A su llegada a hollywood, en 1938, el estudio MGM la promocionó como "la mujer más bella del mundo". ¿Exageración? En todo caso Hedy Lamarr era bellísima y sus rasgos perfectos, con sus ojos azules, sus labios pulposos y su cabellera renegrida. Un rostro como el suyo estaba hecho para el cine y la cámara la adoraba.
El halo de misterio que la rodeaba (huyó de Austria en condiciones rocambolescas) así como una pizca de escándalo (había protagonizado la primera escena de desnudo total del cine) hicieron de ella una estrella de inmediato. Pero Hedy tenía un problema: era muy inteligente. Y no solo eso, tenía además una mente científica y una pasión por la física. En Hollywood se habían visto muchas cosas, eso jamás.
Éxtasis
Hedwig Eva Maria Kiesler nació en 1914 en Viena, entonces capital del imperio autrohúngaro. Su madre era pianista; su padre, director de banco. Ambos venían de acomodadas familias judías, aunque su madre se había convertido al catolicismo y había criado a su hija en esa religión.
Ya de pequeña Hedwig manifestó una fascinación por el teatro y el cine y sus padres aceptaron que tomara clases de arte dramático. Cuando tenía 15 años falsificó la firma de su madre para solicitar un puesto de script girl en una compañía cinematográfica donde rápidamente se le ofrecieron pequeños roles y un papel en una obra de teatro producida por el célebre Max Reinhardt, quien impresionado por su belleza y talento la llevó con él a Berlín, donde Hedwig protagonizó tres películas.
La tercera -Éxtasis (1933)- marcó su vida y la historia del cine. En el filme, la joven actriz de 18 años, en el rol de la esposa de un hombre mayor e indiferente que encontraba satisfacción en un viril ingeniero, protagonizó una escena de orgasmo (solo se veía su rostro) y unas breves escenas de desnudo en un lago, aunque ella se quejaría que había sido engañada por el director, quien la habría filmado con lentes muy poderosos. La película fue prohibida en Alemania y Estados Unidos.
De más está decir que Hedwig se convirtió en un objeto de deseo para los hombres, especialmente para un tal Friedrich Mandl, que gracias a su poder de seducción (y su incalculable fortuna) terminó conquistando a la joven.
Curioso personaje -era un comerciante de armas de origen judío con relaciones con los regímenes nazi de Alemania y fascista de Italia-, una vez que la hizo su esposa le impidió seguir su carrera y, según la autobiografía de la actriz, la mantuvo "prisionera" en Schloss Schwarzenau, su castillo. En cambio la lucía en sus cenas de trabajo (en las que Hedwig tuvo el dudoso honor de conocer a Hitler y a Mussolini), donde ella comenzó a interesarse en la tecnología militar.
Pero el matrimonio no podía continuar y un día huyó del castillo vestida de mucama, con todas las joyas que su marido le había regalado en su cartera y viajó a Londres, diciendo adiós a Viena para siempre.
De Hedwig a Hedy
En Londres conoció a Louis B. Mayer, el patrón de la MGM, que se encontraba allí buscando nuevos talentos. Él decidió que esta nueva belleza exótica sería una nueva Greta Garbo o Marlene Dietrich. Una vez en Hollywood Hedwig recibió un tratamiento total (rebautizada, maquillada, vestida de manera sofisticada, con su pelo partido al medio y fotografiada glamorosamente). Antes de filmar su primera película ya había causado sensación. Sin embargo, a pesar de participar en películas exitosas con Clark Gable, Spencer Tracy, James Stewart, Robert Young o Walter Pidgeon, su filmografía fue, en general, decepcionante. Básicamente, los directores no sabían qué hacer con su belleza considerada exótica y su acento austríaco, que no había eliminado por completo. En Lady of the tropics (1939) interpretaba a una seductora asiática, en White cargo (1942) era una ambiciosa mestiza y en Sansón y Dalila, junto a Victor Mature, el filme más taquillero de 1949, obviamente, la tentadora Dalila. "Para ser glamorosa solo hay que asumir un aire idiota y callarse", diría más tarde en su biografía, Éxtasis y yo.
Con la mitad de los galanes de Hollywood dando vueltas a su alrededor, a ella la vida mundana le aburría. Prefería cenar con artistas e intelectuales, los pocos que pasaban por la meca del cine. "Hollywood era un desierto cultural para los europeos", decía. Su imagen pública era muy diferente a su personalidad en privado. En realidad se sentía sola y extrañaba su país. Otras cosas le apasionaban más que actuar, especialmente porque los roles que le ofrecían no la satisfacían. A diferencia de Bette Davis y Olivia de Havilland, que exigieron de los magnates mejores roles y mejores salarios y los obtuvieron, sus largas batallas no le dieron resultado. Dicho esto, muchas veces se equivocó: Hedy rechazó el rol de Luz de gas (1940) porque su nombre iría después del de Charles Boyer; Ingrid Bergman lo aceptó y ganó un Oscar. También rechazó el filme Casablanca, mejor película de 1944, y Laura, que ese mismo año obtendría seis nominaciones.
Su hobby: inventar
La actriz detestaba las largas esperas entre tomas. Pero era en esos eternos tiempos libres que se podía dedicar a su hobby -inventar- gracias a un laboratorio portátil que le había ofrecido Howard Hugues para su camarín. Asimismo, durante el período en que mantuvo una relación sentimental con el magnate este puso a su disposición su equipo de ingenieros científicos, para lo que ella quisiera. "Inventar era su hobby", dijo a Vanity Fair Alexandra Dean, directora del documental Bombshell sobre la vida de Hedy, estrenado en el Festival de Cine de Tribeca el año pasado. "Pero lo hacía tan discretamente que la mayoría de la gente que la rodeaba ni siquiera lo sabía", agregó Dean.
Hugues, por supuesto, sí estaba al corriente y oía sus consejos. Por ejemplo, cuando el millonario estaba tratando de construir el avión más rápido del mundo, Hedy le sugirió que sus alas eran demasiado cuadradas y tras analizar las alas de las aves y las aletas de los peces concibió una nueva forma de ala que Hugues adoptó. También inventó un sistema para hacer Coca-Cola con una tableta, un collar fluorescente para perro y una bañera para minusválidos.
Pero sin duda su invento más importante, que desarrolló junto a su amigo, el pianista George Antheil, inventor como ella, fue el sistema de comunicación seguro basado en el concepto del salto de frecuencia, hoy conocido como spread spectrum, transmisión por espectro ensanchado. Su idea, inspirada de las pianolas, se basó en que mientras las transmisiones sobre una sola frecuencia eran fáciles de interceptar, si estas saltaban de una frecuencia a otra sería más difícil de detectar y mucho más de interceptar y bloquear. El 11 de agosto de 1942 su invento recibió la patente 2.292.387 bajo su nombre de casada: Hedy Kiesler Markey, y el de George Anthel.
Hedy deseaba colaborar con las fuerzas aliadas contra la Alemania nazi tan detestada, pero las autoridades militares no prestaron atención: el invento de dos civiles y más aun, de una actriz y un pianista no merecía su atención. En realidad estaban en avance sobre su tiempo y hay quienes dicen que de haberse adoptado la guerra habría durado un año menos. Entonces se le sugirió que sería más útil al esfuerzo de guerra vendiendo bonos.
La tecnología no fue utilizada hasta 1962, durante la crisis de los misiles con Cuba, y permaneció clasificada hasta 1985, cuando la Comisión Federal de Comunicaciones la hizo pública. Hoy en día es la base para teléfonos celulares, el GPS, las tecnologías Bluetooth y WiFi. Fue recién en 1997 que Hedy obtuvo un reconocimiento oficial al recibir, junto con Antheil, los premios de la Fundación Electric Frontier y de Milstar, la organización que opera las comunicaciones de las Fuerzas Armadas y del Presidente americano. En 2014 ambos entraron de manera póstuma en el Hall of Fame de los Inventores Nacionales. Lamentablemente, Hedy, por ignorancia, nunca obtuvo un centavo de su invento.
Hedy y sus seis maridos
Aunque fue una de las mujeres más deseadas de su tiempo, nunca encontró el verdadero amor. Si bien tuvo numerosos amantes (Spencer Tracy, Marlon Brando, Howard Hugues), luego de su desastroso matrimonio con Mandl volvió a casarse cinco veces. Ninguno de sus matrimonios duró más de tres años -con Gene Markey (productor), John Loder (actor), Ted Stauffer (propietario de una discoteca), Lewis Boies (abogado)-, a excepción de los siete años junto a Howard Lee, un petrolero texano millonario, de 1953 a 1960. De su unión con Loder nacieron tres hijos. El primero, James, figuraba como adoptado (aunque en realidad era suyo, pero lo tuvo cuando aún estaba aún casada con Markey). Le siguieron otros dos: Denise (1945) y Anthony (1947).
A medida que los años avanzaban, su carrera quedó en el pasado. Hedy nunca tuvo el estatus de una actriz respetada como Ingrid Bergman o Katharine Hepburn, que le hubiera permitido asumir roles de composición. Aferrada a su reputación de mujer hermosa se sometió a múltiples cirugías estéticas que la fueron deformando y terminó convirtiéndose en una reclusa. Nunca salía de su casa y toda la comunicación, incluyendo con sus hijos, la hacía por teléfono (hablaba hasta siete horas por día). Asimismo, como su amiga Judy Garland, acarreaba con ella una adicción a las anfetaminas promovida por los médicos de la MGM, a fin de que pudiera sostener las largas horas en el estudio. Esta adicción fue probablemente un factor en su maltrato a sus hijos y dos arrestos por hurto en tiendas. En los años 70 recibió varias propuestas para teatro y comerciales de TV, pero no las aceptó. Hedy no vivía en la miseria, pues no dudaba en demandar enormes sumas cuando alguien usaba su imagen: en 1974 hizo un proceso por 10 millones de dólares a Mel Brooks por haber usado un nombre similar al suyo -Hedley Lamarr- en Locura en el Oeste (1974) que se resolvió fuera de los tribunales, y en 1998 la compañía Corel debió pagarle 3 millones de dólares por usar su rostro en uno de sus productos de software.
Hedy Lamarr murió en Casselberry, Florida, el 19 de enero de 2000, a los 85 años, víctima de un ataque al corazón. Cumpliendo con sus deseos, su hijo Anthony esparció sus cenizas en los bosques de Viena. En el cementerio de la ciudad fue erigida una tumba honoraria. La hija del país volvía a casa.