El miércoles 1 de diciembre se conmemoró el Día Mundial de la Lucha Contra el SIDA, propulsado en un principio por el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA con la finalidad de aumentar la visibilización y realizar un llamado a la acción para seguir avanzando en las iniciativas que buscan ponerle fin a la epidemia. Este año, y hace ya varios, el foco estuvo puesto en la prevención combinada, un plan de acción que busca generar consciencia y educar respecto a tres ejes preventivos fundamentales que tienen que darse de manera simultánea; el uso de preservativos, el uso de medicamentos PrEP (Profilaxis Pre-Exposición) que combinan dos tipos de antirretrovirales y disminuyen el riesgo de contraer VIH, y el desarrollo de la educación sexual integral.
A eso apunta la estrategia de organismos internacionales, que son enfáticos al postular que sin esas tres aristas –y por ende sin una mirada integral–, los casos solo van a ir en aumento, más aun en época de pandemia por el Covid-19, en la que el acceso a los exámenes y la posibilidad de detección temprana estuvieron limitados. ¿Pero cuáles son las cifras en Chile?
Al 2019, ONUSIDA estimó que 74.000 personas vivían con VIH en el país. De ellas, solo 64.000 estaban al tanto de su situación. Así mismo, se develó que del total de la población que vive con VIH en Chile, un 84% corresponde a hombres y el grupo etario que concentra la mayor cantidad de transmisión va de los 25 a los 29 años. A su vez, dentro de Latinoamérica, Chile es el país, junto a Costa Rica, con mayor tasa de incidencia, indicador que hace referencia a la proporción entre los casos nuevos y la población total.
¿Qué pasó en pandemia?
Entre enero y septiembre del 2020, el Ministerio de Salud informó 3.280 casos nuevos de personas con VIH, de las cuales el 70% tenía entre 20 y 39 años. Esa cifra implicó una baja con respecto al mismo periodo del 2019, pero esa baja se debió únicamente a la dificultad de las personas de acudir a los servicios de salud producto de la pandemia. Así lo explica la infectóloga y académica de la Universidad de Chile, Claudia Cortés, quien advierte que la pandemia del Covid-19 ha incidido fuertemente en la pandemia del VIH a nivel mundial. Y es que el diagnóstico cayó, según las investigaciones, en un 40% durante el 2020. “Esto básicamente ocurrió porque estuvimos encerrados, no había acceso a hacerse exámenes y las listas de espera en patologías aumentaron. Ahora estamos viendo pacientes que llegan mucho más tarde al diagnóstico y sabemos que hay más enfermedades de transmisión sexual porque la sífilis, que se transmite de la misma manera, aumentó en todo el mundo”, aclara.
Mitos y verdades
Según explica Cortés, más que mitos y verdades, lo que caracteriza al imaginario que existe actualmente en torno al SIDA –uno que por cierto ha cambiado ampliamente desde sus inicios, cuando se creía que se contagiaba a través de la saliva o incluso por interactuar con pacientes afectados– es la falta de educación. Y si bien ya se sabe a nivel social y colectivo que el VIH y el SIDA no son lo mismo, y que no toda persona que tiene VIH desarrolla necesariamente el SIDA, sigue habiendo mucha desinformación.
Cortés lo explica de esta manera; “Se trata de conceptos distintos pero complementarios. VIH es la infección por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana, y es un lentivirus que afecta al sistema inmune y puede, en ocasiones, causar el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA). El SIDA, entonces, es una etapa avanzada de la infección. No toda persona que tiene VIH llega a tener SIDA, pero sí todas las personas que tienen SIDA tienen la infección por VIH”.
¿De qué manera se transmite? A través del intercambio de fluidos vaginales, semen y/o sangre entre una persona con VIH y otra. En ese sentido, se puede propagar mediante las relaciones sexuales sin protección, heridas abiertas y el uso compartido de jeringas y agujas. No existe, en definitiva, una cura para el SIDA, pero sí la observación estricta y la terapia antirretroviral puede disminuir significativamente el progreso de la enfermedad y evitar infecciones secundarias.
Las deudas
Lo que falta en Chile, según concuerdan los especialistas, es mejorar el diagnóstico –facilitar el acceso a exámenes con tests rápidos, por ejemplo habilitando los centros de vacunación o eventos masivos– y contar con una Ley de Educación Sexual Integral, que a la fecha no existe. Y es que en octubre del año pasado el Congreso rechazó el Proyecto de Ley de Educación Sexual Integral (ESI) que proponía modificar dos aspectos claves que hasta ahora han definido la educación sexual en el país: su obligatoriedad solamente a partir de primero medio y su enfoque exclusivamente biológico y ligado a la salud reproductiva. Hoy entonces, la situación permanece igual desde 2010, año en que se promulgó la Ley 20.418 que fija normas sobre información, orientación y prestaciones en materia de regulación de la fertilidad y que establece que todos los colegios tienen la obligación de entregar información acorde a la edad y sin sesgo desde primero medio con tres objetivos específicos: reducir las infecciones de transmisión sexual, los abusos sexuales y el embarazo adolescente.
Es ese, según concuerdan los activistas, el gran problema; el enfoque biomédico con el que se abordan estos temas, en vez de un enfoque social e integral. Y es que como explica Agustina Morales, trabajadora social y activista en temas de VIH y SIDA que trabajó durante más de 20 años en el programa del Hospital Sótero del Río y actualmente en la Fundación SAVIA, no existe en Chile un acercamiento integrado y preventivo. “El testeo es clave, porque con ese diagnóstico los pacientes se pueden integrar a programas de salud y recibir tratamiento, que a la larga pueden negativizar el VIH en el cuerpo, pero falta una mirada preventiva que ponga el foco en la educación y en la mayor visibilización. Hay que seguir educando respecto al uso de preservativos y el uso de PrEP, medicamento que toman a diario las poblaciones que están mayormente expuestas a contraer VIH y que a Chile llegó en el 2019″, explica. “La idea es construir sujetos preventivos, que puedan contar con información suficiente para hacerse cargo de la prevención, y no se puede relegar el conocimiento a un único mes al año”.
¿Dónde solicitar el PrEP?
En cuanto a la prevención del VIH, y dado que en Chile el 99% de la transmisión se da por la vía sexual, tanto en parejas heterosexuales como homosexuales, lo fundamental es el uso de preservativo y el medicamente PrEP, actualmente disponible (previa evaluación médica y receta) en nueve hospitales a lo largo del país -Hospital de Antofagasta, Hospital de Puerto Montt, Hospital de Temuco, Hospital San Juan de Dios, Hospital Barros Luco, Hospital El Carmen, CRS Cordillera Oriente, Hospital Padre Hurtado y el Hospital San José- y en farmacias.
¿De qué manera afecta a las mujeres?
Históricamente, el VIH y el SIDA han sido erróneamente asociados y atribuidos únicamente a la comunidad LGBTQ+. Hay muchas poblaciones que lo viven en soledad y de manera totalmente oculta. Es el caso, como lo explica Agustina Morales, de las mujeres, quienes muchas veces se enteran recién cuando se les ofrece el test de detección durante el embarazo. “Con todo el estigma que existe en torno al VIH y el SIDA, también existe esa concepción errada y restrictiva de que la mujer en pareja o casada no está expuesta, y por ende no se ocupa condón. El problema ahí es que todo es en base a estereotipos y falta de información”, explica. Así mismo, no hay campañas dirigidas a ellas y los medicamentos no han sido probado en esa población, por lo que no hay claridad respecto a los efectos secundarios que pueden tener en las mujeres.
Todo esto, según explica la especialista, va configurando un imaginario en el que a la mujer le da vergüenza compartir su experiencia y lo vive mayormente en soledad. Es esto lo que se develó en un estudio realizado en el 2018 por el Observatorio de Políticas Públicas de Fundación SAVIA en conjunto a las organizaciones ICW y BELONA, que planteó que muchas de ellas dejaban temporalmente sus tratamientos por sentirse solas, poco acompañadas y desanimadas y por no poder acceder a tratamientos complementarios de salud mental.
Pero las cifras son enfáticas; en Chile hay más de 17.000 mujeres viviendo con VIH y el cáncer cervicouterino (enfermedad de transmisión sexual que se transmite de la misma manera) es la cuarta causa de muerte en mujeres. Esta realidad, por ende, no se puede desconocer.
La activista en VIH y SIDA, Marcela Silva, explica que existe una invisibilización absoluta del VIH en algunas poblaciones, como por ejemplo en las mujeres, niñas, niños, adolescentes y pueblos originarios. “Son invisibilizadas por la sociedad y las políticas públicas, y hay poco levantamiento de dato duro. Ahí hay toda una población diversa que vive con VIH y entre todas tenemos demandas y necesidades diferentes”, postula. “En el caso de las niñas y niños, nos encontramos con los mismos tropezones de hace 25 años, que no son tomados en cuenta como sujetos de derecho y no tienen voz, pero yo lo veo cada vez que trabajo con ellos; no entienden por qué tienen que tomar medicamentos, muchos no saben por qué no tienen padres y los crían los abuelos, y siempre quieren saber. En el caso de las mujeres, vivimos una doble condena cuando nos diagnostican, porque no solamente tenemos que vivir siempre en desventaja, sino que ahí además tenemos que buscar la manera de reinventarnos y en silencio absoluto. Aun existe mucho estigma a nivel social, por parte de los profesionales de la salud también. Y en estricto rigor, la probabilidad de transmisión es baja si la mujer hace tratamiento adecuado, pero pareciera ser que las que vivimos con VIH nos tenemos que reeducar y reformular todo el tiempo”.