Hablar sobre sexualidad la mayoría de las veces, causa escozor. Que es algo demasiado íntimo, que nunca es el momento preciso, que puede que no sepa responder algunas preguntas o pensar que llegamos tarde a “la conversación”.
Lo cierto es que “la conversación” no existe, más bien hay diálogos, preguntas, reflexiones, para abordar un tema que nos atraviesa a todos, desde nuestro nacimiento hasta el día de nuestra muerte.
Y si bien es un tema humanamente natural, algo nos pasa que no lo hablamos, particularmente durante la adolescencia, a sabiendas que hacerlo parte de nuestra cotidianidad de manera abierta y honesta puede ser muy significativo para la vida adulta.
La adolescencia es una etapa que no solo afecta a los jóvenes, sino también a sus familias. Aparecen cambios físicos, emocionales y sociales que resultan evidentes, pero hay un aspecto que muchas veces se convierte en un tema incómodo: la sexualidad. Para muchos padres, abordar la sexualidad con sus hijos adolescentes puede ser desafiante, pero es fundamental entender que este diálogo es crucial para el bienestar emocional y mental de los jóvenes.
En mi adolescencia, era un tabú. Entre mujeres prácticamente no lo hablábamos, a lo más nos daba risa cuando la profesora de biología explicaba la reproducción. Era común que en las casas no se hablara al respecto, salvo cuando aparecía la menarquia y algún cercano te felicitaba y te regalaba flores porque “ya eras una señorita” (metáfora que me costó mucho entender) o cuando alguna compañera se embarazaba y se abordaba la importancia de los métodos anticonceptivos.
Nada más, ni nada menos. Hasta que apareció una irrisoria campaña sobre el VIH, que satanizaba las relaciones sexuales e incluso le llamó el cáncer gay.
Algunos canales de comunicación se negaron a transmitir el spot publicitario y así fuimos educados en sexualidad en los años 90.
Ni adultos, ni menos adolescentes, entendían muy bien sobre sexualidad. Menos cómo hablarla.
Esos adolescentes de los 90 son padres de adolescentes ahora y muchas veces tienden a replicar esa “comunicación distorsionada” y escandalizarse porque hay otras instancias que quieren educar al respecto bajo el mandato “con mis hijos no te metas”, dejando un espacio vacío de información, que muchas veces es completado por los pares o pornografía.
La sexualidad en la adolescencia no se limita a la actividad sexual, sino que es una parte integral del desarrollo de la identidad. Durante esta etapa, los adolescentes comienzan a explorar su identidad sexual, a entender sus atracciones y a desarrollar relaciones íntimas. Este proceso muchas veces es confuso y abrumador, tanto para ellos como para sus padres, por lo que es fundamental que los padres reconozcan que la curiosidad y la exploración sexual son aspectos normales del desarrollo adolescente. Sin embargo, la falta de información adecuada y el acceso a fuentes no confiables pueden llevar a comportamientos de riesgo y es ahí donde la comunicación abierta y honesta entre padres e hijos es crucial.
Hablar sobre sexualidad no sólo implica hablar sobre relaciones sexuales, ese es sólo un aspecto. Hablar de sexualidad es hablar sobre respeto, consentimiento, emociones, identidad y salud. “¡Es que ni yo mismo sé cómo abordarlo!” me han dicho algunos padres o “Además hay tantas modas! No vaya a ser que si menciono esto de las orientaciones sexuales, abra una puerta que ni siquiera estaba disponible” me dijo una vez una madre que temía que su hija fuera lesbiana. Y digo temía, pues esa madre sentía que su hija sería tremendamente infeliz y discriminada por la sociedad. Con el tiempo, entendió que su prejuicio tenía que ver con ella y lo difícil que era aceptar que su hija no estuviera dentro de lo que la sociedad esperaba de una mujer.
La sexualidad es un diálogo continuo que debe adaptarse a las necesidades y la madurez del adolescente.
Asimismo, la salud mental está intrínsecamente ligada a la sexualidad. Los adolescentes que sienten vergüenza o culpa por sus pensamientos o comportamientos sexuales pueden experimentar ansiedad, tristeza y sentir que nos son suficientes. Y es en ese momento importante crear un espacio seguro y sin juicios para que sus hijos se sientan cómodos compartiendo sus preguntas, inquietudes y sentimientos. Un espacio seguro que se va creando desde que empiezan a aparecer las preguntas (que es muy anterior a la etapa de la adolescencia) sin ridiculizar ni trivializar sus inquietudes, respondiendo siempre con la verdad, sin eufemismos, acorde a la etapa del desarrollo en que se encuentra.
Una tarea importante es estar atentos a síntomas como la angustia relacionada con la sexualidad, aislamiento social, cambios bruscos en el comportamiento o la expresión de sentimientos de culpa o vergüenza. Estos sentimientos pueden ser indicativos de que el/la adolescente esté experimentando cuestionamientos relacionados con su identidad de género, orientación o haber experimentos situaciones más complejas. Es importante siempre estar.
Ya pero ¿Cuáles son los beneficios de hablar sobre sexualidad? ¡Muchísimos!
La sexualidad es un diálogo continuo que debe adaptarse a las necesidades y la madurez del adolescente. Hay que darle información clara y basada en hechos que se adapte a su edad y comprensión.
Hablar sobre sexualidad también sirve de apoyo en el desarrollo de una imagen corporal positiva y una autoestima sólida. Esto no solo ayudará a tomar decisiones más seguras, sino que también reducirá la probabilidad de que se involucren en relaciones sexuales no deseadas o que no les hagan bien.
Es importante que los adolescentes entiendan las expectativas y los límites establecidos por sus padres en cuanto a su comportamiento sexual. Sin embargo, estos límites deben ser razonables y basados en una comprensión del desarrollo adolescente. Comprender la importancia del respeto por mi propio cuerpo, los límites que pongo y el consentimiento sobre qué quiero hacer y qué no.
Conversar sobre sexualidad es hacerse cargo de tomar decisiones informadas sobre su salud sexual y reproductiva.
Y un bonus: conversar sobre sexualidad permite generar espacios para desarrollar habilidades en situaciones sociales y emocionales complejas.
Hablar sobre sexualidad no es una conversación única, sino un diálogo continuo que requiere que estemos muy alerta, animándolos a hacer preguntas y buscar recursos confiables para profundizar en sus conocimientos. Muchas veces no vamos a tener todas las respuestas, lo que incluso puede animarlos a investigar juntos y propiciar espacios nutritivos de confianza.
Animémonos a no repetir patrones y propiciar una sexualidad más conectada, sana y respetuosa.
* Dominique es Psicoterapeuta -sistémica, centrada en narrativas- y magíster en ontoepistemología de la praxis clínica. Se desempeña como docente universitaria y supervisora de estudiantes en práctica. Atiende a adultos, parejas y familias. Instagram: @psicologianarrativa.