Hablemos de amor: un mensaje de WhatsApp removió todo en mí (y en mi relación)

Ilustración Hablemos de Amor 10/02



La vida te mueve el piso cuando menos lo esperas. Llevo 20 años casada y con mi marido siempre hemos sido muy abiertos en hablar sobre la atracción que podríamos llegar a sentir por otro e, incluso, en la posibilidad de ser infieles, aunque nunca nos aventuramos en respondernos mutuamente cómo podríamos reaccionar si algo así llegara a suceder.

Personalmente, ambas alternativas estaban lejos de mi alcance. O al menos eso creía. De ahí que el último tiempo se me han venido encima una serie de cuestionamientos en muchos ámbitos: yo mamá y yo esposa, pero especialmente en repensarme como “yo mujer”. Y es que jamás tuve en mente que un tercero pudiera poner los ojos en mí. No por falta de autoestima o por no creerme el cuento, sino porque, sencillamente, tras tantos años de casada, no estaba pendiente de si alguien se fijaba o no en mí.

Un día, tras una reunión de trabajo, un número desconocido me habló por WhatsApp. Era una de las personas que había estado allí que me invitaba a tomar un café. Pensé que se trataba de algo de trabajo, así que le dije que sí; que me avisara cuando podía y nos juntábamos. Nunca pasó nada y la verdad, yo olvidé por completo la situación, hasta que un par de meses más tarde llegaron nuevos mensajes, esta vez, tras haberme visto en una reunión donde por distintos motivos fui más protagonista.

El café no llegó, pero sí una serie de mensajes por WhatsApp repletos de alabanzas, primero por mi trabajo y luego por mi simpatía y mi físico. Dos días seguidos no paramos de hablar. Yo me sentía encantada con esta avalancha de piropos que fueron derivando en conversaciones cada vez más subidas de tono a las que, sinceramente, no estaba para nada acostumbrada, aunque confieso que de a poco fui agarrándoles el gusto.

En un comienzo no me cuestioné absolutamente nada. Lo comenté con mis mejores amigas y, entre risa y risa, empezamos a disfrutar juntas de este coqueteo que a mí me tuvo en llamas durante algunas semanas. La culpa jamás estuvo presente.

Sin embargo, tras varias semanas en esta dinámica empecé a mirar todo desde otra perspectiva. No le estaba siendo infiel a mi marido, pero el hecho de que otra persona haya llegado a removerme de esa manera, me hizo ver que tal vez en mi vida estaba faltando algo. Comencé a necesitar esos piropos diariamente, pero él de un momento a otro desapareció y me sentí sola en medio de la nada, con ganas de seguir sintiendo cosas, pero sin saber dónde encontrarlas.

Ilustración Hablemos de Amor 10/02

Ahí fue cuando después de años realmente miré a mi alrededor. Me di cuenta de que mi matrimonio no andaba bien. Mi marido y yo éramos como amigos, no nos encontrábamos como pareja hacía mucho tiempo: él en lo suyo y yo en lo mío. Sin peleas, sin gritos, silenciosamente cada uno haciendo su vida. El único punto de encuentro eran nuestros hijos.

Más allá de este personaje que llegó a revolucionar mis hormonas (lo que me hizo increíblemente bien porque despertó algo en mí que pensé que ya no existía) y que resultó ser un narciso de catálogo, me di cuenta de que había una serie de vacíos que tenía que sanar. Un día, en mi desesperación por encontrar respuestas a lo que me pasaba, me vi las cartas y me dijeron que este hombre era un maestro que había venido a mostrarme ciertas cosas que estaban dormidas en mí. Me hizo pleno sentido.

Mi matrimonio estaba haciendo agua, yo no me sentía una mujer deseada hacía muchísimo tiempo, el sexo era más de lo mismo… un desgaste total. Aquí no hay solo un culpable; somos dos y, aunque en estas líneas soy yo quien hace la reflexión, sé que mi marido también la ha hecho durante los últimos meses. Hemos conversado (yo sin entrar en detalles que pueden terminar haciendo más daño) y juntos nos hemos dado cuenta de esta distancia. Hemos estado de acuerdo y decidimos hacer terapia. No queremos estar al borde de la separación para pedir ayuda (y en eso mis amigas han sido como unas “pepe grillo” cada vez que nos juntamos).

Es tan fácil perderse en el día a día. Dejar de jugar, de coquetear, de decirse algo bonito, de mandarse un mensaje mínimamente cariñoso o sensual, de dormir en cucharita, de tomarse la mano durante la noche para saber en qué parte de la cama está durmiendo el otro.

Suelen decir que todo pasa por algo, y creo que así es, aunque aún estoy en esa búsqueda. Lo que sí tengo claro es que debo agradecerle a este personaje haber aparecido, ya que gracias a esa experiencia pude repensar la relación conmigo misma y, por supuesto, la de mi matrimonio. Me di cuenta de que no es falta de amor y eso me alivia mucho. Tenemos una base sólida, pero debemos repasar juntos muchas cosas para continuar. Al menos yo, no estoy dispuesta a perderlo.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.