Cómo mejoramos la educación sexual para niños y adolescentes
Confianza, comunicación y verdad. Esas son las tres claves de una buena eduación sexual que entrega la terapeuta de parejas Jean Milburn (Gillian Anderson) a la asamplea de padres del colegio de su hijo Otis (Asa Butterfield) en la escena del primer capítulo de la segunda temporada de la serie de Netflix, 'Sex Education'. Allí se narran las vivencias de los adolescentes al enfrentarse a la sexualidad a través de una madre sexóloga y su hijo, quien entrega consejos del tema a sus compañeros de clase.
Aunque hablar de sexo debiera ser algo que nos resulte cómodo, porque involucra nuestro sentir más íntimo, lamentablemente ni en la casa ni en el colegio se aborda desde esa mirada. Una realidad preocupante considerando que desde 2015 los informes internacionales califican a Chile como el país con la peor educación sexual. María Verónica Santander es orientadora y señala que "antes solo se abordaba la sexualidad desde una cultura patriarcal y machista. El sexo era algo secreto que se concebía como un placer merecido para los machos y como una sentencia de culpa para las mujeres. Poco a poco esto ha ido cambiando, y actualmente se aborda la sexualidad desde temprana edad. Es un tema presente que se habla en la familia, en la escuela, en el arte y en la cultura porque la educación sexual está siendo reconocida como parte del desarrollo integral del ser humano. Falta mucho por hacer, pero ya pasamos el punto de inflexión", dice.
Sobre cuáles son los principales miedos que enfrentan los adultos al abordar el tema con los jóvenes, la psicóloga Carolina Harris dice que "tienen que ver con explicar mucho más o mucho menos de la cuenta. Que tocar ciertas temáticas puedan abrir la puerta a un montón de preguntas y experiencias que antes hubiesen sido impensadas; o que, por el contrario, la información proporcionada sea insuficiente o confusa. Sin embargo, estudios de la Unesco han comprobado que una educación sexual clara y adecuada para cada edad derriba ciertos mitos y no incrementa la actividad sexual, el comportamiento sexual de riesgo o la transmisión del VIH", señala.
El tiempo adecuado
"Lo cierto es que no hay una edad para iniciar estas conversaciones porque el cuerpo viene con nosotros y es parte de la vida ir conociéndolo a través de las etapas del desarrollo", asegura María Verónica, quien explica que las conversaciones comienzan desde que los niños descubren su cuerpo y se dan cuenta en qué son parecidos y en qué son diferentes físicamente con los demás. "Los primeros diálogos van estableciendo vínculos de comunicación y confianza que, a medida que ellos crecen, les sirven para plantear sus inquietudes en un espacio cómodo", dice.
Para responder a las inquietudes de los niñas, niños y adolescentes, lo principal es informarnos bien y por adelantado, para así explicarles con calma y preparación. Por lo menos así lo recomienda Carolina Harris, quien además aconseja algunas estrategías para enfrentar la conversación:
Prepararse y anticiparse, sobretodo si me resulta muy vergonzoso o difícil. Pensar en qué preguntas nos surgieron en la infancia y en la adolescencia, y cómo nos hubiera gustado que las abordaran nuestros padres. Hay que entender que el tipo de preguntas cambia con cada etapa: a los 2 o 3 años surge mucha exploración y curiosidad, lo que permite abordar los límites sobre lo público y lo privado, sobre sus partes más íntimas y su protección y cuidado. Alrededor de los 4 años pueden aparecer algunos '¿por qué?' sobre el origen de los bebés y algunas diferencias sobre su cuerpo y el de otros; y a los 8 años podemos comenzar a enseñar sobre algunos cambios del físico que se producen en la pubertad y sobre las primeras intuiciones sobre lo que es el sexo.
Tener siempre un discurso congruente. Es importante cuidar nuestro lenguaje no verbal; evitar el entrecejo fruncido o de sorpresa o de que 'estas cosas no se hablan'. Todo esto genera la sensación de que están trasgrediendo algo o que hablarlo con los padres no es seguro. En la crianza educamos sobre sexualidad tanto por acción como por omisión. Aunque en una familia no se hable directamente de sexualidad, inevitablemente transmitimos expresiones, valoraciones y contenidos según nuestra experiencia y en torno a las creencias familiares.
Utilizar un lenguaje fácil y claro con vocabulario adecuado a la edad del niño, nombrando cada cosa por su nombre sin tecnicismos ni eufemismos.
Jamás mentir, evadir o inventar. Si tenemos dudas, podemos decirle que no lo sabemos, pero que vamos a averiguar y después entregar una respuesta.
No contestar más allá de lo que el niño esté preguntando. Ante una pregunta complicada, siempre es bueno responder con la pregunta: '¿Y qué crees tú?' Esto da tiempo para prepararse para responder y al mismo tiempo entender qué nivel de conocimiento e integración tiene el niño o adolescente sobre su duda, para responder lo justo. Si el niño tiene más curiosidad, tal vez pregunte algo más, sino, no.
El resultado de una comunicación efectiva y afectiva con los hijos, independiente de la edad, construirá no solo un lazo indestructible con ellos, sino también adultos conectados con sus emociones. "Saber que pueden hablar del tema probablemente será una base para que en el futuro tengan mejor vida sexual con sus parejas, ya que tal vez se comunicarán con más seguridad de lo que sienten y reafirmarán sus límites o reglas del juego. Es importante enfrentar la vida sexual con información y menos temores", concluye María Verónica.
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