estética corporal en el mundo ha sido la imagen de personas con cuerpos trabajados. “Esto se transformó en una meta, en una medición de felicidad, victoria, triunfo y anhelo. Una idea que han instalado los certámenes de belleza y que se ha reforzado en la esfera pública, cerrándoles las puertas no solo a las corporalidades gordas, sino que a las trans, travestis o neutres, y otras expresiones que toman su cuerpo como signo de lucha”.
Las mujeres: las más discriminadas por su cuerpo
Durante estos meses de confinamiento el temor a subir de peso, entre otros temas, se ha instalado en la población. Una demostración de ello son los innumerables memes que circulan en las redes sociales, el más difundido de todos, la transformación de Barbie, ahora en una muñeca rolliza y con papada, una imagen que da para muchas interpretaciones. Lo cierto es que el cuerpo de las mujeres a lo largo de la historia ha sido más discriminado que el de los hombres, siendo esta otra manera de reproducir las desigualdades de género.
Un fenómeno estudiado por María Alejandra Energicia, Elaine Acostab, Macarena Huaiquimillaa y Florencia Bórqueza, investigadoras de las Universidad Alberto Hurtado, quienes publicaron el trabajo Feminización de la gordura: estudio cualitativo en Santiago de Chile. En la investigación, las profesionales dan cuenta de que la feminización de la gordura se expresa, entre otras cosas, en que la gordura se describe como un asunto de interés femenino más que masculino, en que la norma de tamaño del cuerpo es más estricta para mujeres que para hombre; y en la responsabilidad que se le entrega a la mujer por el peso de cada integrante de su familia. “Concluimos que la feminización de la gordura reproduce dicotomías de lo masculino y lo femenino (mente/cuerpo; público/privado), que son en sí misma una forma de violencia de género”.
Sobre el tema, Rocío Hormazábal Vallecillo, advierte que “a las mujeres se nos ha enseñado a competir con la figura física para que un macho nos quiera y nos acepte. Cuántas veces hemos escuchado decir: ‘Adelgaza para que tengas pololo’, ‘si no bajas de peso nadie se fijará en ti y no te pedirán matrimonio”.
La artista agrega que, a diferencia de las mujeres gordas, los hombres gordos no son tan señalados públicamente. “Pese a que también lo pasan mal, el ‘gordito’ es el parrillero, el simpático y el eterno amigo. En cambio, la gorda, es la amiga aparte, esa que no pololea pero que hace los canapés en la cocina, la buena para el chiste, pero a la que no sacan a bailar en la disco; y eso sí, que les afecta a las mujeres, ser discriminadas y rechazadas por gordas”.
El activismo gordo
Como una forma de reaccionar contra la violencia social hacia los cuerpos diversos es que surgió el activismo gordo a finales de los años 70 en Estados Unidos, y en los 2000 en Latinoamérica.
Al respecto, Lux Moreno, detalla que “este movimiento tiene varias vertientes: una es la positividad corporal que tiene que ver con llevar al lugar positivo el estereotipo del cuerpo diferente. Es decir, los gordos también tenemos una vida posible, vivible y no tenemos que ser segregados; y, por otro lado, la perspectiva crítica o radical que es la que aborda cuestiones más profundas”.
A este activismo se suma también el movimiento internacional The Body Positive, que según explica Andrea Ocampo, es distinto y está enfocado más bien a las comunicaciones y a la publicidad. “El activismo gordo, del que yo me siento más cercana, tiene un posicionamiento político y filosófico con fuerte raigambre literaria y artística”.
En Chile también han aparecido pequeños colectivos y personalidades que son la cara visible de la resistencia gorda. Entre ellos están, la Junta Gorda y los Enormes; Antonia Larraín, Constance Clarke, Andrea Ocampo y Marcial Parraguez con el podcast Grandiosas; Constanza Álvarez, creadora del Manifiesto Gordx y La Cerda Punk y Marcela Contreras, de la editorial FEA.
Sobre si en Chile existe alguna ley que aborde la discriminación de los cuerpos, el periodista Marcial Parraguez señala que “hay iniciativas para crear una ley de tallas, que no solo ayudaría a los niños, sino que a las personas que deben fabricarse su propia ropa. Si bien es una acción cotidiana para muchos, ayudaría a quienes no pueden hacerlo”.