“La Navidad recién pasada fue especial. Como todo el mundo –literalmente– viví un 2021 cargado de incertidumbre, miedo y tristeza por culpa de la pandemia. Doce meses en los que cuando creía estar capeando la ola, rápidamente aparecía otra capaz de revolcarme y dejarme de cabeza, aniquilando toda esa ilusión que tímidamente había aparecido para hacerme creer que la vida normal volvería otra vez.
Fueron meses difíciles. Como familia debimos reinventarnos, organizarnos y estar constantemente armando planes y estrategias para poder cumplir con las obligaciones de cada uno, tratando de no dejar jamás de lado la unión y contención familiar. Y no siempre fue fácil. Hubo días durísimos en los que todos nos quisimos mandar a la punta del cerro. Días en los que todos quisimos salir corriendo de la casa en busca de paz y algo de silencio. Pero a días de haber pasado una de las Navidades más hermosas que he tenido, puedo decir que si sumo y resto todo lo que pasó este año, igual me da positivo. Y es que la pandemia me enseñó, entre muchas otras cosas, que el amor de familia está por encima de todo.
Lo que más rescato de todo es que el vernos vulnerables, en riesgo y con una preocupación constante por el otro hizo que en mi familia se empezaran a verbalizar frases como “te quiero mucho”. Yo crecí en una familia más fría, en la que decir lo que se sentía no era tan normal. Y no es que yo haya crecido sintiéndome poco querida por no escucharlo de la boca de mis padres o hermanos, pero ahora que veo que mis hijos y mi marido nos decimos esa frase, le he dado valor. Porque, ¿qué cuesta decirla? Me acuerdo los momentos en los que estaba agobiada y que un te quiero de alguno de mis hijos llegaba a rescatarme y hacerme olvidar cualquier otra cosa que pudiese estar pasando.
Pienso en este año con emoción, porque aunque tuvimos nuestros altos y bajos como familia, estoy completamente segura de que todos nos volveríamos a elegir: yo a mi marido, él a mí, los dos a nuestros hijos y ellos a nosotros dos. Suena obvio, pero pasados los tiempos que nos han tocado, no sé si lo es.
La Navidad recién pasada fue especial. Lo fue porque la vivimos de una manera tranquila, agradeciendo desde lo más profundo y parando a repasar sobre el pasado. Vi a mis dos hijos felices, siendo compañeros entre ellos, cooperando en todo, agradeciendo cada regalo, abrazando y volviendo a regalarnos un “te quiero mucho”, esa frase tan linda que aprendimos a decir en pandemia y que espero no dejemos de decir cuando se vaya.
Pasada esta Navidad no me queda más que agradecer por eso, por ver que sin darme cuenta, le enseñé a mis hijos a decir una frase que hoy se escucha poco y que sin embargo al ser escuchada puede cambiarlo todo.
Lucía (53) es mamá de dos hijos y kinesióloga.